La Revista Musical Chilena ha identificado como sus principales áreas de interés, la cultura musical de Chile, considerando tanto los aspectos musicales propiamente tales, como el marco histórico y sociocultural, desde la perspectiva de la musicología y de otras disciplinas relacionadas. Incorpora contenidos vinculados a compositores, ejecutantes e instrumentos de la música de arte, folclórica, popular urbana e indígena, al igual que artículos atinentes a manuscritos, investigadores, aspectos teóricos y modelos musicológicos, además de nuevos enfoques de la musicología como disciplina, tanto en Chile como en América Latina.
Bravo, Nano Núñez
Para llegar a la casa de Hernán Núñez Oyarce hay que bajarse en la Alameda a la altura de la Pila del Ganso, caminar nueve cuadras hacia el sur por Toro Mazotte y doblar por la calle Naturalista Pavón hasta llegar casi al Hogar de Cristo. Hasta hace un par de días el propósito podía ser ir a saludar, pasar a comprar uno de los panderos hechos a mano por el dueño de casa, llevarse un ejemplar de su invaluable libro ‘‘Mi gran cueca’’, conversar o aprender una cueca cantada por él mismo ahí al frente. Ahora el propósito es distinto. La casa va a estar ahí para una despedida. Hoy saldrá de ahí para ser sepultado Nano Núñez, el más prolífico y veterano cantor y autor de cueca chilena.
La urgencia al salir de esa casa era siempre la misma: urgencia de registrar cada palabra, verso, entonación o recuerdo del barrio que se sabía Hernán Núñez, con 91 años de experiencia viva en el cuerpo.
"Mi padre podría haber dado mucho más que esos 91 años que alcanzó a vivir", dice ahora su hija mayor; "pero no sé a qué hora hizo tanta cosa en su vida", agrega de inmediato. Porque es cierto que su padre empezó temprano a conocer la cueca. Desde niño en los conventillos, por sus múltiples oficios de lustrabotas o vendedor de jabón gringo en sus primeros años hasta boxeador con la cuerpada de toro con que aparece en sus fotos de juventud, Nano Núñez parece haberse empeñado en sacar el jugo a su tiempo y a su Tiempo, como artista y cronista, relator y creador. Frente al desinformado lugar común de que todas las cuecas son iguales, él las escribió por decenas en incontables entonaciones, distintas unas de otras, todas igualmente bonitas y emocionantes, y al mismo tiempo fue el mejor documentalista de la ciudad que le tocó vivir.
Ya es muy tarde, estaba diciendo Hernán Núñez en los últimos meses, con la salud debilitada, a propósito de lo postrero del reconocimiento que llegó a recibir. La raíz de su música y su poesía era popular, hecha para ser conocida, y en la historia está escrito que Los Chileneros, el grupo que formaron Nano Núñez, Luis Hernán Araneda, Raúl Lizama y Eduardo Mesías para empezar a grabar, trabajaron entre 1967 y 1973 en Odeon, el más importante del país, gracias a la inquietud proverbial del director artístico Rubén Nouzeilles. Folcloristas eminentes como Héctor Pavez y Margot Loyola avalaron su talento en esos años y Núñez cantó hasta en el Festival de Viña con el grupo Aparcoa. Pero luego esa tradición fue suplantada por la oficialidad y la cueca con que muchos crecieron fue la peor: un baile nacional obligatorio, con falsos trajes de china y huaso y con tonadas insulsas usadas como cortina musical de cadena nacional durante demasiados años perdidos, y nadie hizo el favor de enseñar que existía la cueca brava en ese tiempo.
Algunos lograron reencontrar esa raíz perdida, como el músico Mario Rojas y su documental ‘‘Bitácora de los Chileneros’’ (2000), el musicólogo Rodrigo Torres, editor del reciente libro ‘‘Mi gran cueca’’ (2005) o la nueva escuela de grupos de cueca urbana como Los Santiaguinos, Los Tricolores o Los Trukeros, que aprendieron directamente de la sabiduría de Hernán Núñez. En el último tiempo Los Chileneros volvieron a juntarse, salieron en los diarios, cantaron en el Estadio Nacional, actuaron en el Festival de Viña con el actor Daniel Muñoz, tocaron en una histórica Yein Fonda de Álvaro Henríquez en 2002, grabaron un disco en vivo con el sello Warner y entraron en la era de los galardones, desde el premio Samuel Claro Valdés que Núñez recibió en septiembre pasado hasta el gubernamental premio Presidente de la República merecido por él y por Luis Hernán Araneda, premio que de tan rezagado ya no alcanzará a recibir en sus manos.
La tradición está recuperada. Chilena es el nombre de esta música. No como adjetivo, sino como sustantivo. Nano Núñez cantó y escribió chilenas, o cuecas urbanas, o cuecas bravas, como brava era la estirpe de cantores que el propio autor recrea en su cueca "Los de la Viseca". Esa melodía que él entonaba de memoria en su casa fue grabada este año por Los Tricolores junto a "Y sólo fue por un beso", una de las cuecas bravas más lindas jamás escritas. Bravo como fue Hernán Núñez Oyarce. Gracias por la historia y la música que dejó escrita y contada. Bravo, don Nano.