Marzo 24, 2010

La música como profesión

Barón, Manuel
De las múltiples profesiones con las que podemos tener "derecho a retribución" (me refiero a las honradas), existen algunas con un gran componente vocacional. Esta vocación, que en el caso de las artes suele despertarse a edades muy tempranas, a menudo está ligada a un entorno familiar y social; aunque en algunas ocasiones surge por generación espontánea.

Uno de los casos de profesiones vocacionales es la música, donde podemos encontrar a personas "privilegiadas" que han logrado convertir su don en su profesión. Y esta es la primera impresión que puede producir a los ajenos a ella que, por otro lado, no está lejos de la realidad, aunque esta realidad no es tan sencilla.

En primer lugar, esta situación de "privilegio" no es en absoluto un regalo, sino fruto de un esfuerzo y un trabajo duro y constante. Poder llegar a ser un instrumentista es una ardua tarea, en la que el esfuerzo y la ilusión casi nunca son proporcionales a las satisfacciones, tanto artísticas como profesionales (¡y no digamos las económicas!). La relación de un músico con su instrumento llega a ser a veces más estrecha que con la familia o con los amigos; incluso que con la de su pareja. En este sentido, tu pareja o tus amigos pueden comprender que algún día no les dediques el tiempo ni la atención necesarias; el instrumento no. De hecho son muy pocos los que soportan la tensión y el trabajo que se requiere para tal menester, y la mayoría abandonan por el camino (no digo que con mal criterio).

Si no fueran suficientes todos estos obstáculos, nos encontramos con el inestimable "apoyo" de las instituciones educativas, con sus vacíos legales, irracionalidad en la implantación de reformas, no inclusión en el espacio universitario...; y otros aspectos más prosaicos, como son el apoyo a las Escuelas privadas (eso sí, no a cualquier escuela privada...), cuando hay centros públicos que se caen, literalmente, a pedazos.

En este paradisíaco entorno surgen, de vez en cuando, instrumentistas capacitados en nuestro país, con el ánimo de poder desarrollar su profesión. Para ello se presentan a pruebas en las que tienen que competir con profesionales de todo el mundo. Imagínense si trasladamos esta situación a cualquier otro gremio: no se cuantos médicos o ingenieros que no fueran españoles (sin desmerecer en absoluto la valía de nuestros profesionales) coparían los puestos de trabajo, ¡con lo bien que se vive aquí! Si a esto le añadimos la costumbre de algunos directores "estrella", que suelen ser españoles, de no ver con buenos ojos a sus compatriotas (que mejor que ver, tendrían que escuchar).

Tampoco quisiéramos dar la impresión de que los músicos tienen prácticamente que abrazar el celibato y dedicarse a una vida de sacrificio y penurias (aunque en épocas no muy lejanas en la historia sí haya sido así). No, la música da satisfacciones; no muchas pero sí grandes. Solamente el que ha estado en un escenario tocando ante el público puede saber lo que supone la mezcla de estos ingredientes junto con la música.

La mayoría de la gente que asiste a un concierto no tiene idea del esfuerzo del que estamos hablando. Pero también es cierto que no tiene por qué saberlo. El público tiene derecho a escuchar lo mejor que se le pueda ofrecer; no obstante, tampoco puede pensar que quienes están detrás del atril no son personas como ellos, con las mismas sensibilidades y vulnerabilidades ("cuando les pinchan, también sangran...").

A un músico que trabaja en una orquesta le gustaría conocer su horario de trabajo, saber cuando va a disponer de vacaciones, si el año próximo va a continuar en su puesto de trabajo..., en fin, todas esas "nimiedades" que desearía conocer cualquier persona de su puesto de trabajo. También le gustaría saber que si algún día tiene una enfermedad o un accidente va a tener cierta seguridad. La mayoría suelen tener pareja y planes de formar una familia, para lo cual dependen de cierta estabilidad laboral.

Me parece casi imposible creer que haya gente que piense que un músico con un contrato precario rinde mejor que con mejores condiciones laborales; o que piense que solo los músicos "mediocres" reclaman estabilidad laboral. La imagen de "orquestas felices" en esta situación nos lleva más a pensar en que interpretan la situación de "Esclavos Felices", y no precisamente de Arriaga (nos consta, además, de que estas situaciones distan de ser idílicas).

De la misma manera que se exige seriedad en las interpretaciones, creo que es de recibo que esta misma seriedad se exija tanto a los responsables de las instituciones como a la crítica, trasladando a esta profesión todas las prerrogativas de cualquier otra en nuestro país, y no pretendiendo que el trabajo en orquesta se convierta en una profesión liberal, dependiendo del arbitrio de los gestores de turno, que bien podrían pensar en invertir los recursos de todos de manera más racional, para que en el futuro podamos encontrarnos con músicos españoles con la formación suficiente (que por cierto, ya los hay) y puedan llenar las Orquestas y los Auditorios que tanta prisa se dieron en construir, empezando, como siempre, la casa por el tejado.

Véase: http://www.babab.com/no08/musica.htm

Fuente: www.babab.com