Noviembre 16, 2004

Andacollo: Santuario mariano en los Andes chilenos

Revista Mensaje (2012)
En las diversas naciones latinoamericanas, la savia de la religión católica y las tradiciones luso-hispánicas han dado ocasión a innumerables acontecimientos históricos marcados por lo sobrenatural. Y, en este sentido, Chile no es una excepción a la regla.

En los contrafuertes de la cordillera de los Andes, a más de 1.300 metros de altura, y a 60 kms. de La Serena, se encuentra el santuario de la Virgen de Andacollo, centro de la devoción mariana más antigua de nuestro país, y una de las primeras de América española.

Los orígenes del poblado se pierden en la historia. Aún durante la época de la conquista española, el cronista Pedro Mariño de Lobera, refiriéndose a los yacimientos auríferos del lugar, afirmaba: "Existe tanto oro fino como en las más famosas minas del mundo, tan alto en quilates que se pasa de ley". Y el capitán general del Reino de Chile, Don García Ramón, el 12 de abril de 1607 escribía al soberano español: "El monte de Andacollo es uno de los ríos de oro que hay en el mundo".

Antiguamente, Andacollo conoció periodos de fertilidad del suelo y regularidad en la lluvias. Pero con el correr del tiempo, pagó tributo a la sequía que, lenta e inexorablemente, tiende a avanzar hacia el sur. Los árboles se secaron; las vertientes que -cuentan las crónicas- corrían junto al poblado, ya no se ven más. Y solamente quedó el agua cargada de salitre de algunos pocos pozos.

En una noche de 1549, los habitantes de la naciente ciudad de San Bartolomé de La Serena sufrieron un violento ataque de algunos grupos de indígenas de la región. La ciudad ardió por todos lados, y los pocos caballos existentes fueron utilizados para escapar de la furia de los indios. Un grupo de españoles huyó rumbo a las montañas del oriente, llevándose consigo la pequeña imagen de la Virgen del Rosario, que hasta ese entonces era venerada en la iglesia de La Serena. Llegando cerca de Andacollo, prefirieron ocultar la imagen en unos pequeños matorrales del bosque próximo al cementerio, en la quebrada llamada "El Culebrón", y siguieron su camino, perdiéndose en las montañas de la cordillera.

Treinta años más tarde, un indio descubrió ahí la imagen de la Virgen. El historiador Ramírez así cuenta el hecho: "Para arrancar las raíces de algunos arbustos, tuvieron que remover la tierra. En esta operación se ocupaba uno de los indios cuando, al deshacerse de un terrón de tierra, apareció medio oculta una pequeña estatua de madera, toscamente labrada, de tez morena, aunque de rostro gracioso..."

El indio que efectuó el descubrimiento pertenecía a una de las principales familias de la región, lo que contribuyó para la expansión, entre los demás habitantes, de sentimientos de respeto para con la imagen de la Virgen. A partir del inesperado encuentro, la devoción a Nuestra Señora del Rosario de Andacollo se extendió rápidamente. Los devotos comenzaron a venir desde las regiones del norte de Bolivia, y también de Argentina, especialmente de las provincias de San Juan y La Rioja.

Son dos templos los que actualmente se alternan para abrigar a la Virgen de Andacollo. El primero de ellos, conocido como "iglesia chica", data de 1772, y es el lugar habitual de permanencia de la imagen. El otro se ubica frente a la plaza, haciendo ángulo con el viejo templo. Ahí se levantó, a fines del siglo pasado, la nueva iglesia. Es totalmente hecha de madera, sustentada por enormes vigas de pino oregón.

La fiesta principal se celebra el 26 de diciembre. Durante esa fecha, suben a la mencionada montaña decenas de miles de peregrinos para cumplir sus promesas, dando gracias a la Virgen de Andacollo. Se calcula que anualmente llegan cerca de 50 mil personas sólo en ese día.

Una nota característica de esta fiesta religiosa consiste en bailes folklóricos delante de la imagen de la Virgen. Según los historiadores, Andacollo es el primer lugar de la América española donde se manifestaron danzas religiosas, extendiéndose de ahí a todas las commemoraciones marianas del norte: en La Tirana, Sotaquí, La Candelaria, La Virgen de las Peñas (no lejana de la frontera con Perú y Bolivia), etc.

Merece una mención especial lo que ocurre en las llamadas "Diabladas": un grupo especial de participantes de los bailes religiosos avanza, por el medio de la multitud, portando trajes y máscaras representando a los demonios. De improviso, la imagen de la Virgen intercepta decididamente sus pasos, conducida por varias hermandades. Entonces, se instala el pánico en la "diablada", cuyos participantes huyen vergonzosamente.

A Andacollo concurren los "chinos" -término de origen aborígen que significa "servidor"- agrupados en más de 50 organizaciones de bailarines, que desbordan las calles con el sonido de sus flautas, tambores, pitos y los pintorescos trajes de llamativos colores. Las hermandades son compuestas por 30 integrantes, aunque existen grupos que se aproximan a la centena. Todos estos bailes de carácter religioso tienen un jefe general, el "cacique", cargo que es hereditario. Desde el siglo pasado, la comandancia general pertenece a la misma familia. Y tanto el jefe general, como los jefes de cada una de las hermandades, presiden los actos solemnes de la fiesta junto con el Arzobispo de La Serena.

El grupo de bailarines más antiguo -"Los Chinos de Barrera"- data de 1584, y hasta hoy continúa frecuentando todos los años el santuario. Al inicio de cada baile, algunos miembros de la hermandad dirigen a la Virgen pequeños discursos o prédicas filiales.

La Iglesia Católica viene orientando hace siglos esas manifestaciones populares de piedad mariana, intentando de purificarlas de vestigios de influencia pagana. Ella acoge las hermandades en diferentes parroquias donde éstas pueden ensayar durante meses sus músicas y bailes, así como preparar las vestimentas típicas.

Fuente: Revista Mensaje