Febrero 14, 2007

Fusiones y sonidos

Menanteau, Alvaro
En el contexto del enfrentamiento entre lo propio y lo ajeno, lo más creativo en los últimos 30 años ha sido la fusión de cierta música tradicional chilena (tonada, huayno, mapuche) con el rock, el jazz y otras músicas latinoamericanas.

El enfrentamiento entre lo propio y lo ajeno es una constante de la cultura latinoamericana. Desde fines de los años '20 hubo en Chile música popular difundida masivamente por radioemisoras y sellos grabadores, la cual tempranamente se dividió en repertorio local y extranjero.

El repertorio local, denominado "música típica", consistió en una estilización de nuestro folclor y se definió a partir del formato establecido por Los Cuatro Huasos en 1927, y Los Huasos Quincheros (1937). La música típica se basó principalmente en la tonada y la cueca de la zona central de nuestro país, es decir, de la zona patronal y latifundista de Chile. Para sus adeptos, la chilenidad radicaba en esas manifestaciones folclóricas, en desmedro de la música altiplánica y mapuche. A principio de los '60 esta modalidad evolucionó hacia el neofolclor, con un repertorio similar al anterior, pero con arreglos más elaborados.

Esta situación varió a mediados de los '60 gracias al aporte de Margot Loyola y Violeta Parra, quienes además recopilaron y difundieron el folclor de las zonas extremas de nuestro Territorio. Surgió entonces la Nueva Canción Chilena, movimiento progresista y abierto a mezclas con otras músicas. Sus exponentes se destacaron tanto por la variedad y combinación estilística como por sus armonías, inauditas dentro del contexto folclórico. Con este movimiento se decantó por primera vez una música chilena que incorporaba orgánicamente elementos ajenos, sin perder su perfil local.

Por otro lado, el repertorio extranjero ("género internacional") estuvo representado por la música de moda, importada e incorporada a nuestro medio musical. Dentro del repertorio bailable, desde comienzos de los años '40 se venía imponiendo la música tropical: rumba, conga y guaracha, las que dieron paso en los años 50 al mambo y el chachachá. El relevo en los '60 lo representó la cumbia, la cual goza de amplia aceptación hasta hoy, habiendo incluso generado una "cumbia chilena", bien diferenciada del modelo original. En los años '80 discretamente se asomó la salsa, la cual no ha logrado desbancar a su antecesora.

Una fecha clave para la música popular chilena fue 1956, cuando irrumpió el rock and roll. Con ello se inició la norteamericanización de nuestro medio musical, desplazando a repertorios latinos anteriores como tango, bolero y corrido. Este nuevo repertorio generó la Nueva Ola, un movimiento local importante, a pesar de su carácter imitativo e ideológicamente conservador. La Nueva Ola produjo una febril actividad para los músicos locales, quienes grabaron abundante material y generaron un mercado y un circuito de difusión muy sólidos. Dicho de otro modo, este movimiento tuvo el mérito de generar ganancias para nuestros artistas, y el dinero circuló dentro de nuestro medio.

La segunda fecha clave fue 1973, cuando el toque de queda y las nuevas políticas económicas provocaron el fin de la vida nocturna y el desmantelamiento de la industria discográfica nacional. Ante esto, la música popular chilena retrocedió, cediendo espacios a la música extranjera. El medio se saturó de música en inglés (rock, onda disco, tecno, y cancionística anglosajona) y de cantantes románticos latinos.

Desde los años '70 reina la balada romántica y nuestro referente musical pasó a ser el Festival de Viña y el rating televisivo. La música de raíz folclórica se oficializó mediante los grupos de proyección folclórica y los festivales con nombres de frutas; y el rock sicodélico de los '60 dio paso al pop y a las familias del heavy metal, funk y rap.

En el contexto del enfrentamiento entre lo propio y lo ajeno en música popular, lo más creativo en los últimos 30 años ha sido la fusión de cierta música tradicional chilena (tonada, huayno, mapuche) con el rock, el jazz y otras músicas latinoamericanas.

La fusión con el rock fue explorada por Los Jaivas, Sol y Medianoche y Los Tres. La aproximación desde el jazz, iniciada por el Sexteto Hindemith 76 y Latinomusicaviva, fue continuada por Alsur y La Marraqueta. Y la fusión con otras músicas latinoamericanas (la cual no excluye necesariamente elementos del rock y el jazz) ha sido practicada por Congreso, Inti Illimani, Huara, Pedro Villagra y Entrama.

Es muy posible que el futuro de la música popular chilena se vincule a estas fusiones, puesto que en ellas hay autonomía estilística, es decir, revelan una combinación creativa entre lo propio y lo ajeno en música popular.

(*) Alvaro Menanteau es licenciado en música de la Universidad de Chile y profesor de Historia de la Música Popular en la Escuela Moderna de Música

Véase en:
http://www.tercera.cl/sitios/especial50/t-124.CYE.AMENANTEAU.html
Fuente: Diario La Tercera