Octubre 25, 2005

Juan Orrego Salas y Gustavo Becerra: Pilares chilenos de la composición musical

Mandujano, Víctor M. - Dìaz, Iñigo (2005)

AUTORIDAD. Juan Orrego Salas ha consagrado toda su vida a la composición. Obtuvo el Premio Nacional de Arte en 1992.
Discípulos de P.H. Allende, ambos compositores residen en el exterior y examinan el proceso musical en el país.
A los 84 años, Juan Orrego Salas, Premio Nacional de Música 1992, luce impecable. Su secreto, dice, es el ejercicio físico, a lo que habría que añadir su constante disciplina creativa.

Hasta el momento tiene 126 obras en catálogo, la mayoría de ellas desconocidas en Chile. Y pudieron ser más, "porque yo mismo retiré muchos pecados de juventud", ironiza.

Residente en Estados Unidos desde 1961, con el auspicio de la Fundación Rockefeller estableció el Centro de Música Latinoamericana en la Universidad de Indiana (Bloomington), del que fue su director hasta 1987, cuando se acogió a retiro como profesor emérito.

Está de nuevo en el país porque quiso agradecer el homenaje que la Orquesta Sinfónica le tributó este viernes y sábado, en homenaje a su trayectoria, interpretando dos de sus obras tempranas: "Cantata de Navidad" Op. 13 y "Serenata Concertante" Op. 40.

Iconos chilenos

Orrego Salas y Gustavo Becerra, residente en Oldenburgo (Alemania) desde 1971 y seis años menor, representan los pilares más sólidos de la composición chilena en acción. Ambos fueron formados por Pedro Humberto Allende en el ex Conservatorio Nacional de Música, y nadie mejor que ellos para referirse a la composición en Chile, una actividad en constante ebullición que no mermó sus propuestas creativas ni aún en dictadura.

-¿Existen aportes de los nuevos compositores chilenos?

J.O.S.: "Puedo hablar de algunos, con quienes me mantengo en contacto. Conozco más o menos bien la obra de Guarello, de Cáceres, de Sebastián Errázuriz. Puedo hablar entonces de una minoría. Hay un aporte y sus contenidos no son muy diferentes a los del resto del mundo. Cuando trato de definir el momento creativo musical, creo que el mismo sigue, en cierto sentido, el modelo de la economía y la globalización. En mi época de estudiante pasábamos por un momento de nacionalismo rabioso. Después, en mis primeros años creativos, viví el cambio a un regionalismo continental que comenzó a ampliarse a un internacionalismo muy notorio, con gran diversidad".

G.B.: "Los compositores chilenos de las últimas décadas presentan un avance enorme en los aspectos técnicos y formales de la creación. Eso se nota, principalmente, en la diversificación, ya madura, y en las posibilidades de usar elementos locales. Han llegado a dominar las técnicas europeas y van abriendo paso a nuevos elementos de la tradición americana. Eso se percibe desde la música tradicional instrumental hasta la música electroacústica. Estas realizaciones han sido coronadas en academias, concursos y festivales internacionales. Los maestros en este tiempo son, por mencionar algunos, Alfonso Letelier y Free Focke. En la fase más definitiva, Cirilo Vila, Hernán Ramírez y Alejandro Guarello, y hoy trabajan a plenitud Andrés Alcalde y Pablo Aranda. La música chilena tiene prestigio en el exterior y es reconocida mejor que en su lugar de origen".

-¿Pedro Humberto Allende tuvo una visión vanguardista?

J.O.S,: "Sí, porque al mismo tiempo que Allende existían Enrique Soro y Alfonso Leng, que eran en cierto sentido neorrománticos, junto a Carlos Isamitt, en un camino de nacionalismo indigenista. En aquella época, estudiábamos el impresionismo francés. Todo Chile estaba muy influenciado por esa corriente".


DESDE ALEMANIA. Gustavo Becerra formó a muchos de nuestros principales compositores. Le fue concedido el Premio Nacional de Arte en 1970.
G.B.: "No creo que la visión de P.H. Allende haya sido de vanguardia. Fue un maestro muy importante en la formación de los compositores de mi generación, especialmente en lo que atañe a la tradición de la música tonal. Tanto Juan Orrego Salas como yo hemos aprovechado, además, los criterios analíticos dejados por Domingo Santa Cruz. Sin embargo, en aquella época hubo maestros que avanzaban en formas vanguardistas más trascendentes, como Acario Cotapos y Carlos Isamitt".

-Luego de la electroacústica y del dodecafonismo, parece haber un regreso al lenguaje tonal.

J.O.S.: "Hay un especie de evolución hacia la concepción tonal de la música, pero al mismo tiempo dentro de orientaciones que no existían antes, como el minimalismo, y tendencias como la electroacústica o la presencia de lo popular, pero no con el concepto nacionalista de la época de P.H. Allende. El ingreso del elemento nacional a la música es hoy distinto".

G.B: "La música electroacústica no tiene compromiso estilístico ni formal, sólo se caracteriza por su factura, abierta a todo tipo de posibilidades computacionales de creación y realización. Por estos medios se hace desde música tradicional hasta la de vanguardia. En cambio, el dodecafonismo ha sido una forma de componer con la que sus seguidores pretendieron (en un comienzo) sustituir la tradición".

-¿Se puede hablar de un lenguaje chileno en la música?

J.O.S.: "Existe un lenguaje chileno, pero no creo que sea identificable por todo el mundo. Se advierte en su tristeza, en la melancolía, pero lo que más observo es la parcelación del elemento melódico. No existe la línea melódica extensa".

G.B.: "Eso depende de cómo se defina 'lenguaje'. Si se trata sólo de los elementos y las principales reglas de uso, corremos el riesgo de calificar a Mozart o a Beethoven como 'italianos'. Las músicas nacionales son muy complejas y la cultura es un proceso que cambia a una velocidad creciente. La globalización está produciendo otras formas de identificación de la música cada vez más vigorosas".