Octubre 24, 2004

La difícil cruzada de las orquestas juveniles

Lennon Z., Maureen - Mandujano, Víctor M. (2004)
Superación de la pobreza y mejora de la autoestima son algunos de sus beneficios. El desafío más urgente: las platas.

"Uno levanta una piedra y sale una orquesta", decía con humor Fernando Rosas, presidente de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, en el encuentro que se realizó recientemente en la Décima Región.

Tenía tanta razón, que incluso se habla de una fiebre por integrar este tipo de agrupaciones. Como botón de muestra, dos cifras claves: en 2001, las orquestas infantiles y juveniles eran 30. Hoy, son 170. O sea, cerca de 7.000 niños y jóvenes participan en este tipo de iniciativas, desde Arica a Puntas Arenas, incluida la lejana Isla de Pascua.

Como respuesta a este desarrollo, el 8 de octubre, en Puerto Montt, el Presidente Ricardo Lagos oficializó un "notición" para la Fundación que agrupa a estos conjuntos: en 2005, el presupuesto destinado a este innovador proyecto, impulsado por Fernando Rosas, quedaría incluido en una glosa del Ministerio de Cultura, garantizando su financiamiento, independientemente del color político de los futuros gobernantes.

Además, se anunció un incremento de recursos de 400 a 600 millones de pesos, que se destinará a capacitación y becas.

"Gracias a ese dinero, anualmente entregamos cerca de 300 becas, que van desde los 30 hasta los 90 mil pesos, no sólo para que los niños y jóvenes puedan comprar repuestos para sus instrumentos, sino también para pagar cuentas y deudas de la familia. Así, un chico de extrema pobreza se siente querido y su familia comienza a valorar su actividad musical", explica Claudio Pavez, coordinador de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles.

Buenas y malas noticias

Si bien el anuncio de Lagos fue recibido con un verdadero carnaval, esa misma semana la Fundación Andes, otro ente fundamental en el despegue de esta iniciativa, realizaba su último llamado a fondos concursables:

"El dinero se acabó y lamentablemente no podemos convertirnos en una máquina hacedora de billetes. Cerramos definitivamente la cortina en diciembre de 2005", asegura Hernán Rodríguez, gerente del área cultural de la Fundación Andes.

Desde 1999, a través de su programa de apoyo a orquestas juveniles e infantiles y bandas escolares, esta institución ha entregado anualmente cerca de 200 mil dólares (102 millones de pesos) a distintas agrupaciones del país. "Esto es una tragedia. Gracias al apoyo de la Fundación Andes pudimos comprar gran parte de los instrumentos de las orquestas de Huechuraba y de Nocedal en La Pintana. Con este nuevo panorama se complica bastante la supervivencia estructural de varias agrupaciones. Era prácticamente la única instancia a la que uno podía acudir, porque el Fondart es como una lotería. Yo mismo he postulado varias veces con un proyecto de orquestas y no me lo he ganado", denuncia el director Felipe Hidalgo (32).

Hernán Rodríguez responde que "ahora es el turno de los empresarios y de los particulares para que se unan en pos de conseguir recursos. Que los padres o sostenedores de las orquestas hagan bingos o lo que sea. Nosotros entregamos el primer puntapié y ahora la responsabilidad les toca a otros. Iniciativas como éstas no se pueden acabar, ya que el impacto es impresionante".

"Nunca imaginamos que en menos de cuatro años llegaríamos a tanto. La gente ha empezado a mirar la música con otros ojos. Hace algunos años, en las escuelas como las de la Chile o la Católica, había crisis de alumnos. Hoy, ha aumentado significativamente la demanda y junto con ello la compra de discos, de instrumentos, las entradas para los conciertos. Es un círculo muy positivo", señala Claudio Pavez.

Francisca Fernández, psicóloga y profesora de la Universidad de los Andes, conoce a fondo el tema y lo ha estudiado con conocimiento de causa, porque además es flautista y durante años integró la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil. Desde esa experiencia, califica como "impactantes" los beneficios:

"Las orquestas operan como verdaderas fuentes de estímulo para los niños que viven en espacios constreñidos o de extrema pobreza. Si los pequeños se ven apoyados por otros, el cerebro empieza a funcionar, y se genera una capacidad de reflexión y de gozo en cosas nuevas que no poseían. La motivación actúa como un factor muy importante. Es vital mirar de frente a un niño y decirle: 'Si tú quieres, puedes' ".

Fernández agrega que estas agrupaciones musicales contribuyen a la cohesión social, al desarrollo de habilidades internas y de todo un desarrollo humano impresionante. "Formar parte de ellas genera un sentido de pertenencia, y ayuda a que los jóvenes puedan tener una identidad más sólida. Puedo dar fe, porque lo viví en carne propia".

La música no necesita ojos

Rodrigo Urzúa (20) es ciego. No necesita ver la música para vibrar con ella. Tanta es su pasión, que ha logrado destacarse como violista en la Orquesta Cultural de Lo Barnechea.

"Algunas clases las grabo y otras las escribo en Braille, pero mucho lo aprendo de memoria. Ha sido una experiencia excelente formar parte de esta agrupación y mi sueño es dedicarme profesionalmente a la música. Me encanta el Barroco con sus contrastes y emociones", cuenta Rodrigo Urzúa.

Este martes, a las 19:00 horas, en la Sala Galpón del Portal La Dehesa (Av. La Dehesa 1445, 2° piso), la Corporación Cultural de Lo Barnechea le rendirá un homenaje por su superación.

OPINIÓN DE DIRECTOR

FELIPE HIDALGO
"Por sus actividades musicales, los niños aprenden más temprano que otros a organizarse mejor y obtienen a corto plazo resultados más elevados. Tienen que saber organizarse para cumplir en el colegio y con el estudio del instrumento. Por eso son más constantes, más ordenados, más disciplinados y eso los lleva a tener un rendimiento sostenido. Los niños de la Orquesta de Curanilahue elevaron el promedio de notas de toda su región".


GUILLERMO RIFO
"Una de las primeras situaciones que se producen es que estos niños son valorados de otra manera por sus pares y por su entorno familiar. Eso les hace subir su autoestima. Los niños pasan a ser protagonistas de un hecho cultural que eleva su nivel de vida y el de su comunidad.

Con el trabajo en una orquesta se produce la sensación de cooperar con los compañeros de la agrupación. Estos niños serán entonces más solidarios en el futuro, se dediquen o no a la música".


AMÉRICO GIUSTI
"Los niños que estudian un instrumento aprenden el valor del trabajo, sistematizan su esfuerzo y tienen una voluntad mucho más fuerte. También desarrollan una mejor tolerancia al fracaso. Miles de niños y jóvenes músicos saben hoy que las cosas se logran con trabajo y serán un aporte al alma nacional porque influyen en sus amigos, en sus barrios, en su curso y en su familia produciendo un efecto multiplicador de esos valores".