Octubre 25, 2004

Los protagonistas de la música

Parot Hillmer, Macarena (2004)

La agrupación de Lo Barnechea incluye alumnos de colegios particulares y municipalizados de la comuna.
Niños y jóvenes viven, día a día, las bondades de este fenómeno, como el mejorar el rendimiento escolar.

Usar positivamente el tiempo libre, alejados de la violencia, las drogas y el alcohol; desarrollar valores como la amistad, la solidaridad, el compromiso y la perseverancia; mejorar el rendimiento escolar; involucrar a los familiares y a toda la comunidad en la causa y tener la posibilidad de hacer de la música, eventualmente, una carrera.

Todos éstos son impactos que las orquestas infantiles y juveniles tienen sobre sus integrantes, según determinó una investigación venezolana en 1996. Y todos son perfectamente aplicables a la realidad chilena, según aseguran los protagonistas del fenómeno.

Mauricio Albarrán tocó durante cuatro años en la Orquesta de Estudiantes de Huechuraba, ganadora de varios concursos y becas: "En nuestro primer concierto, los de otra orquesta dijeron 'miren, ahí vienen los picantes de Huechuraba'. Eso nos dejó marcados. Decidimos que íbamos a ser buenos, pero ha costado, porque luchamos contra la pobreza en un medio que nadie pesca. Hemos salido adelante gracias a la música", asegura.

Un caso similar es el de Curanilahue, donde se formó una emblemática orquesta que se presentó por última vez en marzo: "Ahí existe mucho vandalismo, muchas pandillas. Creo que la gente sólo puede salir de eso si tiene cosas mejores que hacer, como ahora, que llegó la música, el teatro y el arte al lugar, mejorando la calidad de vida de todos", asegura Eloy Jerez, ex integrante de la orquesta y que hoy estudia música en la Universidad de Talca con la intención de volver en calidad de profesor.

La orquesta se disolvió porque los jóvenes crecieron, terminaron cuarto medio y se dispersaron. Pero ocurrió un hecho notable: sus integrantes obtuvieron, en promedio, 700 puntos en la PSU. 200 más que el resto de sus compañeros del Liceo Mariano Latorre. Con tal rendimiento, ocho siguieron la carrera de Música en la Universidad de Talca y la mayoría del resto estudia otras carreras en 9 universidades distintas.

Rodrigo Aguayo, por ejemplo, ponderó 710 puntos y entró a Psicología en la Universidad de Talca. Al salir de cuarto medio se encontró en la disyuntiva: la música o una carrera humanista. No tuvo que elegir: hoy combina sus clases con su participación en la orquesta de la universidad.

Varios estudios postulan que el aporte de la música al rendimiento académico tiene que ver con la capacidad de concentración. Rodrigo Aguayo añade: "Gracias al estudio de un instrumento te acostumbras a ser responsible y a trabajar sistemáticamente. Soy muy metódico y organizado y eso es por el trabajo diario con mi violín".

Pero la disciplina no parece ser lo único que aprenden estos jóvenes. Solidaridad, compañerismo, esfuerzo, lealtad, constancia, amistad y respeto son algunos de los valores más mencionados por ellos mismos como los principales legados de haber pertenecido a estas agrupaciones.

Amor y familia

Sin embargo, no todas las personas que los rodean entienden el afán formativo de la instancia. Según Camilo Abarca, de la Orquesta Sinfónica Infantil de Talagante, su suerte de ser apoyado no es compartida por todos sus amigos: "Mis padres hicieron un esfuerzo y me acaban de comprar un nuevo cello, que costó 900 mil pesos, que pagaron en 4 cuotas. Me siento feliz, pero sé que tengo una gran responsabilidad. He tenido amigos, eso sí, que me han contado que su familia y sus vecinos alegan cada vez que practican y eso los desmotiva. El apoyo de los papás, el que te vayan a ver y te digan que lo haces bien te ayuda a seguir adelante".

Pero no siempre hay padres. Es el caso de la Orquesta de la Fundación Mi Casa, que agrupa a niños y jóvenes en riesgo social.

Rodrigo Hormazábal llegó ahí a los 4 años. Nunca conoció a su familia, pero siente que la orquesta ha llenado parte de ese vacío: "Se armó este grupo y yo, que siempre fui muy piola, me aprendí a relacionar y me hice de amigos gracias a eso. Además, permitió que tuviéramos contacto con gente de afuera", explica.

Rodrigo tiene 22 años y hoy estudia música en la Universidad de Chile. Toca flauta traversa y ahora recorrerá el sur y cruzará a Mendoza como integrante de un cuarteto.

"Se le ha abierto el mundo. Al igual que los otros miembros de la orquesta, encontró en ella un sentido de vida, un sentimiento de arraigo y pertenencia", comenta Luis Reyes, director de la Orquesta Mi Casa.

Pero la participación en las orquestas infantiles y juveniles tarde o temprano se termina. Y los jóvenes deben decidir entre seguir el camino profesional de la música o buscar otro destino.

Mauricio Albarrán, Eloy Jerez y Rodrigo Hormazábal optaron por lo primero. Todos se declaran enamorados de sus instrumentos. Eloy dejó la música por seis meses, estudió Ingeniería en Informática, pero volvió, porque extrañó su cello. Rodrigo Hormazábal recientemente sacó su título de contador, opción que tiene en cuenta "por si acaso".

Paulina Carrasco trabaja todas las tardes en un restaurant de comida rápida. Este año finaliza su beca en la Universidad Católica y sabe que probablemente tendrá que comenzar a financiar sus estudios de música. Sus padres trabajan en la feria y, además, quiere valerse por sí misma.

Todos tienen conciencia de que es un camino difícil. Paulina pasó de la Orquesta de Huechuraba a la Metropolitana. Ahora aspira a la Nacional Juvenil, para llegar finalmente a su meta: la Filarmónica de Santiago.

"Casi todos los que están en las orquestas desean llegar a profesionales. No todos pueden lograrlo. Pero uno se va contagiando. El que no sigue es, generalmente, por inseguridad o porque no pudo. Más que porque no quiso. Pero lo importante es que seguramente ninguno dejará la música del todo".