Diciembre 18, 2000

Los inicios del piano en Chile

Rondón, Víctor (2000)
El piano llegó poco antes de la Independencia a Chile, y los primeros favorecidos con ellos fueron las mujeres de las familias acomodadas que animaron el salón de sus familias, y quienes aprendieron a tocarlo de memoria. Sólo a mediados de siglo se academizó su estudio y apareció la primera figura relevante: Federico Guzmán.

Del clave al piano: feminismo y aristocracia
Hasta 1700 en Chile no se conoció más instrumento de teclado que el órgano; sin embargo, con el inicio de siglo hizo su aparición el clave. Este, según Pereira Salas, "produjo tal entusiasmo en los melómanos y en el pueblo mismo que todavía Valparaíso conserva una calle que eterniza el recuerdo de su introducción. Por la calle del Clave vieron los porteños desfilar el primoroso instrumento que iba a dar nuevo brillo a la ejecución musical", la que vuelve a revolucionarse con la llegada del piano, en la última década del siglo dieciocho.

El piano en Chile surge como un instrumento aristocrático. Sólo la clase dominante tuvo los recursos económicos para afrontar las elevadas sumas que importaba su adquisición, transporte y la sustentación posterior de la actividad social del salón, espacio de élite de solaz y esparcimiento en donde el instrumento encontró lugar privilegiado. Sin embargo, los testimonios sobre su dispersión y popularidad no son concluyentes. Al revisar los escritos de viajeros extranjeros, podemos observar que las situaciones musicales descritas corresponden a salones de familias acomodadas, en un par de ciudades principales. Esto se debe tener en cuenta para relativizar generalizaciones como las de María Graham, en 1822, o de W. S. Ruschenberger, diez años más tarde, en que se afirma que practicamente en cada casa chilena había un piano. Otro europeo, F. Maynard, señalaba que, a mediados de ese siglo Concepción era "una feliz provincia en que la epidemia del piano no ha reventado como en Santiago o Valparaíso", por el contrario, el testimonio del marino Blanckley, en 1834, señala que en la ciudad de San Carlos de Chiloé el piano era un instrumento común.

Lo indudable es que el instrumento, hasta mediados del siglo diecinueve, siempre aparece asociado a ejecutantes femeninas. La interpretación pianística era un plus para la joven de la época, como asimismo lo era la sola posesión del instrumento para la figuración social familiar. En los primeros años de la independencia S. B. Johnston observaba que "los pianos son en extremo escasos y de valor casi incalculable; uno de estos instrumentos se lleva por completo la preferencia del 'beau monde' y la hermosa que sabe tocarlo está segura de arrastrar tras sí una corte de admiradores en desmedro de su menos opulenta vecina que no cuenta más atractivo que una guitarra".

La enseñanza del piano a las damas criollas desarrolló una metodología particular que soslayaba la lectura de la partitura, tal como lo señalaba Ruschenberg cuando anota que hacia 1820 "se enseñaba el piano por imitación, como aprende a hablar un loro, sin método ni música impresa o manuscrita. Aún hasta el año 1828, yo mismo he visto a niñas que seguían con la vista los dedos del maestro sobre el piano y aprendían unos pocos compases a la vez, y a fuerza de mucha práctica, reteniéndolos en la memoria".

El repertorio pianístico lo constituían, en primera instancia, piezas para bailar y cantar entre las cuales encontramos danzas de salón de origen europeo y criollo, además de marchas e himnos patrióticos. Luego surge el repertorio operístico italiano, constituido por arias con acompañamiento de piano, a veces ejecutado por la misma intérprete. Finalmente surge el repertorio pianístico de arte, con obras de autores como Mozart y Haydn, incluida la música de cámara, expresión última de la "música sabia y filosófica de las creaciones mágicas que nos arrebatan y nos conmueven", como lo señala el periódico La Clave (4 de julio de 1827).

En la visión del observador extranjero, como asimismo de los miembros de la aristocracia ilustrada chilena, tanto la paulatina adopción del piano como del repertorio europeo, constituía una señal de incorporación de nuestra sociedad al mundo moderno y civilizado. Así al menos se desprende de la opinión de W. B. Stevenson en 1825 cuando opina que "los sones discordantes de la guitarra han cedido su puesto al piano, y los bailes sin gusto del país, a la agradable contradanza europea. Los chilenos se han hecho semieuropeos, tanto en sus trajes como en sus recreos y costumbres".

El piano en la iglesia
En 1851, el padre Francisco Alvarez, prior del Convento de las Recoleta Dominica, escribe sobre los gastos en música en el convento recoletano en décadas anteriores: En una de sus partes dice: "Para la Iglesia se compró un piano inglés de la mejor fábrica, de los que llaman parados. En Valparaíso importó quinientos treinta pesos. Aquí se le puso una buena cubierta de terciopelo de algodón y se guarda bajo una reja de fierro con su llave. Las señoras mujeres tocan en él en las misas de novenas, y en los dias de Jubileos, ó induljencias plenarias y en que se descubre la magestad". A la ya señalada relación genérica entre el piano y las mujeres, se documenta también que el piano en la Iglesia se utilizaba para el adiestramiento musical de los religiosos. No sabemos aún qué tipo de repertorio era el que se tocaba aquí, pero se puede advertir una posible salonización del espacio sagrado.

La creación del Conservatorio Nacional de Música en 1849 vino a materializar el estatus del piano en la sociedad chilena constituyendo una cátedra dedicada en conjunto tanto a este instrumento como al de sus congéneres: el recién llegado armonio y el antiguo órgano. Así la formación académica se plantea servir a diferentes espacios musicales, los que en otros instrumentos apuntaban a la formación de músicos de ópera, zarzuela y de bandas militares. En el caso de los teclados, incluía al servicio musical ya no sólo de los salones, sino también de la iglesia. En el primer cuarto de siglo de esta institución de los 91 alumnos inscritos en el período, 85 fueron mujeres y sólo 6 varones.

Federico Guzmán
En tal contexto resalta nítidamente el surgimiento de la primera figura masculina del pianismo chileno quien nace en Santiago el 17 de agosto de 1836 falleciendo en París, en agosto de 1885. Su familia, constituida en su mayoría por músicos, jugó un papel fundamental en su formación y desarrollo inicial. Después de desarrollar una variada actividad en Chile como compositor, intérprete y profesor, su contacto con el pianista y compositor norteamericano Louis Moreau Gottschalk, en 1866, lo estimulan a viajar a París a perfeccionar sus estudios, entre 1867 y 1869, los que combina con exitosas giras de concierto en Francia e Inglaterra. Además de Europa, sus giras de conciertos lo llevan a los Estados Unidos, en 1870, y a varios países latinoamericanos, como Argentina, Perú y Brasil, editando sus obras en varios de ellos. Su estadía en Chile durante 1869 y en Lima, entre 1871 y 1879, son de gran trascendencia, por la difusión que hiciera del repertorio clásico-romántico, con un énfasis especial en Chopin.

En opinión del musicólogo Luis Merino, Guzmán representa la modernización del quehacer musical chileno de la segunda mitad del siglo diecinueve. Su aporte a través de obras para piano y lieder, junto al cultivo y divulgación de la música de arte a lo largo de toda su vida, contribuyó a ampliar el repertorio circunscrito a la música de salón de raigambre europea que imperaba en el medio chileno. Por la cuantía y calidad de su obra, puede ser considerado merecidamente como el fundador de la tradición pianística chilena, que durante décadas lo ignoró.

Luego de su muerte, sus obras volvieron a escucharse a principios del siglo veinte, en las tertulias de Luis Arrieta Cañas y José Miguel Besoaín interpretadas por figuras como Amelia Cocq y Rosita Renard. Sólo en 1982 se realiza la primera grabación en cassette de algunas de sus obras a cargo de la pianista Ida Vivado, y en 1994, el sello SVR publica el disco compacto "Piano chileno de ayer y de hoy" que abre con dos piezas de nuestro compositor, a cargo de Gabriela Yazigi. Quizás la relación entre el nombre de Guzmán con piezas de danzas criollas, - recogidas en las grabaciones nombradas- había conspirado con el prestigio del compositor entre los pianistas locales que normalmente privilegian el repertorio europeo. Por esto, también, sorprendió la aparición el presente año de un nuevo registro apoyado por Fondart, integramente dedicado a Guzmán, a cargo de la pianista de la Escuela Moderna de Música, Bárbara Perelman quien seleccionara para su album "Federico Guzmán" un repertorio compuesto sólo de "piezas de concierto de raigambre popular europea" y de "música de arte".

La recepción actual de las obras de Guzmán tanto a través del fonograma como de recitales públicos han provocado sorpresa por su calidad estética y técnica. Bárbara Perelman resalta además la gran producción pianística del músico decimonónico en la que se reflejan distintas etapas e influencias, lo que permite disponer de piezas de diverso carácter y grado de dificultad que perfectamente pueden venir a enriquecer los materiales didácticos de los alumnos en formación y el repertorio de los pianistas en ejercicio, especialmente para la época romántica, ahora con la denominación chilena.

Víctor Rondón Fac. De Artes, Universidad de Chile.