Diciembre 16, 2001

Oscar Gacitúa: un gran intérprete

Rosas, Fernando (2001)

Oscar Gacitúa. La nómina de pianistas chilenos que han puesto fin a sus días es bastante aterradora.
Conocí a Óscar Gacitúa en 1951, cuando tocaba un concierto de Mozart con la Orquesta Sinfónica de Chile en el Aula Magna de la Universidad Santa María de Valparaíso. Me produjo una profunda impresión y desde entonces lo aprecié como uno de los pianistas más importantes de este país.

Sus interpretaciones siempre tenían lo que los músicos llamamos un poderoso ángel. Esto es, a través de la música desarrollaba una notable capacidad de comunicación con el auditorio.

Después que llegué a Santiago, en 1964, lo conocí personalmente y trabajó junto a nosotros en diversos proyectos en la Universidad Católica. Más allá de tocar conciertos, participaba también en música de cámara, en estreno de obras modernas y en diversas agrupaciones. Sin embargo, son para mí imborrables sus actuaciones junto a nosotros en el Concierto Nº 21 de Mozart, el Nº 1 y Nº 2 de Chopin, en los cuales era insuperable.

Óscar estudió en el Conservatorio Nacional de Música con el notable maestro Alberto Spikin, a quien pude conocer brevemente a través de mi profesora Cristina Herreros, quien fue también alumna de él, y que sin duda fue un maestro insuperable en materia de piano. Continuó sus estudios en Estados Unidos con el profesor Horzowsky, el que a su vez había sido alumno de Rudolf Serkin. De esta manera, Óscar fue un heredero directo de grandes escuelas pianísticas.

Óscar era un artista que no transaba en sus conceptos musicales aunque ello le significara enemistarse con quien fuera. En una ocasión, en un concierto de la Sinfónica que iba a ser televisado, tuvo un altercado con las personas encargadas de la iluminación, ya que estimó que las luces le impedían hacer su trabajo en buenas condiciones. En otra oportunidad, tocando en Buenos Aires el primer concierto de Chopin, el director de la orquesta quiso suprimir algunos compases de la partitura como en algunas plazas ha sido frecuente. Óscar reaccionó igualmente en forma airada delante de toda la orquesta, hasta que consiguió que se ejecutara la versión tal como él estimaba correspondía al pensamiento de Chopin.

Ser pianista en Chile
Pienso que Óscar sufrió con el cambio de rol de los pianistas desde comienzos de siglo hasta la actualidad. Los pianistas fueron en su tiempo, y hasta la generación de Serkin, Arrau, Rubinstein y Horowitz, los grandes artistas de su época. La lectura de las Memorias de Arthur Rubinstein nos muestran la importancia que tenían los pianistas en la sociedad y cómo su profesión les permitía el acceso a los más altos sectores con la consiguiente fama, popularidad y éxito en todas las esferas. Esto como es sabido fue cambiando con el tiempo y desde hace muchos años los grandes ídolos corresponden a la música popular, y salvo contadas excepciones su popularidad varía muy rápidamente.

Por otra parte, es complicado ser pianista de dedicación absoluta en un país donde apenas hay pianos. Lo hemos dicho con majadería y lo repetimos en estos difíciles momentos. Fuera de unos pocos pianos que hay en Santiago, en las regiones del norte y del sur hay muy pocos verdaderamente de concierto. Asimismo, en cualquier ciudad mediana de un país desarrollado existen más pianos de concierto que en todo Chile. No se le puede pedir a un pianista que haga un completo recital o un concierto con orquesta con un piano de media o tres cuartos de cola, generalmente muy antiguo y en regular estado de conservación.

La nómina de pianistas chilenos que han puesto fin a sus días es bastante aterradora. Mencionamos entre ellos a Juan Reyes, en los años 40; a Armando Palacios en los años 60, igual que Hugo Fernández, ambos muy destacados; a mi buen amigo Mario Miranda, que si bien no puso término a su vida en forma directa, indirectamente lo hizo, y agregamos a esta nómina el gran nombre de Óscar Gacitúa. Alguien preguntará, ¿se tratará, una vez más, del llamado pago de Chile? Creo que en parte es así.

Como no queremos que estas muertes continúen, quisiera a través de estas líneas hacer un llamado urgente y dolorido a todos los que pueden evitar que nuestros artistas sientan el abandono.

Quienes han hecho tanto por nuestra patria tienen el derecho a recibir de nuestro medio musical circundante el reconocimiento social e incluso económico a través de premios que no se han creado.

Todos ellos, ciertamente, gozan del derecho a recibir el apoyo de quienes hemos escuchado y aplaudido sus conciertos. Sólo de esta manera creo que podremos tener la conciencia de haber creado un medio musical más justo y equitativo en el que sus cultores gocen de sus merecidas recompensas.

Querido Oscar, descansa en paz. Con creces te lo has ganado.