Septiembre 11, 2005

Toda esa onda cuequera

Contardo, Oscar (2005)
Arrabalera en su origen, la cueca brava resurgió en los 90 muy de la mano de La Negra Ester y con la ayuda de Los Tres y MTV. Quién lo diría. Cueca cool de viejos bravos y juventudes rupturistas.

Corría 1971 y el grupo Aparcoa, fiel exponente de la Nueva Canción Chilena, entra en contacto con Nano Núñez, cuequero de cueca brava, urbana, sin poncho ni tinajas, sino de terno, del que se guardaba para las visitas a las casas de gastar (de remolienda, se entiende), con un único objetivo: la fiesta. Aparcoa, muy por el contrario, era parte del legendario movimiento musical que había abrazado los sonidos andinos, el charango y la estética altiplánica como bandera de expresión de lo propiamente chileno, o al menos latinoamericano con fines más altruistas y menos carnavalescos. Mal que mal eran los setenta. Nano Núñez los escuchó, y en lugar de dar un juicio sobre su música, les preguntó: "¿Por qué en lugar de cantar con quena no cantan una cueca?".

Andinos, pero no sectarios, los integrantes del grupo le hicieron caso a Núñez, y en el festival de Viña del 72 los Aparcoa cantaron cueca, de las que cantaba Nano Núñez, la brava que no es la huasa. "Dicen que Viña del Mar" fue el título de la canción, toda una novedad para el gran público. La historia la cuenta Mario Rojas, músico, investigador y productor de la música popular chilena, para responder a la pregunta de cuándo es que comienza a reflotar la contracara urbana de la cueca. La chilenera, brava, sin chamanto, ni espuelas, ni guatón Loyola.

La decisión del grupo Aparcoa aquel febrero de 1972 pudo marcar un hito y darle una nueva vida a la cueca urbana si no fuera porque el género nuevamente se sumergiría por la fuerza de los sucesos políticos que vendrían. No había mucho espacio para fiestas. Tendrían que pasar otros veinte para que la cueca chilenera comenzara a dar señales de vida más allá de su circuito habitual de ciertos boliches de La Vega y algunos bares de Estación Central y Valparaíso. Rojas recuerda que los primeros síntomas fueron las tocatas de Jazz Huachaca entre De Kiruza y los hermanos Parra en el año 87. El investigador explica que en esa fecha comenzó a gestarse la idea de llevar al escenario de alguna manera una historia sobre una mujer de vida alegre escrita por Roberto Parra. Algunos sobresaltos en la alianza de los Parra y la banda De Kiruza retrasaron el desarrollo de la idea que finalmente llevaría a cabo Andrés Pérez. "La Negra Ester" prontamente se transformó en un clásico, y como efecto secundario provocó que Álvaro Henríquez integrara a su repertorio en Los Tres la tradición cuequera. Nuevamente la cueca brava se prestaba a saltar de los márgenes al centro, o en este caso, del más oscuro de los rincones al más expuesto de los escenarios cuando Los Tres graban en 1995 su concierto Unplugged para MTV.

El reencantamiento había comenzado a gestarse. La generación de los viejos cuequeros que rozaban los ochenta años entraba en contacto con la de músicos criados en el rock que aún no llegaban a los treinta. La nueva década había resucitado la cueca brava obteniendo su certificado de música de culto. Pronto los jóvenes querrían cueca, o más bien "esa" cueca, la que no tiene olor a campo, sino a jolgorio arrabalero.


LOS TRUKEROS. "De visita" se llama el nuevo álbum que la agrupación lanza esta semana. Los Trukeros junto a otros cuequeros se reúnen todos los lunes en La Posada del Corregidor.
Esta semana, Los Trukeros lanzan su segundo disco, "Los Trukeros de visita". El álbum se suma a una serie de publicaciones y registros cuequeros urbanos que vienen sucediéndose desde un tiempo a esta parte. Hace un mes, Hernán Nano Núñez lanzó su libro "Crónicas de la Cueca Brava"; hace tres semanas el grupo Los Tricolores publicó su segundo disco bajo el sello Chile Profundo, el mismo sello que lanzó la semana pasada un CD de Luis "Baucha" Araneda (ver recuadro), síntomas del inusitado auge del género cuequero que seguro se intensificará a medida que las Fiestas Patrias se aproximen.

El musicólogo Rodrigo Torres compara el fenómeno con el de Buena Vista Social Club. "El reencantamiento por la música de unos viejos que parecían estar perdidos comienza a hacerse visible y provoca la admiración de gente que nunca conoció esa música, jóvenes que deciden acercarse al género y que a la larga le dan un nuevo sentido".

Los grupos se han multiplicado, porque al parecer cualquier camino sirve para llegar a la cueca. Además de Los Tricolores y Los Trukeros están Los Santiaguinos, Las Torcazas, Las Capitalinas y Los Porfiados de la Cueca.


CUECA REBELDE. La banda Los Porfiados de la Cueca conservan no sólo la actitud punk de su pasado rockero. También mantienen el bajo y la batería. Acá posando en los rieles de Estación Central, en la misma línea que la carátula de su disco: cueca de jeans y polera.
Marcelo Campos, vocalista de este último grupo, mantiene cierta actitud punk de su anterior banda que tenía como nombre Demente. Con un sonido que a muchos les recordaba a los argentinos metaleros de Rata Blanca o a los españoles de Barón Rojo, Demente tuvo que ceder a los influjos cuequeros que comenzaron a cautivar a sus integrantes. Primero matizaban el rock con cueca brava a modo de after hour, hasta que finalmente abandonaron el repertorio original y le cambiaron el nombre al proyecto. La portada del primer disco de Los Porfiados de la Cueca los retrata a ellos de paseo por La Vega con una gráfica que los acerca más a U2 o a Greenday que a la tradicional imagen con que se asocia el género musical.

El disco, que comienza con el sonido de las puertas del Metro, tiene como primer corte el tema "La cueca contraataca", que hace un guiño a Star Wars en su introducción.

"En las presentaciones vamos haciendo mezclas con temas rock o punkie. Tenemos una batería y un bajo poderoso, aparte de que nosotros no tenemos acordeón y las melodías las hace una guitarra". Como dice una de sus canciones, "yo no tengo otro acento/soy del cemento".

Con un pasado de música andina, Rodrigo Miranda, integrante de Los Trukeros, miraba con distancia los sonidos del Valle Central hasta que conoció la cueca brava. Vertiginosamente cayó en cuenta que el género era muy coherente con su debilidad por la "fiesta y la jarana con guitarra". El entusiasmo que nunca le provocó el Bafona o Los Quincheros lo encontró en las grabaciones de el Baucha y Los Chileneros. Pronto comenzaron los primeros escarceos como intérprete, hasta que Dióscoro Rojas los vio tocar y los invitó a la Fonda Huachaca. Actualmente, Los Trukeros convocan cada lunes a las 15:00 horas a grupos de cuequeros jóvenes en La Posada del Corregidor en la calle Esmeralda, como mirando hacia La Chimba, al otro lado del río. El lugar donde antiguamente estaban todas esas chinganas medio bárbaras que despreciaran desde Andrés Bello hasta el alcalde Vicuña Mackenna y en las que la cueca brava campeaba a fines del siglo XIX.


DE TRAJE. Los Tricolores con Daniel Muñoz en el pandero.
La fiesta desatada en la que surgió la cueca urbana nunca fue bien vista por las autoridades de la urbe: "Los movimientos voluptuosos, las canciones lascivas y los dicharacheros insolentes hieren con vehemencia los sentidos", escribía Andrés Bello a propósito de las chinganas en 1832. Bello es citado por Rodrigo Torres, en el artículo "El arte de cuequear", como un ejemplo a la resistencia frente a cualquier expresión que surgiera en los arrabales.

El artículo "El arte de cuequear" (incluido en "Cuadernos Bicentenarios", compilación a cargo de Sonia Montecino) comienza con un hecho ocurrido hace cinco años, con motivo de las celebraciones del nuevo período presidencial en marzo de 2000. Como parte de los festejos para las representaciones extranjeras se montó un espectáculo que tuvo como número especial al conjunto de cueca brava Los Chileneros. Repentinamente, en lugar del habitual grupo de huasos zapateando con espuelas en coreografía, una pareja sin atuendo campesino bailaba una inusual cueca. Él de traje y ella con un brillante vestido de noche. La performance provocó cierto escozor, y un día después una diputada representaba su malestar, porque "más bien parecía una pareja que bailaba tango en lugar de música chilena". La desconfianza, que pesa incluso hoy sobre la cueca brava, es un baldón de antigua data. Su representación atípica y su origen poco santo nada tienen que ver con la representación simbólica habitual de la cueca huasa fraguada al alero de la industria discográfica y difundida por el Estado de diversas maneras desde la segunda mitad del siglo según explica el musicólogo Rodrigo Torres.

"Cuando comienzan a instalarse las compañías discográficas internacionales en Latinoamérica, buscan tener en su catálogo un género representativo de cada nación", se extiende Torres. La cueca campesina es la elegida para representar a Chile, claro que con algunos matices. Las tradicionales cantoras de agudas voces son reemplazadas por la industria por el cuarteto de huasos de voces más acorde con la estética norteamericana. Así es como se fija durante los años 30 y 40 esta imagen de la cueca que deja en los márgenes a la cueca urbana interpretada por hombres -y no por cantoras- de los arrabales de Santiago y Valparaíso. Hombres que ejercían oficios siempre relacionados con zonas de abastecimiento. Matarifes, verduleros, veguinos y tipos bravos. "El género nunca fue de gusto masivo. Excepto cuando nació y se popularizó en los albores de la república", agrega Mario Rojas.

El carácter subterráneo de la cueca brava se acentuará con diversos procesos históricos que terminan por darle un sello institucional y de representación folclórica a la cueca huasa. Desde las escuelas, liceos y colegios, hasta el Bafona, pasando por los grupos folclóricos de las empresas y organizaciones del más diverso tipo. Frente a eso, los cuequeros urbanos poco podían hacer. "Esta cueca se la consideró de la bohemia, del burdel; incluso se la llama así como una forma de descalificación: cueca aputada", añade Torres. El espíritu de carnaval se mantiene porque según Torres, los bailarines de cueca brava comienzan a hacer algo nunca antes visto en esta danza: mueven las caderas.

Lo que Rodrigo Miranda, de Los Trukeros, llama "jarana", Luis Castillo, de Los Tricolores, lo denomina "hacer desorden". Oriundo de Yungay, Castillo fue criado en la más estricta tradición huasa. Ganó todas las competencias de baile que pudo "desde la básica hasta que salí de la media". Algo cambió cuando en un ensayo escuchó una cueca distinta a todas las escuchadas. "El piano era más elegante, el contenido de las letras más poético"; eran Los Afuerinos, insignes representantes del género urbano. En sus habituales giras como bailarín, Castillo dio con ellos en Valparaíso: "Ése fue el trampolín". Abandonó el pasado huaso, y abrazó la tradición brava, que es casi sinónimo de "hacer desorden", según explica Castillo. Los Tricolores acaban de sacar nuevo álbum junto al actor Daniel Muñoz, también llamado por el resto del grupo "el quinto elemento".

"La creación de nuevos grupos se debe al reencuentro de los músicos con la cueca. Por muchos años la cueca era, más que música, un ejercicio patriótico", reflexiona Mario Rojas. El musicólogo Rodrigo Torres añade que el nuevo interés es un síntoma de descongelamiento del prototipo "folclorizado de la cueca". Torres habla de un "proceso de apropiación del ciudadano de algo que ha estado en el museo". Un museo que recibía visitas esporádicas, y en donde los letreros de "No tocar" abundaban más que los anuncios de fiesta.

Próceres

Este lunes murió Rafael Berríos, más conocido como Rabanito y más reputado como el mejor acordeonista de Chile. Con casi ocho décadas de cueca en el cuerpo, Rabanito fue figura en la vieja guardia y también en la nueva con su participación en el disco "Tequila", de Ángel Parra Trío. Nacido cuequero murió en su ley, como seguramente lo harán todos los de su generación, que no por antiguos están menos vigentes. Como Luis Araneda, el Baucha, con quien Rabanito grabó en los años del vinilo.

El mismo lunes que Rabanito murió, el Baucha lanzaba su nuevo disco "De lo Urbano a lo Divino", el segundo álbum del sello "Chile Profundo". De edad inconfesable -"usted viva su vida porque a mí no me gusta que me pregunten la edad"-, el Baucha fácilmente supera los sesenta años de carrera si se toma en cuenta que empezó a los cinco años cantándole "a los amigos de mi papá que tenían fiestas". Su circuito inicial fue Estación Central, el barrio en el que vivió y en el que su padre estacionaba el carretón de flete "frente a la animita de Romualdito". El CD del Baucha combina la cueca con el bolero, "porque hay que saber combinar". Baucha fue, junto a Hernán Nano Núñez, el fundador de "Los Chileneros", el conjunto que en 1967 se trasformó en un hito de la cueca urbana. "Con nuestro disco batimos un record: entramos a las dos de la tarde a grabar al sello y a las 21 ya teníamos 19 temas grabados", recuerda el hombre de la voz y el pandero.

Nano Núñez, el otro chilenero, tampoco se queda atrás. Hace un mes lanzó sus memorias tituladas "Mi gran cueca. Crónicas de la Cueca Brava". Núñez explica en las primeras páginas de su libro que "Mi escuela fue el arrabal/fui a clases a los conventillos/y la vengo tarareando/desde que casi era un niño". La biografía poética del cuequero narra en cuartetas una vida dedicada a la música de los arrabales que tuvo como punto de inflexión la formación del grupo "Los Chileneros". "Mi cuna fue una guitarra/ y mi almohada el clavijero/ me tapaban con la funda/ mi cascabel fue un pandero", asegura Núñez. El libro fue coescrito por el musicólogo de la Universidad de Chile Rodrigo Torres, e incluye un disco compacto recitado.

Sitio con información sobre la cueca chilena:
www.cuecachilena.cl