Agosto 8, 2005

"Los Chinos" y "La Carmelita"

Carrizo, Alberto (Poeta y escritor) (2005)
Era sábado y la tarde avanzaba, en medio de las "cajas" y pitos y bombos que pregonaban la fe católica de la "Octava" de la Fiesta de La Tirana; la plaza Arica, del barrio El Colorado, estaba colmada de bailes iquiqueños, que venían a refrendar todo el ceremonial ya ofrecido en el desierto mítico y místico, donde cada año se produce el real "milagro" de las doscientos mil personas, venidas, no sólo de regiones nuestras, sino que de muchos puntos inimaginables del planeta.

Estandartes, palios y altares presidiendo los diversos grupos religiosos, voces ordenando el ritual que devendría pronto entrada al "calvario", saludo a la Virgen, danzas, misa del alba, horas y horas de nuevas ofrendas coreográficas de los centenares de danzantes-peregrinos-mandantes-servidores y finalmente la despedida.

Era un espacio emocionalmente sacro que desbordaba las calles adyacentes y con síntomas distintos a los observados en el poblado del desierto: ambiente sereno pese al frío que exigía movimiento, orden en la espera, un comercio distante de la iglesia, que no restaba a las horas, su solemnidad. "La Tirana chica", en suma, era un refugio de la familia que deambulaba sin riesgos. Un ejemplo de inteligencia colectiva hacia la sacralidad.

Leo un gran letrero de fondo negro, en las inmediaciones de la plaza: "Sociedad bailes chinos", fundada el 8 de septiembre de 1908 y luego, más abajo: "Sociedad Religiosa Bailes Chinos", funda el 5 de noviembre de 1968. La confusión de fechas, para este honorífico grupo religioso, es grande. Me asiste su segundo caporal (Patricio Flores) quien me aclara que en los albores del siglo recién pasado, la primera fecha es de organización general de todos quienes llegaban hasta el pueblo "La Tirana" y la segunda, es la relativa a la formalidad legal actual. ¿Los chinos, vestidos de mineros?. Sí me replica: son los "servidores" (de chinu-voz vernácula); he conversado con el escritor, cronista e investigador Senén Durán y me explica que los primeros "chinos" fueron realmente tales porque fueron convertidos en esclavos de faenas mineras y que surgieron en Andacollo; los tiempos también trajeron chinos-esclavos a las covaderas peruanas del litoral y a los ingenios azucareros al norte de Tacna; después, inician su ritual los que venían Paposo con su vestuario de mineros. Allí radica la explicación de la indumentaria del baile religioso: pantalón duro, camisa café "carmelita", faja y "culera" (para trabajos deslizamientos), pañoleta blanca para cubrirse del sol.

La sencillez de este grupo, no sólo se refleja en el respeto a la tradición de los ya ex esclavos, sino que además en sus mujeres, como la Presidenta María Roja, que sin abandonar su trabajo me cuenta que ellas "llevan banderas", en especialistas promesantes ", ...y sólo el amor que acerca al Creador puede resolver las impiedades del mundo actual". La secularizad los mantiene unidos ya que dos caporales -de por vida- les guían en todos los azares: Omar Vidal (no vidente) y además Iván Pasteniche, en una especie de gran patriarcado que los representan en el Cuerpo colectivo de Caporales, cuenta que tienen setenta bailarines y un total de 150 seres unidos y comprometidos con la evangelización y que dentro de más de 200 bailes tienen el honor de ser los primeros en "sacar a la Carmelita", por decisión histórica y que defienden, lo que dijo también atrás el ex Rector del Santuario de La Tirana, sacerdote Javier García: "...esto no se puede convertir en un carnaval..." Sin conocer la exactitud de la cita, me confirman las visiones que he tenido cuando gigantescos grupos de bailes venidos desde muy lejos, casi caen en alardes de exhibición, menguado en ellos la actitud de fe comprometida. "Los Chinos", constituyen una reserva religiosa de gran potencialidad; no les interesa ni el fasto ni la fanfarria, son simplemente vivo testimonio de fe del cofrade organizado; constituyen un silencioso río de alma concientes de que en sus hijos y nietos heredarán la fe por "La Carmelita".

Y en ese esfuerzo convertido en tradición están no sólo sus caporales, también "sus banderas", sus tambores, sus flauteros, sus socios en el anonimato. Todo ello, lo confirma Patricio Flores, cuando se refiere al "compromiso de la fe con la identidad de Iquique". Un proyecto Fondart ha premiado este largo proceso de crecimiento del primer baile religioso iquiqueño. La fe, ahora, también es aquilatada en propiedad, como señal mayor del hombre creyente que alza la esperanza del amor en comunión cotidiana.
Fuente: La Estrella de Iquique