Febrero 17, 2001

Vicente Bianchi: defensor de lo nuestro

González S., Cristián M. (2001)
A mediados de la década del cincuenta, el nombre de Pablo Neruda traspasó las fronteras de la poesía y llegó incluso a los rankings de ventas discográficos gracias a la musicalización que se hiciera de una de sus creaciones: "Las tonadas de Manuel Rodríguez". Vicente Bianchi Alarcón fue el responsible.

Para este compositor, arreglador, intérprete y director de orquestas y coros, aquello no sólo sería el comienzo de una estrecha relación de trabajo con el poeta, sino una nota más en la extensa composición que constituye su vida como infatigable creador y difusor de la música chilena, tanto sinfónica como popular, por más de sesenta años.

Fue durante unas Fiestas Patrias -el 18 de septiembre de 1955- cuando se sentó frente al piano y a las partituras, decidido a ponerles melodía a los versos de Neruda. Los últimos cinco años los había vivido en Lima y estaba muy involucrado con la música peruana, pero ya estaba de regreso en Chile. "Los tomé para ver si me venía alguna inspiración. Hacía mucho tiempo que tenía esa idea en mente y no lo había podido hacer, pero aquel día la canción salió muy rápidamente", cuenta.

-Neruda quería que los versos originales fuesen una cueca, y así los bautizó en su Canto General. Eran tres párrafos porque quería una cueca de tres pies: vida, pasión y muerte del guerrillero. Pero encontré que los versos eran demasiado buenos, tan lindos y chilenos, que me pareció más justo hacer una tonada. Y así lo hice.

Con la música en la mano y la ayuda de unos amigos, logró presentar la obra al poeta, a quien no conocía personalmente. "A través de un concuñado que es abogado, y que se reunía siempre con un grupo de amigos en el café Santos, conseguimos organizar una comida en casa de un juez", recuerda.

Neruda aceptó. Después de la comida, todos los comensales pasaron a una sala a tomar café. Aquella habitación estaba oscura, pero al encender las luces, allí estaban Silvia Infantas y Los Baqueanos -quienes momentos antes habían llegado para ofrecer un esquinazo-, cantando "Las tonadas……" dirigidos por Vicente Bianchi.

-Neruda se volvió loco y decía "esto es lo que yo siempre soñé; llegar al pueblo de alguna forma". Me abrazó y la cantamos como treinta veces esa noche. Así nos hicimos muy amigos y surgió la idea de continuar una serie que se llama "Música para la historia de Chile".

Entonces, Bianchi se dedicó a crear nuevas canciones con letra de Neruda: "Romance de los Carrera", "Canto a Bernardo O'Higgins", "A la bandera de Chile", así como los arreglos para el "Poema XV" de los Cien Sonetos de Amor.

"Cuando lanzamos el disco con la tonada de Manuel Rodríguez fue un impacto grandísimo. Se produjo una apertura hacia la música chilena, que estaba muy desmejorada… igual que ahora", se lamenta.

"El problema no es tanto la creación, sino que la difusión. Acá sucede algo bien especial: la gente que graba dejó de hacerlo porque las radios no tocan esta música y, a su vez, las radios dicen que no la ponen porque no tienen repertorio nuevo. Entonces en qué quedamos, nos damos vuelta en el mismo problema. Espero que haya una reacción, pero lo veo difícil.

MÚSICA EN LA SANGRE
Tenía 18 años de edad cuando comenzó a componer -"fueron dos canciones para una película: un vals, "Rayito de sol" y otro tema, "Amanecer", que lo ha cantado Pedro Vargas y otros artistas"-, pero convivía con la música desde mucho antes.

"En la familia de mi madre eran músicos aficionados, tocaban varios instrumentos. Como mis papás se dieron cuenta de que me gustaba la música, y había un piano en mi casa, empecé a tomar clases como a los seis años", dice en un tono de voz pausado y profundo, mientras mira el piano que ocupa un lugar central en el living de su casa.

Vicente Bianchi nació en 1920 en Ñuñoa y le siguieron cuatro hermanos más, pero sólo él se dedicó a la música. "Tuve una vocación especial, aprendía muy rápido y eso me daba el impulso para continuará".

A los nueve años hizo su primera presentación en público y entonces comenzó a presentarse en audiciones infantiles. Era todavía un niño cuando ingresó como artista a una radio, tocando el piano y acompañando a otros pequeños. Pronto formó la primera orquesta infantil y con ella hizo una gira por el país, junto a treinta niños: cantantes, bailarines y músicos.

Durante un par de años se alejó de la radio para dedicarse a los estudios "terminó en el Instituto Secundario de la Facultad de Bellas Artes y luego prosiguió en el Conservatorio" y a los 17 regresó. Pasó por varias emisoras hasta que a los 20 consiguió un contrato con radio El Mundo, en Buenos Aires y, en 1950, se repitió la historia pero con radio El Sol de Lima, en Perú. Se fue por un mes y se quedó cinco años, como director musical y de orquesta.

"Componer me gusta mucho, pero como al fotógrafo que le gusta tomar la foto y también revelarla, lo mismo pasa en la música: uno escribe una obra y no hay nada más rico que dirigirla y escucharla con una orquesta.

En tierras limeñas no estuvo solo pues lo acompañaba su esposa, Hely Murúa. "Nos conocimos cantando. Ella tiene una cultura musical muy grande, igual que su familia. Iniciamos un conjunto con sus hermanas y así empezó el romance. El pololeo duró muy poco, como cuatro meses", rememora. Se casaron en 1947, tuvieron tres hijos y hoy cuentan con cinco nietos. Uno de ellos, el menor, acompañaba a su abuelo el día de la entrevista. "Es un bandido, pero creo que es el que nos va a salir músico".

Cuando regresó a Chile, en 1955, volvió a la radio y formó una orquesta. Fue aquel año también cuando musicalizó los versos de Neruda por primera vez. La serie de temas con versos del vate espera grabarla pronto con Santiago Cuatro, incluyendo "La noche de Chillán", canción que ganó el Festival de Viña del Mar en 1998, evento en el que competía por tercera vez y en el cual también ha participado como director de orquesta y como jurado, tal como lo hará una vez más a partir de este miércoles.

"La noche de Chillán" se llevó la Gaviota de Plata en medio de una polémica. Por entonces, los demás competidores se quejaban de que la canción dejaba en desventaja a las demás y que presionaría al jurado por tratarse de una pieza con letra del Premio Nobel.

"Estuve con Neruda en Isla Negra pocos días antes de que muriera; él estaba en cama. Me invitó a almorzar y en un momento me pidió un papel y con su famosa pluma de tinta verde escribió unos versos. Me los entregó y me dijo: "Le pones música cuando quieras". Los leí, pero eran versos muy libres y no vi qué ritmo darles. Así estuvieron guardados durante 25 años; la gente no me creía, decían que no eran versos de Neruda.

CIELO E INFIERNO
Una amplia y acogedora casa blanca con reminiscencias coloniales y un marcado interés por los objetos antiguos y con motivos chilenos tradicionales caracterizan el ambiente donde se desenvuelve todos los días y son, al mismo tiempo, fuente de inspiración. "Me gusta coleccionar mucha cosa chilena, histórica. Así uno se va surtiendo y espirituando de lo propio". En cada rincón se encuentran recuerdos de sus viajes dentro y fuera de Chile, como una vieja y gran victrola o las más de 60 cruces de diferentes partes del mundo… con las que espera tener el cielo ganado.

"Siempre le digo a mi señora, que cuando me muera no me quiero ir altiro al cielo, sino que quiero pasar un ratito por el infierno, porque el fuego purifica y así paso limpio para arriba. Pero ella me dice que me van a dejar allá abajo", cuenta mientras deja salir sonoras carcajadas.

En todo caso, tiene buenos antecedentes que presentar cuando deba ingresar al Reino Celestial. En 1964, tras el Concilio Vaticano II, el entonces Papa Juan XXIII dio la opción de cantar y hacer las misas, hasta entonces en latín, en el idioma vernáculo de cada país. "Yo ya estaba preparando la Misa Chilena por una razón que tenía con anticipación en la mente: había escuchado mucho las misas africanas y tenía el interés de hacer algo nacional", recuerda. Una vez que la hubo terminado y tras pasar un par de filtros eclesiásticos, se la hizo llegar al Cardenal Raúl Silva Henríquez, quien le contestó a través de una carta que continuara con este tipo de iniciativas. "La estrenamos un domingo de julio con el Coro Santa Marta -que él organizó poco tiempo antes-, en presencia del Cardenal, en una iglesia que se inauguraba en Cerrillos. Desde entonces, ya lleva 34 años cantándose. Al principio hubo una polémica, como sucede con todo lo novedoso. Algunos obispos trataron de parar esto, pero era como detener un movimiento que ya había iniciado la misma Iglesia".

En 1969 fue el propio Cardenal Silva Henríquez quien le solicitó que compusiera otra obra de carácter religioso: el Te Deum Nacional. "He hecho muchas obras de temas religiosos: corales, cantos". En 1970 compuso la "Misa de la Cruz del Sur" o misa sudamericana, que involucró los ritmos folclóricos más representativos de los países de América del Sur, como siempre, interesado en difundir la creación que surge por estas tierras y, en especial, en su patria.

A tanto llega su defensa de nuestra idiosincrasia que en 1957, como lo consigna un diario de la época, Vicente Bianchi pidió la intervención de las autoridades para detener la difusión del rock and roll, "porque enturbia la mentalidad de nuestra juventud y daña su sensibilidad artística, que bien podría utilizarla en mejores manifestaciones, como nuestra noble cueca, por ejemplo". De más está decir que nadie le hizo caso y él mismo reconoce hoy que "no se puede ir en contra de las cosas que caracterizan a cada época".

La defensa y promoción de lo chileno ha sido la base de mi trabajo como compositor. He hecho otras cosas, como boleros o composiciones románticas, pero todo aquello ha sido secundario a lo anterior. Y en ese contexto, cada día sigue componiendo y estudiando tres o cuatro horas diarias de piano; además, está preparando una propuesta para presentar al Fondart para grabar una serie de obras inéditas. Pero también dedica parte de su tiempo a terminar muchas otras composiciones que aún tiene inconclusas. "Estoy preparando mi partida… ordenando todos mis papeles y mi música", confidencia.

-¿Tiene algún mal presentimiento?
No, no me quiero ir todavía, pero a estas alturas de la vida hay que estar consciente de que el camino se acorta… Son 80 años. Tengo mucha cosa en borrador, muchas cosas que yo no quiero que mueran. Pero me voy con la conciencia tranquila de que he dejado algo útil a mi gente".
Fuente: El Mercurio de Santiago