Noviembre 29, 2007

VIOLETA después de vivir un siglo

González, Juan Pablo (2007)

"Empezamos a trabajar en la casa de Nicanor(…) Ahí nació el proyecto de transcribir a escritura pautada todo lo que había recopilado del folclor, que era una enormidad. Ella había viajado bastante por el territorio nacional. Empezamos a transcribir y a comentar". (Gastón Soublette).
El aporte de Violeta Parra radica en transformar una categoría segregante, como es el folclor, en una unificante, como es el arte. Su obra se convierte en fuente iluminadora para todo artista, pues allí se halla la palpitación de la gente más pretérita. Las canciones de Violeta son canciones de su tiempo, de un tiempo de agudos conflictos sociales, que por primera vez eran expresados en forma elocuente por la canción popular.

En una mesa redonda en torno a la figura de Violeta Parra, organizada por la Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión de la Universidad Católica en 1971, el escritor y antropólogo peruano José María Arguedas afirmaba que Violeta representa uno de los casos más excepcionales e interesantes de cuantos se pueden presentar en el arte latinoamericano. Su aporte radica -señala Arguedas- en haber transformado una categoría segregante, como es el folclor, en una unificante, como es el arte. Su obra se convierte en fuente iluminadora para todo artista, pues allí se encuentra la palpitación de la gente más pretérita, más menospreciada, más segregada, que, por haber creado en ese estado de marginalidad, crea obras que constituyen un mensaje pleno de fuerza, concluye el escritor peruano.

Economía de recursos

En efecto, el legado de Violeta Parra, en una tierra más bien austera en expresiones musicales, consistió justamente en ampliar las influencias de la canción chilena, con una visión más artística que antropológica del problema, incorporando prácticas musicales pretéritas y de otros pueblos de América, siempre dentro de una severa economía de recursos. La canciones de Violeta, atrayentes por su sinceridad expresiva y por su notable factura formal, son canciones de su tiempo, de un tiempo de agudos conflictos sociales, que por primera vez eran expresados en forma elocuente por la canción popular. En su obra poética, musical y plástica, impacta la frontalidad de la crítica, en una tierra de eufemismos; la mezcla del amor humano con el amor divino, en una sociedad católica; y su libertad para vivir y ser mujer, en una época sin feminismos.

Si bien sus canciones surgen del fragor de su tiempo, lo han trascendido con creces, adquiriendo nuevos sentidos para las audiencias venideras. "Gracias a la vida", "Volver a las diecisiete", "Me gustan los estudiantes", "La carta", "Arauco tiene una pena" y "Run Run se fue pa'l norte", por ejemplo, son canciones de amor, de dolor y de lucha, creadas hace más de cuarenta años, pero que mantienen toda su frescura y fuerza original. De este modo, Violeta Parra ejercerá una influencia importante en músicos chilenos de distintas corrientes musicales y sus canciones serán interpretadas tanto por grupos de huasos como por bandas de rock. Sin embargo, será su libertad para mezclar raíces musicales diversas, tocando ritmos chilotes en instrumentos andinos, por ejemplo, la que marcará el camino de las propuestas más originales de la música popular chilena.

Apertura de un manantial

Si no podemos imaginar la existencia de Quilapayún o de Inti-Illimani sin la senda abierta por Violeta Parra, tampoco podemos concebir a Los Jaivas y Congreso sin el despertar hacia la mezcla latinoamericana propuesta por Violeta. Incluso, por su actitud franca, creativa y transgresora, algunos músicos actuales ven en ella el espíritu rebelde del rock en nuestro suelo. De este modo, no resultará extraño que al cambiar el siglo, Alvaro Henríquez, del grupo Los Tres, produzca un CD llamado justamente "Después de vivir un siglo", cita de "Volver a los diecisiete", donde confluyen los solistas y bandas chilenas de rock y pop más destacados de comienzos del nuevo siglo, como Chancho en Piedra, Lucybell, Los Miserables, Mamma Soul, Los Bunkers, Joe Vasconcellos, Javiera Parra y Anamaría Tijoux. Cada uno de ellos con sus particulares modos de aproximarse a la obra de Violeta.

La necesaria ampliación de la paleta sonora y expresiva de la canción chilena, había sido iniciada por Violeta a comienzos de los '50, desenterrando géneros, instrumentos y prácticas musicales sepultadas por el tiempo. "Voy a desentierrar canciones", decía. Es así como recorrió el país recolectando repertorios y formas de interpretación que luego difundirá y fundirá en su propia creación. En ella, habita una conciencia de artista que la hace transitar caminos propios y originales.

Ya sea por la crucial influencia de su hermano mayor, Nicanor Parra; por haber expuesto sus tapices en el Museo de Artes Decorativas de el Louvre; o por vivir artísticamente su vida, Violeta Parra instala un campo artístico y popular propio. De este modo, su obra poético-musical se transforma en el mayor impulso renovador que ha recibido la música popular chilena desde su interior. Esta renovación se entiende al descubrir en Violeta una personalidad artística completa, que no sólo buscó expresarse a través de la música, la poesía y la plástica, sino que a través de su propia vida, la que transformó en un acto artístico, que define muy bien la renovación del ser mujer, de la cultura popular, y de la música chilena en la década de 1960. El drástico fin que Violeta puso a su vida, manifiesta el total control del artista sobre su obra, en la que también se ha transformado su propia existencia.

La aparición de la Nueva Canción en Chile, que alcanzó ribetes de movimiento continental, fue posible gracias a talentos individuales como el de Violeta, al que se sumaron sus hijos Angel e Isabel, junto a Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor Jara. La mezcla instrumental desarrollada por la Nueva Canción Chilena y su perfil de música elaborada y abierta a la innovación, constituye todo un modelo para el desarrollo de nuevas mezclas y elaboraciones musicales en Chile, país que ha aumentado su apertura a influencias externas desde el retorno de la democracia, pero que se mantiene ante el peligro de permanecer sepultado bajo ellas.

Hoy día, los nuevos cantautores chilenos permanecen confundidos bajo la maraña de sonidos que envuelve la escena musical contemporánea, mientras que el rescate del folclor ha sido sustituido por el husmeo en las músicas del mundo. Si a esto sumamos la enorme circulación musical a la que se enfrenta el auditor actual y la influencia ejercida por el mercado, podremos imaginar a las nuevas Violetas Parra, si las hubiese, desplazadas por la larga fila de estrellas que buscan la fama instantánea en televisión. Los cantautores chilenos actuales se han alejado de la industria musical establecida, cultivando un modo independiente de producción y distribución de su obra, que ha sido parcialmente financiado por fondos públicos concursables. Entre las nuevas cantautoras se destacan Magdalena Matthey, Elizabeth Morris y Francesca Ancarola y, entre los cantautores, Francisco Villa y Gepe.

El imperio del diseño y del remake llegado con la posmodernidad, el pop parece invadirlo todo. Lo hace al amparo de poderosas corporaciones internacionales de la entretención, que repletan nuestros parlantes de booms-booms bien ecualizados. Ante ellos, el cantautor sólo puede mantener distancia. No es que las canciones de Violeta no se sigan cantando, somos nosotros los que no logramos escucharlas.

La próxima exposición de Violeta

Después de muchos años viajando en maletas y paquetes por todo el mundo, de la mano de Isabel y Ángel Parra, la obra visual de Violeta encontró un lugar para que todos los chilenos la pudieran ver. La muestra se realizará en el Centro Cultural Palacio de la Moneda a partir del 8 de noviembre y, según cuenta su directora Alejandra Serrano "se exponen 47 piezas, entre óleos, arpilleras y obras en papier maché, que se dividen en tres muestras definidas temáticamente, las que serán presentadas consecutivamente en un espacio especialmente concebido y diseñado para ello (el primer nivel subterráneo) y que dentro del centro es de gran visibilidad y presencia. Este espacio incluirá también elementos sonoros, audiovisuales y gráficos".

Esto fue posible gracias a un comodato -gestionado por la Corporación del Patrimonio Cultural- en que la Fundación Violeta Parra (comandada por sus dos hijos) entregó hasta 2012 las obras plásticas de la artista al Centro Cultural Palacio de la Moneda, quienes adquirieron el compromiso de dar un alto estándar a su exhibición y, por supuesto, a su conservación (su restauración se realizó por medio de un FONDART). La condición de la exposición es que se realizara sin lucro.

El trabajo, según explica Cecilia García-Huidobro, vicepresidenta de la corporación, ha sido enorme: "Hemos trabajado dos años en ayudar a la Fundación en los términos del comodato y en la implementacion del espacio, y la publicación de un libro que es a su vez el catálogo de la muestra, todo ello con la ayuda de la Ley de Donaciones Culturales y Minera Escondida". Ángel Parra está contento con esa solución: "Esto representa la posibilidad de que el legado sea visto físicamente por todo el mundo, que es lo que mi mamá quería, que la gente se sienta identificada con la cultura popular chilena y que supiera que en ella hay dignidad. Que desarrolle un gusto por Chile".

No se sabe qué ocurrirá después con la obra visual -hasta ahora la menos conocida- de la cantautora. De todos modos, un espacio definitivo se hace imprescindible, pues además de la obra visual, la fundación tiene en su poder los manuscritos y grabaciones, objetos personales y otras expresiones de Violeta Parra.

JUAN PABLO GONZÁLEZ
Musicólogo del Instituto de Música UC.


CON SU HIJA ISABEL. "Si bien sus canciones surgen del fragor de su tiempo, lo han trascendido con creces, adquiriendo nuevos sentidos para las audiencias venideras. "Gracias a la vida", "Volver a las diecisiete" y "Run Run se fue pa'l norte" son canciones de amor, de dolor y de lucha, creadas hace más de cuarenta años, pero que mantienen toda su frescura". (Juan Pablo González)

RECOPILANDO MÚSICA CON DOÑA FRANCISCA MARTÍNEZ. "Empezamos a trabajar en la casa de Nicanor(…) Ahí nació el proyecto de transcribir a escritura pautada todo lo que había recopilado del folclor, que era una enormidad. Ella había viajado bastante por el territorio nacional. Empezamos a transcribir y a comentar". (Gastón Soublette).
 

RETRATO DE VIOLETA POR FERNANDO KRAHN. "Su mezcla de raíces musicales diversas, tocando ritmos chilotes en instrumentos andinos, por ejemplo, marcará el camino de las propuestas más originales de la música popular chilena" (Juan Pablo González).

PA'L NORTE. "Ella era dueña de su carpa, era su espacio, por eso estuvo contenta aquí un ratito no más. Después igual se iba de la carpa, porque su amor (Gilbert Favre, a su derecha) se había ido a Bolivia. Entonces ella organizaba todo con un desgaste tremendo y de repente se iba para allá. Volvía con indios que tocaban en la carpa, llena de regalos, de ponchos y de charangos. Era insólita, uno no podía saber con qué iba a salir, para dónde iba a ir o qué iba a hacer". (Isabel Parra)
 

NADIE SE PARA A TU LADO. Maravillosa Violeta, sos una gran escritora/ además de ser cantora te embarcaste en cuartetas/ con la guitarra completa todo lo hay imaginao/ con razón habís triunfao, estás ganando la guerra/ después de una vida perra nadie se para a tu lado. (Décima compuesta por Roberto Parra para su hermana)

LA NOCHE QUE CANTÓ "GRACIAS A LA VIDA". "Una noche de lluvia y de viento en la carpa, nos quedamos la Violeta, Nicanor y yo después de la función. Entonces me dijo: `te voy a cantar una canción nueva que yo sé que te va a gustar'. Y me cantó 'Gracias a la vida' (…) Y eso fue unos pocos meses antes de que se suicidara". (Fernando Alegría, quien aparece al lado de Violeta).


El Mercurio de Santiago
Domingo 30 de septiembre de 2007