Agosto 25, 2002

Del Salón al Cabaret

González, Juan Pablo (2002)

Afiche de la revista musical "Cri-Cri", de Mariano Clará, estrenada en el Teatro Principal Palace de Barcelona en 1922.
Nuestra lejanía con la Primera Guerra Mundial permitió que la belle époque cruzara en Chile la barrera de 1914 y se extendiera con comodidad hasta los locos años veinte. Encontramos sus primeras expresiones en nuestro país con el exotismo del diseño y la decoración interior de comienzos de la década de 1890, pero se manifiesta especialmente en el mundo de la diversión, la música de baile y la sociabilidad moderna. La música aparece como el arte que convoca a esta embriaguez colectiva de sentidos, donde la poesía, la danza, y la representación social se suman al beber, al comer, y al fumar, desembocando en el paroxismo de las fiestas de la primavera.

Bailes negros llegan al salón

La belle époque se manifestó en Chile en espacios de socialización privados, públicos, y semipúblicos, destacándose el salón, la casa de canto, el dancing, y el cabaret. En la época del Centenario, el salón chileno continuaba siendo un espacio de encuentro y reconocimiento social, donde se formaban alianzas políticas, comerciales y amorosas mientras se cultivaban las letras, la música, el baile, la conversación y las buenas maneras. Sin embargo, en la década de 1910 nuestro salón está abierto a un mayor rango de influencias, conviviendo las danzas europeas decimonónicas con géneros folclóricos chilenos y con los primeros bailes negros de salón. Convertido en sala de fiestas, pista de baile o sala de conciertos, el salón proyectará su sistema musical y social hacia distintos ámbitos de la vida musical chilena del siglo XX.

La generalizada costumbre de bailar, presente en nuestras ciudades de la bella época, se manifiesta en la proliferación de guías de baile escritas por maestros locales como Franco Zubicueta, Emilio Green y Juan Chacón. La abundancia de estas guías permitía consolidar la práctica del baile en el salón chileno, pero también la reglamentaba y conducía, constituyéndose en manuales de comportamiento social al alcance de quienes habían nacido tanto dentro como fuera del salón. Sociabilidad, higiene y educación era la consigna, pues el baile no sólo era concebido como una forma de diversión, sino que cumplía funciones de representación social y urbanidad. Además era promovido como ejercicio físico, en una época en que aumentaba la costumbre de hacer sport, respondiendo a la creciente influencia de la esfera inglesa.

Los locos años veinte produjeron una verdadera eclosión de bailes en Chile, destacándose el tango argentino y el maxixe brasileño, popularizados desde París a comienzos de la década de 1910, y el charleston y el shimmy, difundidos desde Estados Unidos pocos años más tarde. Estos bailes eran portadores de raíces negras, que transformarán radicalmente la forma en que experimentamos nuestros cuerpos al bailar. El público chileno de la Década del Centenario no había tenido un contacto directo ni regular con el mundo negro. Si bien existen datos sobre presentaciones en Santiago y Valparaíso de grupos de minstrels negros en 1860, la presencia de artistas de color en el Cono Sur fue muy esporádica antes de la década de 1920. El primer y más fuerte impacto de música y danza negra nos llegó desde París y se llamó Josephine Baker.

La negritud se ponía de moda entre intelectuales y artistas europeos, y las fuerzas ocultas del mundo irracional llegaban a oxigenar el exacerbado positivismo de la Europa de fin de siglo. Como Sergio Pujol mantiene, "el exotismo celebrado por los intelectuales y noctámbulos se repartía entonces entre el jazz y el tango, lo negro y lo latino, dos caras de la América urbana". El impacto de Josephine Baker en nuestro medio se sedimentaba en el auge que el espectáculo frívolo alcanzaba durante la belle époque con el desarrollo del cuplé, las revistas y las variedades, que se sumaban a la zarzuela como los géneros preferidos por el público de habla hispana.

Cupletistas y pierrots

A comienzos del siglo XX, el panorama músico-teatral se caracterizaba por una extremada imbricación de todo lo existente: género grande
- zarzuela en tres actos, y comedia- ; género chico - zarzuela en un acto y sainete- , y género ínfimo - revista y variedades-. Dentro de este panorama, era necesario equilibrar la presión del mercado por generar nuevas fórmulas rentables que se adaptaran a los cambios de gusto y mentalidad del nuevo siglo, con la continuidad propia de una cultura de masas proclive a utilizar viejos moldes y desarrollar espectáculos derivativos. Los géneros de un acto eran ideales para darle cabida a lo nuevo y masificar lo viejo en funciones de una hora o "tandas" a precios populares, que eran repetidas tres o cuatro veces cada tarde.

El género ínfimo estará dominado por la presencia de la estrella femenina, acentuándose el carácter picaresco o sicalíptico del espectáculo. De este modo, abundarán los cuplés de doble sentido y los números de erotismo exótico, donde bailarinas vestidas de odaliscas turcas o de esclavas orientales colmarán las fantasías de un público masculino que comenzaba a liberarse de las rígidas normas de la era victoriana.

Los artistas de variedades eran divididos en "excéntricos" - gimnastas, acróbatas, magos, malabaristas, y virtuosos de todo género- y "aristocráticos" - parejas de baile, bailarinas exóticas, y cupletistas, que eran las primas donnas de las variedades-. Las distintas formas de hilvanar las secuencias del espectáculo producían la diferenciación entre los programas en cartelera, y en ellas residían las diferentes fórmulas y novedades ofrecidas por la industria de las variedades.

Chile fue una plaza importante para las cupletistas españolas en gira por América Latina en las décadas de 1910 y 1920. La Goya, La Argentinita, y Raquel Meller, están entre las cupletistas más importantes llegadas al país durante la bella época, legándonos el modelo para el cultivo del cuplé en nuestro suelo. Compositores y cantantes chilenos desarrollaron una modesta pero sostenida labor en el cuplé, que incluso llegó a influir en la música folclórica nacional. Pero, ¿qué es el cuplé? Se trata de un género suficientemente ambiguo como para que el poeta español Manuel Machado lo haya descrito como: Apachesco, sicalíptico/ ingenuo, picante/ (monoestrófico o políptico), declamatorio o danzante. / ¿Será alguna cosa el couplet?, concluye el poeta.

La belle époque chilena encontraba su máxima expresión en las fiestas de la primavera, modelo de organización, arte e ingenio para la elite social de comienzos del siglo XX. Se utilizaban los mejores teatros de la ciudad y participaban las familias más conocidas con sus candidatas a reina, pajes y corsos florales. Desde comienzos de los años veinte, las federaciones de estudiantes comenzaron a participar activamente de estas fiestas, agregándoles un tono burlesco con sus veladas bufas, donde parodiaban los Juegos Florales con los que culminaba la coronación de las encumbradas reinas.

Desde un presente socialmente fragmentado, observamos con admiración cómo, mediante prácticas colectivas de baile, canto y audición compartida, nuestros antepasados forjaron sus emociones, alimentaron sus sueños, interpretaron realidades, y labraron sus cuerpos.

Se trata, en definitiva, de una práctica social y de un repertorio artístico que posee un valor patrimonial debido a que ha contribuido a forjar la identidad urbana moderna del chileno. Por esta razón, merece ser rescatado y revisitado desde la perspectiva que nos otorga la llegada del Bicentenario.

RECREACIÓN

Viaje sonoro y visual

Como cierre de su XXXVIII temporada oficial de conciertos, y con el auspicio del Programa de Estudios Históricos Musicológicos de la PUC, el Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Chile presentará el próximo jueves 29 de agosto a las 19:30 hrs. en el Centro de Extensión de la Universidad Católica, un concierto-espectáculo donde se recreará el repertorio musical, los bailes, los trajes, el comportamiento y los decorados de la belle époque chilena. Un elenco de 70 destacados artistas pondrá en escena el Santiago de la belle époque, en un viaje sonoro y visual hacia los orígenes de nuestra identidad urbana moderna. El espectáculo posee seis partes tituladas "Salón del Centenario", "Orquesta de Señoritas", "Cuplé en el Politeama", "Terraza del Forestal", "Dancing Lido" y "Fiestas de la Primavera". El viernes 30 de agosto a las 19:30 hrs. se realizará una función extraordinaria de este concierto en el Centro de Extensión.