Marzo 22, 2005

La otra batalla de los mapuches urbanos

Núñez, Leonardo - Torres, Amalia (2005)

Bernardo Cayupán no tiene problemas en salir a la calle con ropa mapuche y, junto a su familia, agradecer al Creador por sus logros en Santiago. "Me vine sin nada de Temuco, y hoy tengo un departamento, una esposa y dos hijos que no se avergüenzan de su pasado ancestral", dice.
Ser discriminados ya no es su mayor preocupación. Sí lo es superar la pobreza y que las nuevas generaciones, cada vez más mimetizadas con los "huincas", preserven su cultura.

Desde el tercer piso de un block en la población Villa Cordillera de San Bernardo, los Cayupán dan la bienvenida a la noche con una canción.

Mientras Bernardo toca la trutruca, su hijo Iván (12) golpea el cultrún y canta en español: "Que se junten los mapuches/ que se junten los mapuches/ que conserven sus raíces…".

El sonido étnico se mezcla con una balada de Marco Antonio Solís que sale a todo volumen de la radio de unos vecinos. "Nadie reclama por nuestra música tampoco", dice Bernardo. "Y si alguien lo hiciera, seguiría tocando más fuerte porque estoy orgulloso de mi pueblo".

Bernardo se vino de Temuco por problemas con su familia de origen. Sin embargo, nunca pensó en la dura vida que le esperaría en la capital. "Por siete años trabajé en una bodega de supermercados, donde mis compañeros me pasaban molestando por mi manera de hablar y por mis rasgos", recuerda.

Su situación sólo cambió cuando su jefe aceptó ascenderlo a reponedor. "A los huincas con más educación no les molestaba que fuera mapuche".

Volver a las raíces

Desde entonces, Bernardo se reencontró con su pueblo. "¿Por qué avergonzarme de mis ancestros? Con mis hijos vivimos las tradiciones día a día".

Entre ellas, está visitar una machi. Uno de los principales beneficiados resultó ser su hijo, a quien le detectó una enfermedad en el riñón. "Ella dijo que tenían que llevarme al médico", recuerda Iván. "Y tenía razón", agrega su padre con orgullo. "Lo vio en su orina. En el hospital lo trataron y ahora está sano".

En La Pintana, José Paniqueo y su esposa, Juana Huenufil, ya están preparando la fiesta del 29 de abril, día en que se conmemora la muerte de Lautaro. "La celebración dura todo el día, y también está abierta a los huincas", dice Juana, madre de 3 hijos.

La familia Paniqueo-Huenufil no está sola en La Pintana. Son cerca de 18 mil los mapuches que viven en la comuna, es decir, el 10% de la población.

Sin embargo, en celebraciones como las del 29 de abril apenas llegan 300 personas.

"Es triste que habiendo miles de mapuches vengan tan pocos", dice Juana. A José Paniqueo también le preocupa la baja participación. Un sondeo del Centro de Estudios Públicos (Raíces, lengua y costumbres mapuches, 2002) confirma sus temores: 84% de autodenominados mapuches no habla mapudungún y un 70% no participa de ninguna actividad étnica.

"Creo que inexorablemente estamos perdidos", dice José. "Ya no nos discriminan tanto. Pero los papás no tienen una visión a futuro: a los hijos no les enseñan la lengua, ni nuestra cultura", agrega.

Algo muy distinto de lo que ocurre en su casa, donde incluso a la hora de almuerzo se come como en una comunidad. "Hacemos muday (jugo de trigo y miel) y multrun (galletas blandas de trigo)", dice Juana.

"Además, a nuestros hijos desde pequeños les enseñamos nuestros valores", agrega su esposo. "Para entrar a un lugar extraño, aunque el dueño no esté, deben pedir permiso mentalmente, por respeto al propietario de la tierra".

Enseñanzas que la mayor de sus hijas, Ingrid (30), atesora con devoción: "Cuando era niña no me afectó mucho que me dijeran 'india' gracias a que mis padres me enseñaron a enorgullecerme de mi pueblo. Siempre tuve claro de dónde venía", afirma.

Tanto es así, que dice que hará todo lo posible porque su hija no se case con un chileno para que no se pierda el apellido de su comunidad. "Tenemos que preservar nuestros nombres. Es que en la teleserie que están dando se ve lo poco que saben de nosotros. Las mujeres hasta cocinan con adornos de plata, siendo que sólo los utilizamos para ceremonias".

Pero tampoco duda en criticar a su pueblo: "Me carga que en las celebraciones se beba tanto. Eso nos desprestigia. En vez de perder tiempo en eso, hay que aprovechar las oportunidades de estudiar para salir de la pobreza".

La inquietud de Ingrid también se refleja en las encuestas. En la Región Metropolitana, las comunas más pobres concentran al casi medio millón de mapuches de Santiago, donde la población en situación de pobreza supera el 30% (Casen 2000).

"No" a la tradición

A pocas cuadras de la casa de los Paniqueo Huenufil, viven los Nahuelfil Colimil. "Mis papás vivieron en una comunidad de Temuco, pero cuando yo tenía nueve años nos vinimos a vivir a Santiago e hicieron todo lo posible porque olvidara mis raíces", relata Rosa Colimil.

Pero a pesar de eso, en Santiago la discriminaron y cuando volvía de vacaciones a su comunidad de origen, sufría por partida doble.

"Mi propia raza me aislaba por no saber el idioma. Hubo un tiempo en que me sentí alejada de las dos razas". Superada esta sensación de aislamiento, hizo todo lo posible porque sus hijos, en Santiago, se sintieran lo más conectados posible con su pueblo. Por eso no se explica por qué ellos son tan renuentes a seguir las tradiciones.

Su hija Ana, de 21 años, tiene sus razones: "Respeto mucho a los mapuches, pero no los siento tan cercanos como mi mamá, porque no crecí en una comunidad y hoy tengo otros intereses. Prefiero trabajar haciendo vestuarios -para eso estudié diseño- a participar en las celebraciones", explica.

Sus padres, en tanto, no pierden la esperanza de que se interesen por su pueblo. "No se les puede obligar a que sientan lo que no quieren. Por lo menos mi hijo mayor, que estudia para profesor, quiere volver al campo a hacer clases a niños mapuches", dice Rosa, no muy convencida.

"Conozco comunidades y cuando puedo trato de ayudar ahí. Pero no podría quedarme a vivir en una ellas. Todos mis amigos y mi historia personal los he hecho en las ciudades".

RIENZI NAHUEL

"Fue inevitable alejarme de las tradiciones desde que llegué a Santiago. Quiero que mis hijos sigan un camino similar, pero sin olvidar a los mapuches".

VIOLETA PALAVICINO CAYUNAO

Fuente: El Mercurio de Santiago