Abril 24, 2005

Los Paleteados del Puerto: La cueca del amor

Mena, Rosario (2005)
La música los juntó hace 26 años en su Valpo natal y hoy los mantiene unidos en una agrupación emblemática de la cueca porteña. Osvaldo Gajardo (73) y Gloria Arancibia (42), marido y mujer, son el galante guitarrista y la enérgica tecladista de Los Paleteados del Puerto, trío que completa en la batería el "tío" Elías Zamora y que este año obtuvo el Premio Apes a la Mejor Producción Folclórica del 2004

La tradicional cita de los cuequeros en Valparaíso es los días viernes en El Rincón de las Guitarras, ubicado en Freire 431, entre Chacabuco y Pedro Montt.


Los Paleteados del Puerto
Los Paleteados del Puerto
La música de los flamantes ganadores del Premio Apes 2005 a la Mejor Producción Folclórica se imbrica en la historia de amor entre un hombre y una mujer 30 años menor que él, ambos nacidos y criados en Valparaíso, que se enamoraron tocando y bailando cueca. Junto al baterista don Elías Zamora, la pareja formada por la singular tecladista Gloria Arancibia y el veterano guitarrista y cantante Osvaldo Gajardo da vida a la actual formación de Los Paleteados del Puerto, una banda que representa la fuerza, la riqueza y la historia de la cueca porteña.

Cueca y vida son una sola para los cultores de este arte, que han entregado su existencia a una pasión cuyo retorno económico es un factor insignificante. Quintas de recreo, festivales folclóricos y encuentros de la subterránea cofradía cuequera han sido por décadas los escenarios de estos grandes músicos chilenos cua trayectoria se desenvuelve lejos de las luces y el éxito comercial.

Hoy día Los Paleteados le han torcido la mano al destino. Con su tercer disco "Tradición de la cueca porteña", editado en forma independiente y agotado en disquerías, el año 2005 se ganaron el APES, y parece que, por fin, el mercado del espectáculo reparó en su arte. "Con el favor de Dios", dice Osvaldo. "Estamos agradecidos y anonadados, jamás pensamos que íbamos a estar nominados, ni menos que íbamos a ganar. Sobre todo compitiendo con Isabel Parra y Tierra Chilena", agrega Gloria, "la única mujer pianista cuequera de Chile", según se jacta su marido. "Ese es el mérito grande de Los Paleteados. Ahora el piano se masificó en los conjuntos, pero nosotros fuimos los primeros. También fuimos los primeros en vestirnos como nos ven. Antes los grupos salían con camisas no más, nosotros por la misma edad nos vestimos con traje, con vestón, corbata. Y ha sido una característica copiada por los demás grupos" dice Gajardo.

Gloria se integró a la banda desde su fundación en 1991, tocando batería, percusiones y quedándose en el piano, que más tarde reemplazó por un teclado eléctrico. Músico autodidacta, al igual que sus compañeros de grupo, y ligada a la cueca desde niña, bailando y ganando campeonatos a corta edad, lo suyo sorprende. El virtuosismo, el ritmo, la picardía y la coquetería femenina forman en ella una inédita amalgama que, puesta en escena, no deja a nadie indiferente.

Su inseparable compañero es un músico de vasta experiencia en el ambiente cuequero de Valparaíso. Hijo de una cantora campesina proveniente de Parral, que le transmitió el amor por la guitarra y el folclor, se inició de niño en estas lides. "Comencé a tocar las canciones que ella cantaba, que eran tonadas y esas cosas. Después, cuando estaba en el colegio, hice un duo con un compañero que tocaba acordeón. Tocábamos jazz, foxtrot, que era lo que estaba de moda en ese tiempo. No cantábamos, era sólo instrumental, acordeón y guitarra. Más adelante me comenzó el gusto por la cueca. Empecé con las típicas cuecas, como La rosa y el clavel, Limón verde, pero cuando conocí la cueca urbana, porteña, ya no la solté más".

Al igual que otros cuequeros del puerto, como Luis Bahamondez Alvear, y los demás "que se han hecho en el ambiente", como dice don Osvaldo, Los Paleteados han debido ganarse la vida en oficios paralelos. "Yo trabajaba en el departamento de aduanas de la Papelera, estuve en Talcahuano y en Valparaíso. De ese trabajo jubilé. La guitarra era un hobbie".

De cerro a cerro

Gloria nació y se crió en el Cerro Barón. Don Osvaldo, en el Cerro Merced. Se conocieron en el año 78 en el Club de Cueca de Valparaíso. "Había un conjunto folclórico, yo estaba en la parte de baile y él de canto. Ahí nos miramos y nos enamoramos", cuenta Gloria. El tenía 47 años y ella sólo 16. Desde entonces han permanecido unidos no sólo por el amor, sino también por la música, y especialmente, la cueca.

Una certera asociación que reveló todo su potencial con la incorporación de la joven esposa a la banda formada por el marido. "Tenían un acordeonista que se fue al poco tiempo -cuenta la tecladista-. Se dio la necesidad de incorporar un instrumento cantante y como yo tenía conocimientos de piano, en forma completamente autodidacta, comencé a tocar con la ayuda de un gran maestro, el guitarrista Juan Hernández, de El Diapasón Porteño". Un "tremendo músico" quien, junto a Luis Ponce, alias El Sata, de Los Afuerinos, es uno de los dos músicos más admirados por Gloria. "Yo antes escuchaba cueca, me encantaba, pero nunca pensé en tocar en un conjunto profesional. Y menos tocar cueca. Porque yo tocaba música popular, por oído. Toco las cuecas como me salen, no sabría hacerlo de otra manera".

Debido reconocimiento

"Ella lleva la cueca como nosotros, en la sangre", sentencia el "papito", como lo llama Gloria. Una vocación que no pasó inadvertida para el productor Alberto Rey del dúo Rey Silva, que, con el apoyo de Sony Music, llevó a los Paleteados a Santiago a grabar dos discos, el 91 y 92, lo que permitió el despegue de la banda. "Todos teníamos sus buenos años, éramos todos viejos".

Más que como "cueca porteña" a pesar de su raigambre en Valparaíso, la banda, en cuyo repertorio dominan las composiciones de Nano Núñez, define su música como "cueca urbana", en general. "Yo no me atrevo a ponerle el nombre de porteña, porque la cueca urbana es una sola. Es la misma cosa la santiaguina, que la centrina, que la porteña. La única diferencia puede estar en el lenguaje, en las letras. Esta cueca representa la bohemia nocturna antigua", dice don Osvaldo, quien al mismo tiempo aclara que él nunca fue parrandero: "Toda mi juventud fui deportista, muy sano". Eran los años 50, cuando la cueca urbana hacia furor en los prostíbulos de Valparaíso y en las quintas de recreo. "Si usted tocaba una cueca campesina a muy poca gente le gustaba", recuerda don Osvaldo.

Savia nueva

Entre los lugares más emblemáticos de esta bohemia se cuenta el legendario prostíbulo porteño "Los 7 espejos", del que el músico guarda el especial recuerdo de una experiencia iniciática. "Fui de visita no más, mi padre me llevó con mis hermanos, éramos 6. Fuimos a celebrar a mi hermano que había ganado un campeonato de boxeo. Ahí tenían una orquesta que era muy famosa. Una señora tocaba piano, un caballero guitarra y otro batería. Me preguntaron si me gustaba la música y yo dije que sí. Y me preguntaron si tocaba cueca. El hecho es que toqué y bailé con ellos".

Un rico universo lleno de historias, leyendas y personajes, anclado en la nostalgia y ampliamente ignorado por el público masivo, que empieza a ser recreado por las nuevas generaciones de músicos que encuentran en la cueca urbana, la cueca porteña, la cueca chora, la cueca brava, la revelación de un género musical de gran potencia, vigencia y atractivo, portador de una tradición única, de la que se aprende tocando y sobre todo mirando y escuchando a los "viejos", como ellos se autodenominan o a los "tíos" como los llaman sus discípulos.

Grupos de Valparaíso como "Los dueños del Barón" y "Savia Porteña" son parte del creciente movimiento joven en torno a la cueca urbana. "La cueca urbana está prendiendo mucho más. Hay gente nueva increíble. Hemos recorrido el país y nos ha sorprendido ver tanta juventud que está enganchada con esta cueca", dice Gloria. "Para ellos nosotros somos sus tíos -dice don Osvaldo- nos respetan y nos quieren mucho. Nos juntamos, compartimos sin egoísmo. Los chicos que tocan piano se acercan a la Glorita, para que les enseñe y ella lo hace con mucha buena voluntad. El espíritu de la cueca urbana atrapa mucho".