Abril 5, 2000

Una historia comprometida

Swinburn, Daniel (1999)
El ensayo histórico "Historia de un Conflicto: El Estado y los Mapuches en el Siglo XX", de José Bengoa, recientemente publicado por Editorial Planeta, permite tener una aproximación seria al mundo de la Araucanía. Las reivindicaciones que vive dicha comunidad en el presente tienen una gran continuidad histórica, aunque adquieren renovadas energías con la actual ley indígena de 1993.

José Bengoa es una de las voces más autorizadas para hablar de la realidad cultural de los mapuches. Sus investigaciones históricas y antropológicas le han otorgado un gran conocimiento del tema, enriquecido además por su experiencia personal de comunicación con los actores sociales de dicha sociedad. Bengoa es un investigador en terreno, autor de una amplísima investigación científica de muchos años, la cual le permite escribir un ensayo como el que acaba de publicar, de historia contemporánea, donde sus juicios personales aparecen tan confiables como la fuente que utilizaría un historiador tradicional. Su experiencia aporta un conocimiento privilegiado, capaz de hacer llegar su relato hasta nuestros días para ofrecer una posibilidad de futuro al conflicto actual.

Son numerosos los testimonios orales y escritos recogidos por el autor, de biografías de grandes dirigentes sociales y políticos del pueblo mapuche durante este siglo y que son poco conocidos por el ciudadano chileno común: Juan de Dios Coliqueo, Manuel Aburto Panguilef, Martín Segundo Painemal, Venancio de Coñoepán, entre otros. Pareciera que el relato estuviera construido en torno a estas vidas paralelas, relatos que incluso a veces se superponen. Cada biografía de estos dirigentes indígenas es un fragmento de historia y sus testimonios recordados por Bengoa van dando estructura al texto.

"Mi preocupación al escribir este libro fue doble: tratar de explicar brevemente lo complejo que es el conflicto mapuche y hacerlo sin facilismo, aunque sin caer en lo abstruso. Segundo, quise mostrar que el conflicto tiene una continuidad. Un asunto que viene de lejos en lo que se refiere a la historia corta como llamo yo a la que llega hasta nosotros. Y uno percibe en esta historia corta un esfuerzo de los dirigentes mapuches por encontrar 'el lado' para lograr un espacio y un lugar en la sociedad chilena. Una verdadera obsesión por sobrevivir como colectivo, como grupo humano, como cultura. Y eso se caracteriza a mi modo de ver en esos personajes, que se han ubicado en diversas posiciones políticas y doctrinarias, pero que tienen un mínimo común que me impresiona. Al analizar desde lejos a Venancio Coñoepán, que actuaba en el Partido Conservador; a Martín Painemal en el Partido Comunista, a un religioso como Aburto, uno puede encontrar un fondo común en todos estos dirigentes, que se va transmitiendo por generaciones hasta encontrarlo hoy día por ejemplo, en el alcalde de Tirúa, Adolfo Millabur.

Uno de estos personajes, Melillán Painemal, es como un símbolo un poco nietszcheano de la cultura mapuche actual. Tuve la oportunidad de conocerlo mucho, de escucharlo, y sentí que este hombre después del golpe de 1973 se fue a meditar por años, una actitud muy distinta a lo que pasó con el resto de los chilenos".

El imaginario de Santiago
Usted sugiere que desde un principio de la ocupación de la Araucanía en el siglo pasado por las tropas del ejército la idea de "tierras vacías" era un imaginario que existía sólo en la mente de los santiaguinos. No había un "espacio vacío" según los agrimensores oficiales de la época.

Ese es una constante histórica en la ocupación del sur de Chile. La primera vez que se produjo esta contradicción fue con Vicente Pérez Rosales. El, al igual que los santiaguinos, creía que las tierras de Valdivia no tenían dueños y por tanto era fácil traer alemanes. Cualquiera que haya leído "Recuerdos del Pasado" puede encontrar las lamentaciones de don Vicente porque no tiene dónde poner a sus colonos y los debe encerrar en la Isla Teja por largo tiempo. Lo mismo fue ocurriendo en todos los procesos similares. A la concesionaria de Aysén de colonización Lago Baker le entregaron tierras que estaban supuestamente desocupadas, pero cuando llegaron allá se dieron cuenta de que había hasta pueblos, como Chile Chico. De manera que era una creencia falsa.

O sea, que toda la partición posterior a la ocupación de la Araucanía se habría hecho sobre mapas imaginarios.

Por ejemplo, hoy día estoy trabajando sobre los campesinos no mapuches que ocuparon suelo de la Pacificación. Todos ellos llegaron a la montaña: Nahuelbuta, Cunco, lo que nosotros llamamos el tercer piso, los bosques. (El primer piso es el valle donde están los fundos y algunos mapuches y el segundo piso son las colinas donde habitan los mapuches.) En los bosques hay puros colonos chilenos, porque fue más fácil decir que los bosques no eran de nadie.

Usted se plantea la pregunta de si el patriarcado mapuche no sería un asunto promovido por el Estado a raíz del carácter que tuvieron las reducciones que reforzaron la línea patrilineal y excluyeron a las mujeres y sus herencias…

Creo que hubo un reforzamiento en ese sentido. Hay una mirada radicalmente distinta de la historiografía a lo llamado primitivo o antiguo. El historiador Eric Hobsbawm lo dice: lo tradicional es moderno. Muchas veces aparecen, sobre todo trabajando en temas indígenas, características que nos parecen como muy tradicionales y son más bien construcciones históricas relativamente modernas. El antropólogo estadounidense Louis Faron, estudiando los parentescos de la sociedad mapuche, hace un quiebre muy fuerte entre el mundo prerreduccional y el posreduccional. La reducción estableció el apellido en el caso mapuche. Al decir que esta tierra es de Juan de Dios Neculmán, su hijo tuvo que llamarse Neculmán, cosa que antes de la reducción no era necesariamente así. El hijo se podía llamar Calfumán, porque "man" era el linaje. Así también se consolidó la corriente patrilineal y patrilocal, porque obviamente ahora las personas son exactamente del mismo lugar en que nacen.

La condición de la mujer en la radicación quedó muy desmejorada afirma usted…

En la radicación la mujer claramente tiene menos derechos. Y probablemente en el período prerreduccional tuvo muchos más. De partida, las transacciones matrimoniales, de dotes, etcétera, eran muy altas.

Defensa de la comunidad
Uno de los fenómenos que extrañan al "huinca" es la división interna que caracteriza la convivencia mapuche, y que ha sido una constante en este siglo. La razón estaría en la constitución de comunidades artificiales en las reducciones organizadas por el Estado chileno. ¿La idea de comunidad es extraña a la cultura mapuche?

Era extraña. Estaba la idea de grandes linajes, de grandes redes de relaciones familiares. La comunidad es posreduccional y provocó la disolución de la sociedad mapuche en unas 2 mil 500 agrupaciones. Antes de las reducciones las agrupaciones no pasaron de 30 o 35. Pero la reducción se transforma con el tiempo en un reducto, es decir, en un fuerte. Lo que era negativo después asume un aspecto positivo. La reducción en un primer momento es lo que les quitan a los mapuches, pero luego viene a ser lo que se tiene, territorio, espacio, lugar donde se constituye una congregación ritual, donde se reproduce la cultura. La reducción tiene esa doble cara en este siglo. Durante los años 20 y 30 los mapuches vieron en la comunidad una cuestión puramente negativa. A partir del 40, y eso se ve claramente con Venancio de Coñoepán, se comienza a valorarla como un elemento positivo y la división de las comunidades como una desgracia. Las ideas de Alejandro Lipschutz van a ser muy importantes en este cambio de valoración. Cuando él escribe "La comunidad Indígena en América Latina", sostiene que la comunidad finalmente es la posibilidad de reproducción de la cultura aborigen.

En su libro se lee, "los mapuches se llenaron de nostalgia por un pasado perdido. Esa mirada a lo perdido se transformó en centro de su cultura". ¿Usted piensa que el empobrecimiento general de los mapuches tiene su origen histórico en la ocupación de la Araucanía y en las reducciones?

Hay un empobrecimiento objetivo de tierras, ganado, etcétera. La sociedad mapuche del siglo pasado es opulenta respecto a la del siglo actual, rural por cierto, campesina, pero no demasiado diferente a la vida del campesino en esa época. Hay muchos testimonios orales de la abundancia de comidas, fiestas, y adornos de platería, esta última un símbolo de esa opulencia del siglo pasado. Ahora, mi impresión es que esa nostalgia ha ido creciendo, y uno lo escucha en los mapuches de más edad. El discurso siempre es de paraíso perdido. Muy distinto al discurso campesino en Chile o a otros discursos populares. El mundo social formado en torno a la hacienda, por ejemplo, tiene un elemento de nostalgia por la seguridad que daba a sus trabajadores, pero inmediatamente se le adosa el recuerdo del servilismo, de la dureza de la servidumbre. Lo mismo sucede con el mundo rural campesino, que no tiene un recuerdo de paraíso perdido. Este último además es en los mapuches un recuerdo muy cercano.

Una investigación que estamos haciendo demuestra que hay una tendencia en las familias mapuches a que convivan personas de edad con niños, nietos, porque los padres trabajan lejos. Los abuelos les cuentan relatos a los niños de hoy en idioma mapuche, que provienen de los que ellos les escucharon a sus abuelos. Esos relatos escuchados por los niños de hoy son prerreduccionales, porque en cuatro generaciones saltadas llegamos a comienzos de siglo. La capacidad de transmisión que tiene la cultura mapuche es enorme y la cadena no está cortada. Yo relato en el libro el caso de Santa Rosa de Colpe en 1941, un conflicto con un colono que terminó con varios muertos, y que me parece bien ilustrativo, porque sucedió exactamente en el mismo lugar donde están ocurriendo los conflictos actuales. Conflictos que tienen las mismas características a 60 años de distancia.

Un fenómeno curioso ha sido el comportamiento político electoral de los mapuches. Ejemplo de ello son Venancio de Coñoepán y Martín de Painemal. El primero adscrito al Partido Conservador y el segundo al Partido Comunista. Pero el primero fue seguidor del pensamiento indigenista de Alejandro Lipschutz y el segundo fue más modernista. Eso habla más bien de un uso instrumental de lo que les puede ofrecer el Estado chileno para la defensa de sus objetivos. Usted manifiesta cierta inclinación por Coñoepan y el pensamiento de Lipschutz. ¿Sigue vigente este último?

Lipschutz tuvo a su haber dos o tres tesis que tuvieron visión de futuro. La primera de ellas fue rescatar el valor de la comunidad posreduccional como espacio territorial, social, ritual de reproducción de una cultura. Las culturas que no tienen esos espacios, o entran en una endogamia absoluta o se cierran sobre sí mismas. En cambio, las sociedades con espacios físicos muy seguros son muy abiertas. Esa es una relación en la cual Lipschutz pone puntos muy fuertes. La segunda cuestión que este pensador báltico defiende es la idea de un colectivo y por lo tanto un pueblo con derecho propio, que le corresponde a ese conjunto de personas, ya no como individuos ni como comunidades solamente, sino que como un colectivo total, como pueblo. Y, por último, él hace ya 40 años visualizaba como necesaria la existencia de formas políticas mapuches para resolver las disputas internas y sobre todo para resolver las querellas entre chilenos y mapuches. Eso es absolutamente visionario, pero no fue seguido por el Partido Comunista o la izquierda de esos años. La izquierda vio a los mapuches como campesinos, campesinos folclóricos. Lipschutz en ese sentido fue una excepción.

¿Qué piensa usted del concepto de "inseguridad jurídica", fenómeno que se daría en el trabajo de tierras comunitarias? ¿Perjudica la falta de títulos de propiedad individual el mejoramiento de las condiciones de sus ocupantes?

Esa fue una tesis que se planteó durante todo el siglo en favor de la división de las tierras y del fin de la tierras comunitarias. No participo de ella. Creo que puede haber formas de seguridad jurídica en torno a la comunidad, que no las hubo tampoco, porque las comunidades no podían litigar, no tenían personalidad jurídica, salvo hasta ahora con la ley de 1993. Sin estos derechos recientemente adquiridos, la parcelación se veía como la única forma de seguridad jurídica. Pero, efectivamente, la parcelación que se ha producido y ha tenido como consecuencia el ingreso del concepto de propiedad privada en el mundo mapuche. Ese es un hecho. Sería un romanticismo falso pensar que el mundo mapuche es comunitarista en el ciento por ciento. La idea de propiedad privada ha ido ganando terreno a fines de siglo.

Marxismo en la Araucanía
¿Hubo un desencuentro trágico entre los partidos marxistas chilenos y los mapuches, en el sentido de que el pensamiento revolucionario progresista chocó con una visión más bien nativista de recuperación de la comunidad perdida?

La relación de la izquierda marxista revolucionaria y los mapuches tuvo un elemento muy importante y positivo. La izquierda chilena fue en el siglo veinte la que escuchó el clamor sobre la injusticia y la discriminación que se ejercía sobre los mapuches. Pero esa misma izquierda estuvo muy marcada por un programa político de superación capitalista, entendido en términos marxistas como un programa que camina hacia una civilización sin sus rémoras primitivas, feudales y capitalistas y se proyecta al rumbo final de la historia. Por lo tanto, esa forma de marxismo entendió de manera muy complicada a los mundos primitivos, por decirlo en una forma gruesa. La antropología marxista fue muy evolucionista desde su inicio. Engels y Marx tuvieron como modelo a Morgan, y yo diría que eso se mantuvo durante décadas en la ideología marxista. Entonces, la comunidad indígena era vista positivamente por el lado del igualitarismo, pero negativamente desde el punto de vista de la evolución histórica. Ahí se produjo un desencuentro. El mundo indígena, cuando participa de las movilizaciones de los años setenta, lo hace en términos "nativistas", es decir, busca recuperar el lof, la comunidad, y reconstruir en esos ámbitos el espacio cultural propio. Los dirigentes de la izquierda ven en cambio ahí; la alianza obrero-campesina. Yo diría que Melillán Painemal fue la persona que más reflexionó sobre eso. Concluye que el ideario mapuche tiene una especificidad y por lo tanto debe aliarse con distintos actores, pero desde un núcleo propio. Y eso es una novedad muy grande.

Usted sostiene que el golpe militar marca un giro radical en la acción del pueblo mapuche en la lucha por su dignidad. Este nuevo tiempo se caracterizó por una voluntad de separación de la cultura mapuche de la chilena. ¿Piensa usted que la ley indígena aprobada en 1993 reconoce las diferencias culturales entre mapuches y chilenos? ¿Ha sido beneficiosa y se ha podido expresar institucionalmente?

La ley va en esa dirección de reconocerles a los indígenas su carácter específico. Tiene limitaciones. Ese reconocimiento no se hizo al nivel más alto de la Constitución Política del Estado. No se reconocen los elementos colectivos de esta especificidad. En cierto modo, quedó una ley muy declarativa y menos operativa producto de este debilitamiento jurídico. Pero creo que va en una buena dirección, en el sentido de que las alternativas de resolución pasan por el reconocimiento de lo diverso y con la posibilidad de negociaciones y acuerdos en igualdad de derechos. El no reconocimiento del colectivo no conduce al reconocimiento de derechos. En la ley del 93 hay un principio de inicio de reconocimiento de que los pueblos indígenas sí son un colectivo y por tanto diferentes, y en esa diferencia es donde se puede establecer el derecho. Pero hay aspectos que quedaron cercenados. Si uno asume que existe el derecho colectivo, el derecho territorial es fundamental, o los derechos políticos colectivos. Hoy día los mapuches no tienen derechos políticos en cuanto mapuches, sino sólo en cuanto chilenos. La ola que viene ahora de reivindicación es hacia los derechos colectivos mapuches: por ejemplo, los derechos políticos. Cuando el alcalde de Tirúa dice que "estamos por derechos territoriales", está hablando de derechos colectivos que determinan otros aspectos, en relación, por ejemplo, al mar, a los lagos, etcétera. Esos son derechos territoriales. No significa que los mapuches van a ser dueños del mar, pero sí que podrán establecer una relación específica entre esas comunidades que viven al lado del mar y los recursos marítimos. Son aspectos que tienen que madurar.

¿Cuál es su opinión sobre la doctrina que plantea la identidad cultural nacional como solución para el pueblo mapuche, doctrina que quedó de lado en el espíritu de la ley de 193?
Todas las constituciones que dieron origen a los Estados nacionales latinoamericanos eran unionistas, siguiendo la impronta de la idea de república surgida en Francia. Eso llevó al desarrollo de la idea del mestizaje y de la raza: raza bronce, raza cósmica, raza chilena… Porque se suponía que un pueblo debía tener una homogeneidad racial, para poder aspirar a ser una nación y un Estado fuertes. Pero ese modelo está periclitado en todo el mundo. Aferrarse a esta concepción unionista del Estado, de esta unidad entre pueblo, nación y Estado, además de ser una realidad indefendible, es castradora, represora, incapaz de aceptar una visión moderna de democracia. Hoy la visión moderna o posmoderna pasa, primero que nada, por la valorización de la diversidad del pueblo y esa diversidad forma una nación más rica. La fuerza del Estado ya no se basa en un elemento de tipo racial. No se debilita la identidad del Estado ni la nación si se reconocen en el interior del pueblo chileno numerosas diversidades. Aunque esto es el ABC de las ciencias sociales, hoy día todavía quedan voces que dicen lo contrario. Por eso, cuando escuché la discusión sobre la incorporación del reconocimiento de la diversidad del pueblo chileno en la Constitución Política, que fue negada por una serie de profesores de derecho constitucional, humorísticamente escribí en mi libreta de apuntes la famosa frase de Hitler: ein Volk, ein Reich, ein Fuhrer, un pueblo, una nación, un Estado.