FRUTO DE SU EPOCA

EL MICRO-MUNDO DE LAS PEÑAS



A excepción de ciertos hitos -como las 60 mil copias de venta que obtuvo "La casa nueva" de Tito Fernández, el más vendedor de los títulos publicados alguna vez por DICAP-, la Nueva Canción Chilena no encontró automática acogida en los espacios tradicionales de muestra de música popular. Sus discos no fueron materia de rankings de ventas y su cobertura en la prensa de espectáculos de la época fue insuficiente y sesgada.

En parte por ello es que sus cultores debieron buscar sus propios canales de financiamiento y difusión. Quizás el papel más importante lo jugaron las llamadas peñas, locales nocturnos a los que se iba a escuchar música en vivo de modo relajado, disfrutando de empanadas y vino tinto, y sin exigencias por contar con la sofisticación de una sala de conciertos. De entre todas ellas, sin duda que la Peña de los Parra fue el centro neurálgico de la actividad en vivo de la época: no hubo nombre de la Nueva Canción que no se presentara en la mítica casona de Carmen 340, que además albergaba talleres de pintura y artesanía, llegó a tener su propio sello grabador homónimo y se mantiene hasta hoy como centro cultural.

Inagurado en 1965 por Angel e Isabel Parra, el recinto tenía la intención de reproducir parte de la creativa bohemia que el par de hermanos había atestiguado trabajando junto a su madre en locales europeos. Nombres familiares del lugar eran Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor Jara. Luego llegarían Payo Grondona, Tito Fernández, Osvaldo "Gitano" Rodríguez, Homero Caro y Quilapayún.

A imagen y semejanza de la Peña de los Parra en Santiago, surgieron otras muchas peñas en el resto del país, principalmente universidades. Su actividad fue fundamental para la difusión en vivo de la Nueva Canción. La Peña de la Universidad Técnica vio los primeros pasos de Horacio Durán y Willy Oddó -futuros integrantes de Inti-Illimani y Quilapayún respectivamente- o gente como Pedro Yáñez. Quilapayún debutó en 1966 en la Peña de la Universidad de Chile de Valparaíso mientras Tito Fernández se iniciaba en la Universidad Técnica de Valdivia. También destacan locales como "Chile ríe y canta", de René Largo Farías, cuyo título deriva de un espacio radial dedicado al folclore.

Al cabo de un tiempo, las peñas fueron insuficientes para contener el interés del público. Comenzaron así los Festivales. Del "Festival de la Canción Comprometida" se hicieron cuatro versiones. La Universidad Técnica de Valdivia organizó el "Primero Encuentro Indoamericano de Artesanía y Folklore" y René Largo Farías dio vida en 1966 al "Festival de Festivales". Sin duda que el evento más emblemático de todos fue el "Festival de la Nueva Canción Chilena", organizado desde 1969 y en tres versiones por el discjockey y comunicador Ricardo García. En ese certamen alcanzaron a estrenarse obras de capital trascendencia para la cultura popular de los siguientes años, como "Plegaria a un labrador" interpretada por su autor, Víctor Jara, junto al grupo Quilapayún -Primer Premio en 1969- y "La Cantata Popular Santa María de Iquique" de Luis Advis, también con Quilapayún en la interpretación.

Otros locales habituales del circuito fueron la sede de la Unctad (hoy, edificio Diego Portales), el cine Gran Palace y el Teatro del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile (IEM, actual cine Normandie).

Por último, no debe subestimarse la organizada muestra de la Nueva Canción en el extranjero, sobre todo tras el ascenso al poder de la Unidad Popular, que ungió a varios de sus cultores con el estatus de "embajadores culturales". Sus intérpretes pudieron participar así de diversas giras colectivas, mostrando la composición chilena en países tan lejanos como la ex Unión Soviética, y además enriqueciendo su propia creación con el intercambio artístico que les permitió esa apertura global. Dentro de estos encuentros destaca el "Primer Encuentro de la Canción Protesta" realizado en 1967 en Cuba -y en el que participaron Angel e Isabel Parra y Rolando Alarcón.