EL CANTO MEDIATIZADO

DÍAS DE DISCO



Lo paradójico de las transformaciones mediales en los modos en que la música es producida, difundida y escuchada, es que éstas comenzaron a producirse sin que casi nadie se lo propusiera, pues, como señala Raymond Williams (1974), la invención técnica es solicitada en relación a prácticas sociales existentes, y el hecho musical había sido siempre un evento en el cual músicos y auditores se enfrentaban cara a cara[2]. De este modo, durante los primeros veinte años desde que Thomas Alva Edison (1847-1931) descubrió la forma de guardar el sonido (1877) el fonógrafo fue visto principalmente como un recurso para la oficina, la sala de clases y el archivo, y sólo tangencialmente se consideró su utilidad como reproductor de música[3].

Sin embargo, el desarrollo de instrumentos de reproducción mecánica en los siglos XVIII (cajitas de música) y XIX (organillos y autopianos) pudo al mismo tiempo haber gravitado en la idea de Emile Berliner (1851-1929) de patentar en 1887 su aparato grabador y reproductor de discos ­gramófono­ como un artefacto casero de entretención, imaginando el disco como un producto de distribución masiva. Berliner abrió el primer estudio de grabación comercial en Estados Unidos en 1897 y ofreció su patente en Alemania en 1898, creándose la Deutsche Grammophon en Hannover (1898)[4].

De este modo, el descubrimiento del modo de capturar y reproducir el sonido tuvo un efecto impensado que modificó la intención original de Edison, quien se mantuvo hasta las primeras décadas del siglo XX comercializando su invento principalmente como un aparato de reproducción de la voz hablada, a pesar de que no tuvo demasiado éxito en las oficinas y más bien comenzó a tenerlo como máquina de monedas en las ferias de atracciones a partir de 1890[5].

Antes de la era del micrófono, la industria discográfica producía sus fonogramas mediante un sistema acústico de grabación, traspasando directamente las vibraciones de la voz y los instrumentos a la superficie de un cilindro o disco. Esto se hacía por medio de un cuerno que captaba las ondas sonoras y las llevaba hacia una membrana resonante que ponía en movimiento una aguja grabadora. Para escuchar la grabación, se invertía este proceso.

Mediante la grabación acústica sólo se producían originales, y los músicos tenían que grabar una y otra vez la misma pieza para duplicarla y venderla en forma masiva. Cuando Edison decide en 1894 comercializar su fonógrafo también como aparato de diversión, pone a la venta cilindros grabados por artistas que debían hacer hasta 80 grabaciones diarias[6].

Fueron pioneros como Berliner quienes se preocuparon de buscar una solución al problema del copiado masivo de registros originales. De este modo, en 1900 se inventan las matrices de cera reproducibles, imprimiéndose un mismo disco en fábricas instaladas en diferentes ciudades y países. La grabación de matrices permitió el desarrollo internacional de la industria discográfica, que participaba en un mundo aún dominado por poderes coloniales, donde florecía el comercio internacional[7]. Las grandes compañías se repartieron el mundo, correspondiéndole América del Sur a Victor Talking Machine (1901). Así comenzaron los recording trips (viajes de grabación), a cargo de agentes que instalaban sus equipos en hoteles, grabando artistas locales para el mercado local. En 1904 se graban corridos en México y trompetistas negros en Cuba[8].

Debido a que la industria discográfica comenzó a desarrollarse mediante la grabación acústica, de baja respuesta al rango de dinámica y de frecuencia del sonido, para lograr buenas grabaciones resultaba imprescindible contar con voces que tuvieran volumen, riqueza armónica y capacidad de sostener las notas.

Las voces de tenores, barítonos y sopranos de ópera se transformaron entonces en el medio privilegiado para el desarrollo de la nueva industria. Hacia comienzos de la Primera Guerra Mundial casi todos los cantantes de ópera habían grabado discos, destacándose la voz de Enrico Caruso (1873-1921) como ideal para la grabación acústica[9]. Al grabar cantantes líricos, la industria del disco no sólo aspirará a ser masiva, sino que a ser "seria", legitimándose socialmente y expandiendo el mercado hacia el auditor acomodado[10].

Según las fuentes más optimistas, hasta 1914 se habían vendido cien millones de discos en el mundo; los auditores urbanos y muchos rurales de casi todo el planeta podían ser abastecidos por las subsidiarias y agentes de un pequeño número de productores de Europa central y Estados Unidos[11]. Emile Berliner había triunfado en su empeño de formar un repertorio amplio de música grabada para uso doméstico.

La entrada del invento al espacio doméstico venía siendo incentivada desde fines del siglo XIX mediante campañas publicitarias donde se presentaba la imagen de una familia extasiada frente al fonógrafo. Para entrar al salón burgués, este aparato de laboratorio debió convertirse en mueble, vistiéndose de maderas finas, ocultando el altavoz, y buscando diseños clásicos, como el de Luis XVI, o de moda, como el art deco. Algo similar ocurriría en la década de 1920 con la radio, según veremos más adelante[12].

La ausencia de electricidad no fue un impedimento para la diseminación del fonógrafo como lo fue para la radio, permitiendo la temprana cobertura mundial del disco. Margot Loyola recuerda los paseos en carreta con su familia en el sur de Chile, señalando que sus padres "bailaban charlestón y pasodoble con una victrolita"[13]. Asimismo, Carlos Vega dudaba si algunas de las cuecas que recolectó con Isabel Aretz en diversas regiones del centro y sur de Chile en 1942 hayan llegado a oídos de sus informantes por conducto fonográfico, "pues los aparatos reproductores tienen enorme difusión en la campaña chilena", señala (1947: 2).

El invento de Edison se conocía en Chile desde fines del siglo XIX. Pereira Salas señala que hacia 1896 se abrió en el centro de Santiago una pequeña sala llamada Columbia ­nombre de la compañía asociada a Edison­, con la intención de popularizar el fonógrafo. El público santiaguino podía escuchar en cilindros de cera "los melodiosos acordes de las cuadrillas de la Fille de Madame Angot, y los nerviosos ritmos de la Zamacueca del cubano José White", señala Pereira Salas (1957: 323-324).

Músicos de casas de canto y de fondas del Parque Cousiño (actual Parque O'Higgins) fueron los primeros en realizar grabaciones privadas en Chile, según señala Juan Astica (1997: 15-16). Hacia 1910, Efraín Band, dueño de "Fonografía Artística" de Santiago, con sucursales en Antofagasta, Valparaíso y Concepción, inició la producción comercial de discos de gramófono en el país. Paralelamente se importaban discos de Estados Unidos y Europa con canciones populares, cuplés, y arias de ópera y romanzas de zarzuela. En 1920 Band comenzó a comercializar copias de estos discos realizadas por él. También se ofrecían registros de artistas chilenos en gira por el extranjero, o grabados en el país por los equipos viajeros de las compañías discográficas[14]. De este modo, hacia 1920 la familia chilena contaba con una variedad de músicos "dispuestos a tocar para usted", como aparece en la propaganda de un sobre de discos Victor de la época.

El fonógrafo acompañará las transformaciones de la vida privada de la segunda mitad del siglo XIX, marcada por la expansión de la familia victoriana, señala Flichy (1993: 95). Asimismo, la práctica doméstica de la música, muy extendida en Europa y América a fines del siglo XIX, comenzará a ser sustituida por la audición de instrumentos mecánicos, como la pianola o el autopiano, y luego el gramófono y la radio. Al reducirse el salón de las casas chilenas por imitación de los modelos arquitectónicos norteamericanos de la década de 1940, ya no cabrá más el piano en casa, y el status obtenido anteriormente por la posesión de este instrumento será reemplazado por el que otorga la presencia del equipo de música en el living moderno[15].


(2) En Middleton 1990: 84.
(3) Edison predijo las siguientes aplicaciones para su invento: dictado de cartas, libros fonográficos, enseñanza de locución e idiomas, reproducción musical, recuerdos familiares, cajitas y juguetes musicales, relojes parlantes, preservación de lenguas, y contestador telefónico (Gronow 1998: 1). En 1899 se construyeron 150.000 de estos fonógrafos en Estados Unidos.
(4) Ver Gronow 1998: 9; Middleton 1990: 84; y Frith 1988.
(5) Entre 1889 y la década de 1920, Edison y la Columbia Phonograph Company comenzaron a producir regularmente cilindros de cera para fonógrafos operados con monedas en parques de entretenimiento. Se ofrecían canciones "sentimentales" "temáticas", "cómicas", "irlandesas" y "negras". Ver Flichy 1993: 92-93; Gronow 1998: 4; y Frith 1988: 14.
(6) Más tarde, mediante un pantógrafo se harán hasta 25 copias simultáneamente. Ver Flichy 1993: 9
(7) Ver Gronow 1998: 10-11.
(8) Ver Gronow 1998: 30.
(9) Con la aparición de la grabación eléctrica a fines de la década de 1920, los cantantes líricos que habían hecho grabaciones acústicas volvieron a grabar su repertorio con la nueva tecnología disponible (Gonzalo Cuadra).
(10) Ver Gronow 1998: 14-15; y Frith 1988: 16.
(11) Ver Chanan 1995: 54; y Middleton 1990: 84.
(12) Entre 1900 y 1920 aumentó de 500.000 a 12.000.000 la cantidad de aparatos reproductores de grabaciones en Estados Unidos. Ver Flichy 1993: 101-102.
(13) Esto debe haber sido en la década de 1930. Ver Ruiz 1995: 12.
(14) Ver Astica 1997: 18-19.
(15) Ver Escobar 1971: 91-92.