EL CANTO MEDIATIZADO

LA VOZ DE SEDA DE JUAN ARVIZU



Los tenores mexicanos que popularizaban el bolero en América Latina en la década de 1930, tarde o temprano tenían que enfrentarse al micrófono; el caso de Juan Arvizu constituye un buen ejemplo en este sentido. Arvizu grabó por primera vez en 1927 para el sello Brunswick, seguramente todavía en forma acústica, utilizando sus recursos vocales líricos en el canto solista y de dúo. Tres años más tarde iniciaría su carrera radial, participando de la inauguración de la emisora XEW "La voz de América Latina" en Ciudad de México, de Radio El Mundo en Buenos Aires, en 1935, y de la Columbia Broadcasting System en Nueva York en 1942, emisora desde donde consolidó su fama en el continente[32]>. En su deambular por las radios de América, Arvizu debió adecuar su voz a recintos pequeños como son los locutorios y auditorios radiales, y especialmente al uso del micrófono, que hacía innecesaria la colocación y proyección de la voz que había aprendido en su paso por el Conservatorio.

Al analizar las grabaciones de Arvizu, se aprecia su paulatina e inteligente adecuación al micrófono. Su capacidad vocal se manifiesta en el gran volumen que puede alcanzar (Purísima, de Rafael Hernández) y en las notas sostenidas, especialmente en las zonas cadenciales (Eso, la vida y más, de Miguel Prado). En las vocales abiertas se nota más su potencia, y siempre termina las notas largas sin hacerlas desaparecer alejándose del micrófono (Sinceramente, de Rodolfo Sciamarella)[33].

A pesar de sus capacidades vocales, su potencia está bien dosificada, y en las notas largas siempre hace reguladores en decrecendo, lo mismo sucede en las notas agudas (Damisela encantadora de Ernesto Lecuona). La dicción será clara; el uso del "portamento" estará más regulado; dosificará el vibrato; intercalará gemidos, exclamaciones, susurros, respiraciones y énfasis silábicos (Mi pecado, de José Goles y Carlos Ulloa), y desarrollará un estilo rubato especialmente en las introducciones (Eso, la vida y más, de Miguel Prado). Al bajar el volumen de la voz, Arvizu se acerca más al micrófono y la dicción será más nítida aún (Tres dilemas, de Vicente Garrido).

En el bolero Cuando vuelvas (1944) de Agustín Lara, Arvizu intercala una estrofa declamada, apareciendo su voz natural, donde es posible apreciar la similitud expresiva y tímbrica que existe entre su modo de hablar y su forma de cantar con micrófono.


(32) Ver Rico Salazar 1999: 374
(33) En Arvizu se aprecia una distancia mayor frente al micrófono que la que habrá en los cantantes posteriores de bolero, como si de todos modos necesitara un mayor espacio para proyectar su voz.