HISTORIA DEL HIMNO NACIONAL

EL TEXTO DE DON BERNARDO DE VERA Y PINTADO



Desde los albores de la Independencia, y más particularmente, desde el 18 de septiembre de 1810, los chilenos advertían no sin un dejo de amargura la carencia de un himno que supiera exaltar el amor a la patria y que cantara las glorias y gestas heroicas de sus hijos. Y a medida que pasaban los años este anhelo aumentaba más y más. La celebración que cada año se hacía para conmemorar el Aniversario Patrio era vistosa y llevaba el gozo a cada chileno, pero siempre se advertía la ausencia del himno o marcha patriótica.

Siguieron meses tremendamente sacrificados y activos en los que, después de vencer a las fuerzas invasoras en Maipú y combatirlas en el sur hasta su expulsión del territorio, todo el esfuerzo nacional se orientó hacia tareas inmediatas de reconstrucción y organización. Al cabo, el 19 de julio de 1819, el Director Supremo, seguro en la firmeza de la nueva nación, encargó, por oficio e intermedio del Ministro Joaquín de Echeverría, al que fuera agente del Gobierno de Buenos Aires, el fogoso argentino don Bernardo de Vera y Pintado, cuyo estro poético admiraba sinceramente, la composición una canción patriótica que sirviera para destacar las próximas festividades patrias de septiembre y manifestara cumplidamente el sentimiento nacional, ensalzando los valores ganados por Chile con tanto empeño.

La composición épica que Vera entregó satisfizo a todos. El Himno fue ublicado en "El Telégrafo" No. 37 el 28 de septiembre de 1819. Habiendo el Director Supremo sometido este himno a la consideración del Senado, el presidente de esta corporación, don Francisco Antonio Pérez, le comunicó por oficio de 20 de sptiembre del año citado que el Senado había visto con placer la canción que éste le había acompañado, y que ella merecía justamente el nombre de CANCION NACIONAL DE CHILE con que el Senado la titulaba. El mensaje directorial con que se recabó la sanción del Senado es explícito: "Chile ha carecido hasta hoy de una canción patriótica, pues aunque se han escrito e impreso muchas y muy buenas tratan por lo general de toda la América revolucionada. La que tengo el honor de incluir, examinada y aprobada por personas inteligentes, creo que puede correr con el título de Marcha Nacional, si siendo del agrado de V. E. tiene a bien declararle ese carácter".

El mismo día, O'higgins ordenó se imprimiera y circulara "a los pueblos, al Instituto Nacional y escuelas. Al teatro se pasarán cuatro ejemplares para que al empezar toda representación se cante primero la Canción Nacional". Publicada además en la Gazeta Ministerial y en El Telégrafo, este periódico la presentó diciendo: "Ha pasado ya el tiempo en que la trompeta venal y mentirosa de nuestros poetas no se empleaba sino en lisonjear el orgullo de los tiranos de la América... La canción que ha compuesto el Dr. D. Bernardo Vera, y ha sido adoptada como nacional por el Exco. Senado y S. E. el Supremo Director, hace honor a Chile. En la armonía y cadencia de sus versos, lejos de imponerse silencio a la razón humana, conserva la poesía el clarín verídico que ha de resonar en la extensión de los siglos..., y la juventud... tendrá ideas exactas de la verdadera grandeza, y sabrá encaminarse, con semblante animado y placentero, a la victoria o al sepulcro, cuando lo exija la Patria".

Conviene saber que el año 1819 se postergó por algunos días la celebración del aniversario de la Instalación de la Primera Junta Nacional de Gobierno. Las fiestas conmemorativas se realizaron el 28 de septiembre.

El clima de la lucha, el encono inherente a toda guerra civil, desviado, como era lógico, a la simplificación de la brega entre españoles y americanos, movió la pluma de Vera con pasión. Los versos contenían duros conceptos para los españoles y constituían fiel reflejo del sentir liberacionista propio de aquellos días de fiera lucha por la independencia.

A falta de música adecuada, la Canción de Vera se cantó con la del Himno Nacional argentino. El siguiente es el texto de la CANCION NACIONAL escrito por don Bernardo de Vera y Pintado:

HIMNO NACIONAL DE CHILE
Texto: Bernardo Vera y Pintado

Ciudadanos, el amor sagrado
De la Patria os convoca a la lid:
Libertad es el eco de alarma;
La divisa: triunfar o morir.
El cadalso o la antigua cadena
Os presenta el soberbio español:
Arrancad el puñal al tirano,
Quebrantad ese cuello feroz.

DULCE PATRIA, RECIBE LOS VOTOS
CON QUE CHILE EN TUS ARAS JURO
QUE O LA TUMBA SERAS DE LOS LIBRES
O EL ASILO CONTRA LA OPRESION.

Habituarnos quisieron tres siglos
Del esclavo a la suerte infeliz,
Que al sonar de las propias cadenas
Más aprende a cantar que a jemir.
Pero el fuerte clamor de la Patria
Ese ruido espantoso acalló;
I las voces de la Independencia
Penetraron hasta el corazón.

En sus ojos hermosos la Patria
Nuevas luces empieza a sentir,
I observando sus altos derechos
Se ha incendiado en ardor varonil.
De virtud i justicia rodeada,
A los pueblos del Orbe anunció
Que con sangre de Arauco ha firmado
La gran carta de emancipación.

Los tiranos en rabia encendidos
I tocando de cerca su fin,
Desplegaron la furia impotente,
Que aunque en vano se halaga en destruir.
Ciudadanos, mirad en el campo
El cadáver del vil invasor...;
Que perezca ese cruel que en el sepulcro
Tan lejano a su cuna buscó.

Esos valles también ved, chilenos,
Que el Eterno quiso bendecir,
I en que ríe la naturaleza,
Aunque ajada del déspota vil.
Al amigo y al deudo más caro
Sirven hoi de sepulcro i de honor:
Mas la sangre del héroe es fecunda,
I en cada hombre cuenta un vengador.

Del silencio profundo en que habitan
Eesos Manes ilustres, oíd
Que os reclamen venganza, chilenos,
I en venganza a la guerra acudid.
De Lautaro, Colocolo i Rengo
Reanimad el nativo valor,
I empeñad el coraje en las fieras
Que la España a estinguirnos mandó.

Esos monstruos que cargan consigo
El carácter infame i servil,
¿Cómo pueden jamás compararse
Con los Héroes del cinco de Abril?
Ellos sirven al mismo tirano
Que su lei i su sangre burló;
Por la Patria nosotros peleamos
Nuestra vida, libertad i honor.

Por el mar i la tierra amenazan
Los secuaces del déspota vil;
Pero toda la naturaleza
Los espera para combatir:
El Pacífico al Sud i Occidente,
Al Oriente los Andes i el Sol,
Por el Norte un inmenso desierto,
I el centro libertad i unión.

Ved la insignia con que en Chacabuco
Al intruso supisteis rendir,
I el augusto tricolor que en Maipo
En un día de triunfo os dió mil.
Vedle ya señoreando el Océano
I flameando sobre el fiero León:
Se estremece a su vista el Ibero
Nuestros pechos inflama el valor.

Ciudadanos, la gloria presida
De la Patria el destino feliz,
I podrán las edades futuras
A sus padres así bendecir.
Venturosas mil veces las vidas
Con que Chile su dicha afianzó.
Si quedare un tirano, su sangre
De los héroes escriba el blasón.


Don Bernardo de Vera y Pintado nació en Santa Fe de la Vera Cruz en 1780. Fueron sus padres don José de Vera y Mujica y doña María Antonia López Almonacid Pintado, los que se esmeraron en darle una educación poco común en aquellos años la que le permitió destacarse como el alumno más aventajado de la Universidad de Córdoba. Una vez concluídos sus estudios en aquella Universidad y cuando tenía 19 años, en 1799, se trasladó a nuestro país en donde completó sus conocimientos logrando graduarse como doctor en Teología y en Leyes en la Universidad de San Felipe, la que lo contó entre sus alumnos más brillantes. El desastre de Rancagua, en Octubre de 1814, produjo en Vera como en los patriotas chilenos un mismo propósito. Traspuso los Andes junto a las huestes de O'Higgins y Carrera. En 1817, cuando el Ejército Libertador desfiló triunfante por la calles de Santiago, Vera se contaba entre los combatientes, pues enrolado en el Ejército, servía el cargo de Auditor de Guerra.

Una vez aquietados los espíritus y establecida la República, Vera se dedicó exclusivamente a la enseñanza como profesor del Instituto Nacional, al foro y a la prensa en donde actuó junto a Camilo Henríquez. Aunque fue diputado al Congreso instalado en 1824, nunca tuvo una viva actuación en las luchas civiles que siguieron a la guerra de la independencia. Murió el 27 de agosto de 1827 ante la flicción de sus muchos amigos y de la ciudadanía toda. Su muerte dió motivo a un duelo general y produjo hondas manifestaciones de dolor público.