HISTORIA DEL HIMNO NACIONAL

MANUEL ROBLES GUTIÉRREZ



En medio de los afanes para la partida de la Expedición Libertadora del Perú se encontró otra expresión musical que O'Higgins debió aprobar antes de viajar a Valparaíso, despedir aquélla. El mismo día del zarpe, el 20 de agosto de 1820, en la capital, junto con inaugurarse el "teatro de la plazuela de la Compañía" (hoy Montt-Varas), se estrenó la nueva melodía. "Era su autor -dice Pereira Salas- uno de los más simpáticos compositores chilenos de esta primera generación republicana, Manuel Robles Gutierrez, nacido en Renca en 1780. Era hijo de Marcos Matías Robles, director de bandas y profesor de baile, y de Agustina Gutierrez. La personalidad de Robles era, más que novelesca, fascinante. Vivían en él las tradiciones coloniales, era eximio y arrojado torero, gran jugador de pelota, boxeador temible, cantador de tonadas, experto encumbrador e invencible campeón de volantines y bohemio impenitente. En las fiestas se acompañaba admirablemente con su guitarra, y, según relata Zapiola, aunque tenía pésima voz, lo hacía con tal gracia que suplía con creces su cacofónico defecto. En Buenos Aires derrotó sin lucha a los mejores jugadores de billar. Heredero de las aptitudes musicales de su padre, se distinguió como violinista de mérito y como el primer director de orquesta del país". La sencilla e inspirada melodía de Robles prendió rápidamente en los corazones y el público se acostumbró a entonarla todas las noches de función en el teatro.

El estreno oficial de la CANCION NACIONAL de Robles y Vera y Pintado tuvo lugar en el teatro del coronel Domigo Arteaga -el primer teatro permanente que hubo en Chile- con ocasión de celebrarse un triple acontecimiento: el natalicio del Director Supremo, la partida de la Expedición Libertadora del Perú y el estreno de un nuevo local del teatro, más elegante, ubicado en la Plazuela de la Compañía. La orquesta que actuó en aquella oportunidad fue dirigida por el propio compositor.

En 1824 partió a Buenos Aires con José Zapiola en un viaje que este último relató con ribetes pintorescos. Allí se ganó la vida como violinista de la orquesta del maestro Massoni. En 1825 regresó al país. Abrió una Academia de baile en el Café de Melgarejo y organizó una pequeña orquesta que hacía las delicias de los parroquianos. Figuró entre los fundadores de la primera Sociedad Filarmónica, junto a las figuras más destacadas del ambiente musical de entonces. Posteriormente, contrajo matrimonio y participó en la orquesta de la primera ópera que se dio en Santiago.

Siete años vibraron las notas de Robles dando vida a la canción, manteniéndose su popularidad hasta 1828, fecha en que fue reemplazada por la que compuso el maestro español Ramón Carnicer. Zapiola, que la conservó para nosotros, la recuerda: "Tenía todas las circuntancias de un canto popular: facilidad de ejecución, sencillez sin trivialidad (se exceptúa el coro, que parece era de rigor que fuese un movimiento más vivo que la estrofa), y, los más importante de todo, poderse cantar por una sola voz sin auxilio de instrumentos".

Se conoce una transcripción de José Zapiola, publicada en la revista Las Bellas Artes, el 5 de abril de 1869. Fue reproducida por Aníbal Echeverría y Agustín Canobio, en el libro La Canción Nacional de Chile (Valparaíso, 1904). Otra versión corre impresa en el suplemento extraordinario de El Mercurio, del 18 de septiembre de 1910.
Problemas de salud y el rudo golpe moral que le significó el reemplazo de su Canción por otra, que había sido encargada a un extranjero, atentaron contra su salud, y falleció en Santiago, en medio de la mayor miseria, el 27 de agosto de 1837, a los 57 años de edad.

HIMNO NACIONAL DE CHILE
Texto: Bernardo Vera y Pintado
Música: Manuel Robles Gutiérrez
Voces: Raquel Barros, Miguel Barros y Miguel Besoaín
Clavecín: Iris Sanhueza



Ciudadanos, el amor sagrado
De la Patria os convoca a la lid:
Libertad es el eco de alarma;
La divisa: triunfar o morir.
El cadalso o la antigua cadena
Os presenta el soberbio español:
Arrancad el puñal al tirano,
Quebrantad ese cuello feroz.

DULCE PATRIA, RECIBE LOS VOTOS
CON QUE CHILE EN TUS ARAS JURO
QUE O LA TUMBA SERAS DE LOS LIBRES
O EL ASILO CONTRA LA OPRESION.

En sus ojos hermosos la Patria
Nuevas luces empieza a sentir,
I observando sus altos derechos
Se ha incendiado en ardor varonil.
De virtud i justicia rodeada,
A los pueblos del Orbe anunció
Que con sangre de Arauco ha firmado
La gran carta de emancipación.


Cuando en 1867 ya se consideraba perdido el documento histórico que este himno constituía, José Zapiola declaró que él recordaba la letra y la música y podía reescribirlas, trabajo que le tomó un año y que quedó terminado el 15 de octubre de 1968, resucitando para siempre el himno de Robles.