HISTORIA DEL HIMNO NACIONAL

EUSEBIO LILLO ROBLES



Eusebio LilloChile fue el primer país de América que, aún en la etapa de gestación de la nacionalidad, enfocó con perspectiva histórica el carácter de guerra civil que tuvo la de la Independencia. No es de extrañar, por tanto, que, una vez acrisolada su madurez política, y aplacados los odios engendrados por la guerra de la Independencia, la colonia española residente protestó con respeto de los versos de Vera, más que hirientes, anacrónicos ya. Encabezó el movimiento don Manuel Puerta de Vera y logró éxito. En 1847, del Encargado de Negocios español, Salvador Tavira, solicitó al Supremo Gobierno que en un gesto de amistad y concordia tuviese a bien cambiar la letra del Himno Nacional, ya que a ellos no les parecía propio que, manteniendo España cordiales relaciones con nuestro país, la CANCION NACIONAL DE CHILE mantuviera todavía expresiones duras, violentas y ofensivas en contra de la Madre Patria.

Los deseos expresados por los españoles residentes encontraron favorable acogida en el gobierno chileno, el que adoptó las medidas del caso para dar cumplida satisfacción a los anhelos de la colonia española. En efecto, el entonces Presidente de la República, a través de su ministro Manuel Camilo Vial, encargó a don Eusebio Lillo Robles, joven funcionario del Ministerio y reconocido notable poeta, la honrosa tarea de componer otra letra para la CANCION NACIONAL. "No quería escribirla -recordó después Lillo-; pensaba que un Himno Nacional no se debe cambiar. La de Vera era hermosa y representaba el periodo heróico de nuestra historia".

Contaba Lillo a la sazón 21 años y ya su estro poético brillaba entre la generación de 1842 cuando se dió a la tarea. Trabajó, sin mucho entusiasmo, casi en los moldes de Vera en la primera estrofa, que consideró "forzada, sin soltura ni movimiento", pero luego, echando de menos en el texto histórico lo romántico de la paz que vivíamos y "evocando nuestra tierra, el mar y la montaña, las perfumadas flores y la belleza del marco físico, las siguientes estrofas corrieron frescas y espontáneas". Su pluma exalta románticamente la grandeza de Chile en la hermosura de su naturaleza. Y así, a medida que avanzaba en el texto, fue sintiendo el entusiasmo, el ardor y la fogosidad que siempre imprimía a sus acciones. El coro le dio más quehacer. Escribió primero:

"Libertad, invocando tu nombre
La chilena y altiva nación,
Jura libre vivir de tiranos
Y de extraña, humillante opresión".


Pero ensayó otra cuarteta de fondo pedagógico:

"¡Viva Chile! doquiera se aclame
Y el chileno ese grito al oír,
En la paz al trabajo nos llame
Y en la guerra a vencer o morir".


Finalmente, una vez terminado su trabajo, rubricó con su firma un texto con el primero de ambos coros y, en justa y honrada crítica, Lillo estimó oportuno someterlo a la consideración, al análisis crítico y docta opinión de don Andrés Bello. Gustó la nueva letra en sobremanera a don Andrés y nada objetó sino una sola palabra en el coro. A don Andrés Bello no le apreció bien la palabra "tiranos" y así se lo hizo saber al autor insinuándole, entonces, que cambiara la palabra objetada. Juzgó Bello que la palabra en cuestión podría esgrimirse contra los propios gobiernos interiores, que la fogosa juventud de entonces encarnaba, precisamente, en las personas de Bulnes y de Montt. Lillo tomó nuevamente el coro e intentó rehacerlo; sin embargo, todo cuanto compuso no le satisfizo y considerándose incapaz de mejorarlo, resolvió, finalmente, quitar el suyo y conservar el coro de Vera y Pintado.

La nueva letra no se impuso sin lucha sobre la antigua. Parece que produjeron en este duelo un desarrollo y un desenlace similares a los acontecidos con las músicas de Robles y Carnicer. Como entonces, triunfó la juventud, y la letra de Lillo pasó, con su creador, a la Historia, para ganar a poco laureles internacionales.

Aunque aceptada universalmente como nuestra CANCION NACIONAL, sin haberse dictado ley ni decreto que la oficializara, su aplicación en la práctica a la música de Carnicer encontró algunos tropiezos que se tradujeron en repetidas deformaciones, en especial en el coro, como venía sucediendo, que dos autores propusieron enmendar. El "contrá la opresián" lo corregían reemplazando la frase final, "que, o la tumba serás de los libres / o el asilo contra la opresión" por "o el castigo halle en ti la opresión", o ambos versos por "ser la tumba de nobles guerreros / o una libre y altiva nación". Pero no hubo asentimiento. Fue más fuerte la inspiración de Vera y Pintado y lo que ella significaba para nuestras tradiciones democráticas.

Un Suplemento al Comercio, No. 252, de septiembre de 1859 contiene la CANCION NACIONAL DE CHILE que, al parecer, sería la primera edición pentagrámica chilena, reformada en su letra por el poeta Eusebio Lillo y que se ejecutó por primera vez el 18 de Septiembre de 1847. La letra, sin embargo, había sido impresa en una edición de cuarto de la Imprenta Chilena, en mayo de 1847.

Por decreto del 12 de agosto de 1909, considerados el manuscrito original de don Eusebio Lilllo y la edición primitiva de la música de Carnicer, se fijó en términos definitivos la forma como había de interpretarse el Himno Nacional, lo que refrendó, por decreto de 27 de junio de 1941, el gobierno de don Pedro Aguirre Cerda. El siguiente es el texto de Eusebio Lillo, conservando el coro de Bernardo Vera y Pintado:

HIMNO NACIONAL DE CHILE
Coro: Bernardo Vera y Pintado
Estrofas: Eusebio Lillo Robles
Música: Ramón Carnicer Battle



DULCE PATRIA, RECIBE LOS VOTOS
CON QUE CHILE EN TUS ARAS JURO
QUE O LA TUMBA SERAS DE LOS LIBRES
O EL ASILO CONTRA LA OPRESION.


Ha cesado la lucha sangrienta;
Ya es hermano el que ayer invasor;
De tres siglos lavamos la afrenta
Combatiendo en el campo de honor.
El que ayer doblegábase esclavo,
Libre al fin y triunfante se ve;
Libertad es la herencia del bravo,
La victoria se humilla a su pie.

Alza, Chile, sin mancha la frente:
Conquistaste tu nombre en la lid;
Siempre noble, constante y valiente
Te encontraron los hijos del Cid.
Que tus libres tranquilos coronen
A las artes, la industria y la paz,
Y de triunfos cantares entonen
Que amedrenten al déspota audaz.

Vuestros nombres, valientes soldados,
Que habéis sido de Chile el sostén,
Nuestros pechos los llevan grabados,
Los sabrán nuestros hijos también.
Sean ello el grito de muerte
Que lancemos marchando a lidiar,
Y sonando en la boca del fuerte,
Hagan siempre al tirano temblar.

Si pretende el cañón extranjero
Nuestros pueblos, osado, invadir,
Desnudemos al punto el acero
Y sepamos vencer o morir.
Con su sangre el altivo araucano
Nos legó por herencia el valor;
Y no tiembla la espada en la mano
Defendiendo de Chile el honor.

Puro, Chile, es tu cielo azulado,
Puras brisas te cruzan también,
Y tu campo de flores bordado
Es la copia feliz del Edén.
Majestuosa es la blanca montaña
Que te dió por baluarte el Señor,
Y ese mar que tranquilo te baña
Ye promete futuro esplendor.


Esas galas, oh Patria, esas flores,
Que tapizan tu suelo feraz,
No las pisen jamás invasores;
Con su sombra las cubra la paz.
Nuestros pechos serán tu baluarte,
Con tu nombre sabremos vencer,
O tu noble, glorioso, estandarte,
Nos verá combatiendo caer.