El surgimiento y desarrollo de la música popular ha estado ligado a la aparición de géneros que conjugan texto, música y danza y que se caracterizan por poseer una dimensión urbana, masiva y moderna. En este desarrollo, la música popular chilena ha recurrido tanto a géneros folclóricos vigentes y extinguidos como a géneros internacionalizados por la industria musical. Al recurrir al folclore, la música popular chilena transformó la funcionalidad y el estilo original de los géneros y repertorios utilizados, sacándolos de su medio ambiente, despojándolos de su ocasionalidad, y adaptándolos a principios estéticos y requerimientos de producción de la cultura de masas. De este modo, ha transformado géneros locales y tradicionales en géneros masivos e históricos, es decir surgidos o revividos en momentos específicos.
Esta transformación se aprecia en cada una de las corrientes de raíz folclórica de nuestra música popular. La Proyección Folclórica, si bien intentó mantener el sonido auténtico de la música folclórica, desarrolló el espectáculo escénico e introdujo el canto grupal de] repertorio solista tradicional. La Música Típica mantuvo la emisión vocal depurada del cantante popular de comienzos de siglo, desarrolló el virtuosismo instrumental, y cultivó la imitación del modo de hablar campesino. El Neofolclore hizo más compleja la armonía de las canciones, desarrolló el virtuosismo vocal, y renovó los géneros folclóricos utilizados. La Nueva Canción continuó esta renovación e hizo más complejo el texto, la instrumentación y la forma de las canciones. Además, al recurrir a la Música Andina, la Nueva Canción depuró el sonido indígena original y sustituyó la expresión nostálgica del hombre andino por una más vigorosa y combátiva.
La música popular chilena de raíz folclórica le ha permitido al chileno urbano evocar su pasado en el campo; conocer costumbres y repertorios lejanos; sentir la modernidad como algo propio; reivindicar a sectores postergados; y hacer aflorar sentimientos americanistas. Todas estas funciones, llevadas a cabo por la Música Típica, la Proyección Folclórica, el Neofolclore, y la Nueva Canción respectivamente, estuvieron presentes en Chile durante la década de 1960, dejando de manifiesto la existencia de una intensa relación entre la música nacional y el público de la época.
La canción chilena de raíz folclórica mantuvo desde sus inicios una temática recurrente, determinada por su vinculación con las expresiones criollas de la zona central del país, donde reina la tonada y la cueca. Así mismo, el inmigrante urbano favoreció el desarrollo de una música evocativa, que idealizaba el paisaje y la vida en el campo. Sin embargo, con la incorporación de nuevos sectores sociales a la escena musical chilena en los años sesenta, y gracias a los frutos de la recolección folclórica de las décadas anteriores, el palsajismo lírico de la Música Típica fue perdiendo su singularidad y se amplió hacia un palsajismo humano con el Neofolclore, que luego se hizo social con la Nueva Canción.
Las canciones de Raúl de Ramón, Rolando Alarcón, y Sofanor Tobar, marcan el comienzo del paisajismo humano del Neofolclore. Este nuevo palsajismo no sólo incorporó regiones lejanas y agrestes a la canción popular, sino que sumó también sus habitantes y costumbres. De este modo, se desarrolló una música costumbrista, que pluralizó el concepto de identidad nacional, incorporando rasgos del "otro" a la conciencia criolla dominante. Con la Nueva Canción, especialmente con Violeta Parra y Víctor Jara, el costumbrismo del Neofolclore adquirió una clara dimensión social. Si bien siguió imperando la descripción del "otro", ésta ya no se limitó a narrar sus costumbres y a evocar su pasado, sino que comenzó a exponer y a reflexionar sobre su condición social, intentando remecer la conciencia del público y la de los propios protagonistas de la canción.
La eclosión folclórica de los años sesenta tuvo un destino diferente al esperado en su época. Las décadas posteriores marcaron abruptas interrupciones y aperturas insospechadas a nuevas influencias. La generación siguiente no pudo continuar el camino trazado en los años sesenta y la subsiguiente no quiso hacerlo, sucumbiendo al embrujo electrónico del rock. La música de raíz folclórica entonces, perdió en pocos años el protagonismo alcanzado, quedando circunscrita a festivales, programas especiales, y Fiestas patrias. Sin embargo, algunos de sus representantes han continuado renovándose sin perder el vínculo con la tradición, augurándole una larga vida a la corriente más original que ha producido la Música Popular Chilena en el siglo veinte.