MUSICA POPULAR CHILENA (1900-1960)

INTRODUCCIÓN



La música popular urbana ha logrado la masividad que la caracteriza debido a la actividad comercial desarrollada por la Industria Musical que se ha encargado de diseminarla por el mundo a través de partituras, cancioneros, grabaciones, programas radiales, películas y espectáculos en vivo. En Chile se incorporó tempranamente a la naciente idustria de la música popular del siglo XIX, comericalizando partituras, instrumentos y rollos de autopiano que eran utilizados en tertulias y bailes realizados en las principales ciudades del país.

Durante la primera mitad del siglo pasado se bailaba en Chile contradanzas, gavotas y zamacuecasa las que se agregaron el vals y la cuadrilla, enseñados por los maeestros de baile de mediados de siglo. La segunda mitad del siglo XIX estuvo dominada por nuevos bailes de salón, tales como el scottish y la redowa, y más tarde la mazurca y la polca, bailes que fueron estimulados por las sociedades filarmónicas de la época como parte de su labor recreativa para los sectores altos de la sociedad. Poseían una coreografía elaborada que era bailada con formalidad y compostura, aunque las damas se permitían cierta languidez en la redowa y una fina coquetería en el scottisch.

La enseñanza y práctica del baile de salón continuó en Chile durante el presente siglo. Las nuevas danzas eran promovidas por las academias de baile, como la fundada por Juan Valero (1895-1956) en Santiago en 1918 respondiendo a los vaivenes de una moda siempre impuesta por la industria internacional de la música popular.

Durante las primera décadas del siglo XX, existió una permanente oferta de zarzuelas, operetas, cuplés, sainetes, variedades, revistas musicales y funciones de cine mudo en las ciudades de Améroca Latina, aumentándose las posibilidades de entretención para nuevos sectores sociales urbanos.

Especial importancia para el desarrollo de la música popular chilena tuvieron los espectáculos que incluían elementos del folclore campesino, situando en un medio urbano las tradiciones folclóricas rurales. Sainetes, mosaicos criollos, romances camperos y obras costumbristas son presentadas en Chile desde los años veinte por compañías de espectáculos criollos: "De Pura Cepa" (Antonio Acevedo Hernández y Francisco Mieres), "La Fiesta En Los Campos Chilenos" (Chilote Campos), "La Alegría De Los Campos Chilenos" (Victor Acosta)" y "Las Alegres Fiestas Huasas" (Ramón Rojo).

El cine constituyó hasta comienzos de los años 30 una fuente importante de trabajo para los músicos doctos y populares, quienes acompañaban las funciones de cine mudo. Pianistas y grupos de cámara interpretaban arreglos de música docta y popular. Con la llegada del cine sonoro, estos músicos continuaron interpretando su repertorio en los salones de té. El papel preponderante del cine sonoro como difusor de nuevos repertorios contribuyó a la masificación alcanzada por la música popular entre las décadas de 1930 y 1960. Sin embargo, dentro de la floreciente cinematografía latinoamericana de mediados de siglo, el cine nacional no logró crear su propio espacio y el repertorio musical que lo acompañaba no alcanzó la difusión continental.

La Industria discográfica nacional en cambio, tuvo mejor suerte, iniciando en 1927 la elaboración de discos a partir de matrices europeas. En 1928, Chile exportaba fonogramas hechos por Odeón y RCA Victor a casi toda América Latina y en la década de los 1930, se comercializaban en el país los sellos Columbia y Brunswick.

La actividad de los sellos era intensa. La RCA Victor contaba con tres orquestas (de música internacional, de música de raíz folklórica, de música argentina. mexicana y cubana) y, además, publicaba regularmente un cancionero y una revista musical.

La Radio desarrolló un papel preponderante en el desarrollo de la música popular chilena de la primera mitad del siglo XX. Los músicos populares de entonces realizaban su aprendizaje, práctica y carrera profesional como artistas radiales. Las radios contaban con elencos estables conformados por artistas nacionales y extranjeros entre cantantes, pianistas, orquestas y directores que orquestaban y componían. El auditorio radial era uno de los lugares principales para efectuar presentaciones en vivo. Esta costumbre continuó hasta comienzos de la década de 1960, como es el caso de radio Corporación, donde debutó en 1945 Federico Ojeda con su Gran Orquesta de 21 músicos y se despidió en 1961 la Gran Orquesta de Pedro Mesías, cerrando la época de las orquestas radiales en el país.

La radio se dearrolló en Chile según un modelo norteamericano más que europeo, privilegiando el interés comercial sobre el cultural. A fines de la década de 1920 existían 15 emisoras y en 1936 se fundaba la Asociación de Radiodifusores de Chile, ARCHI. Hasta un 30% de los programas radiales difundidos en la década de 1940 eran en vivo, y en ellos participaba un 70% de artistas chilenos.

En 1935 se dicta la primera ley de derechos de ejecución pública, la que aumentó el reconocimiento y la protección del compositor popular chileno. Por ese entonces, se consolidaba la profesionalización del intérprete popular, desarrollándose especialidades y diversos estilos de interpretación. Según las características de sus voces, su repertorio y el lugar habitual de actuación, los solistas vocales se agrupaban en: cantantes, cantantes radiales, cancionistas, cancionistas criollas, cancionistas vedettes, chansonniers, estilistas, tanguistas, sopranos o tiples, tenores y barítonos.

Durante las décadas de 1930 y 1940 existió una gran variedad de de agrupaciones vocales e instrumentales de música popular. Los grupos instrumentales se dividían principalmente en orquestas típicas, formadas por cuatro violines, cuatro bandoneones, piano y contrabajo; y en orquestas de jazz, formadas por dos trompetas, tres saxos, un trombón, piano, bajo y bartería. "La jazz", como se llamaba en la época a este tipo de orquesta, tocaba música norteamericana y tropical. También se hacía musica popular con orquestas sinfónicas y grupos de cámara.

El desarrollo que experminetó la industria discográfica, la radio y el cine sonoro durante la década de 1930, expuso al chileno a una cultura popular moderna y cosmopolita. De este modo, la música popular de raíz folclórica, imperante en el país durante los años veinte, comenzó a compartir terreno con nuevos repertorios, asociados a la modernidad de los medios que los popularizaban.

Es así como en la música popular chilena han llegado a coexistir corrientes de distinto origen: lo europeo (la canción, la polca, el vals, el pasodoble); lo folklórico chileno (la tonada, la cueca y la mapuchina); lo popular latinoamericano (el tango, el bolero, el corrido y los vailes afro-cubanos); lo popular norteamericano (los bailes swing).