La Revista Musical Chilena ha identificado como sus principales áreas de interés, la cultura musical de Chile, considerando tanto los aspectos musicales propiamente tales, como el marco histórico y sociocultural, desde la perspectiva de la musicología y de otras disciplinas relacionadas. Incorpora contenidos vinculados a compositores, ejecutantes e instrumentos de la música de arte, folclórica, popular urbana e indígena, al igual que artículos atinentes a manuscritos, investigadores, aspectos teóricos y modelos musicológicos, además de nuevos enfoques de la musicología como disciplina, tanto en Chile como en América Latina.
En efecto, la industria musical chilena se alimentó de la labor de recolección y proyección folklórica realizada por folcloristas como Esther Martínez, que se presentaba en espectáculos costumbristas desde 1927; Derlinda Araya, quien cantaba en radio desde 1929; Petronila Orellana, autora de la cueca "Los Lagos de Chile"; Margot Loyola, que popularizó repertorio étnico e histórico chileno; Gabriela Pizarro, fundadora del conjunto de proyección folklórica Millaray; y Violeta Parra, quien se presentó en radio Chilena en 1963, inició sus grabaciones de folclore para el sello Odeón en 1956 y llevó el folclore a la relevisión junto a sus hijos en 1960.
Sin embargo, la industria de la música chilena fue alimentada principalmente por la estilización del folklore campesino, realizada desde los años veinte por cuartetos, dúos y solistas vocales con acompañamiento de arpa, acordeón y guitarra. De este modo la música de campesinos de transformó en música de espectáculo, adecuada al medio urbano nocturno de boites y restaurantes.
Para el habitante urbano, la estilización del foclore chileno ha constituido la noción de auténtica música campesina. Sin embargo, esta elaboración corresponde a una "urbanización" del folclore, pues son sectores urbanos y rurales emigrados los que más lo practican y usan. Para el extranjero, el folclore estilizado constituye un souvenir con el que se lleva un recuerdo "típico" del alma criolla nacional.
Sin embargo, la "música típica" posee al mismo tiempo características campesinas dadas por su funcionalidad social, que la liga a ocasiones festivas rurales como la boda, el rodeo o la trilla, y por el uso de instrumentos y géneros folclóricos. Además posee una sensibilidad y temática rural que refuerza los valores tradicionales del habitante del campo chileno. El campesino que emigra a la ciudad, encuentra en la "música típica" un elemento de identificación regional que otros repertorios difundidos por los medios de comunicación le niegan.
La Música Típica es lírica, romántica y patriótica. Es la música del inmigrante urbano que evoca su pasado en el campo, exaltando la naturaleza con cierta nostalgia por el paraíso perdido. La mujer forma parte de ese paraíso, apareciendo coqueta, esquiva, y severa. El hombre aparece honesto, esforzado, valiente, patriota y galano. Tanto el hombre como la mujer buscan consuelo y olvido para el mal de amor, cantando o contemplando la naturaleza. La picardía y sabiduría popular también se hacen presentes en este repertorio, que es interpretado con elegancia y sobriedad.