FRAGMENTOS DE UN SUEÑO

CHILE DESDE AFUERA



LUCHO: Desde que yo era niño vengo escuchando que, cuando uno sale de su país, lo ve desde una perspectiva mucho más amplia, histórica, geográfica, cultural. Yo quisiera preguntarte ¿qué has aprendido tú acerca de Chile en los años del exilio?

LORO: Mira, creo que sobre todo he aprendido a amar Chile como nunca antes me lo había propuesto. He adquirido un fuerte sentido de pertenencia, a una generación, a un pueblo, a una patria. La distancia permite mirar con mayor tranquilidad al propio país. Es como mirarlo con una lupa, y algunas cosas se ven exageradas. Las empanadas son más ricas, más grandes, los copihues son más colorados, las sandías, los melones calameños más dulces... Todo esto tiene que ver con un ejercicio de conocimiento. Han surgido en el conjunto, por ejemplo, rivalidades regionales que nunca antes habían existido. Yo soy de Lautaro, provincia de Cautín y le digo a Horacio, que es de Antofagasta, que en Lautaro se dan las manzanas "cabeza de niño", que son enormes y Horacio me acusa de mentiroso, que él nunca ha comido esas manzanas, y yo le contesto que claro que no, ya que las exportan.
Bueno, he aprendido a amar la provincia de mi infancia. Siento una inmensa nostalgia y me gustaría mucho volver a recorrerla, a hacer un repaso de lo que fue mi infancia, que yo la reivindico como algo muy importante, muy dulce, muy tierno, incluso triste, por razones que no podría explicar. Me identifico mucho con el relato de Neruda en "Confieso que he vivido" acerca de su relación con los insectos, con la lluvia. Esa curiosidad por las aves de la región... yo concuerdo con Pato Manns en que no nos han quitado nada, ya que todo eso lo siento profundamente mío.
Hay períodos en que la nostalgia crece y necesito con urgencia volver a Chile, pero eso está fuera de mi esfera de decisiones. En cuanto a la música ha ocurrido algo similar. Ha sido muy interesante mirar al país y al continente tratando de conocerlo más. Es muy difícil hacerlo en medio de la vorágine de la vida allá, inmerso en el quehacer diario.

LUCHO: ¿Hasta cuándo viviste en Lautaro?

LORO: Hasta los diez años. Después del terremoto del año 60 mi familia se trasladó a Santiago. Es interesante señalar que en el conjunto los únicos santiaguinos son José y Renato y ellos no participan de esta reivindicación de la provincia. Como metropolitanos, son sólo productos de la suma de la cultura de las provincias. José tiene bastante vida en Valdivia, de manera que a veces se comporta como valdiviano adoptivo.
Tengo la sensación, después de ver a Chile desde afuera, que todo lo nuestro es muy necesario. Que lo que hace el conjunto tiene que encontrar un auditorio natural en Chile y a veces afloran dudas respecto de la vigencia de nuestro trabajo, debido a que, con excepción de nuestras actuaciones en ciudades fronterizas con Chile, no nos hemos podido medir con nuestro público chileno en tanto tiempo.
En Chile lo étnico y lo religioso no ocupan un lugar central en el debate nacional. Esto sin embargo ha hecho el conflicto político en Chile mucho más enconado, ya que ahí se concentra todo lo que es más difícil e intratable del país.
Culturalmente, las mezclas raciales han producido cosas increíbles. La música latinoamericana es un resultado de eso. Yo tengo una valoración muy alta de Chile y estoy seguro de que va a venir, después del apagón cultural de los últimos años, un gran renacimiento. Yo creo que hay una parte de Chile que salió a recorrer el mundo y que a su regreso va a enriquecer nuestra cultura.

LUCHO: Sin ir más lejos, yo creo que ya han vuelto a Chile, después de varios años de ausencia, más de cien mil personas que en algún momento salieron voluntaria o forzadamente.

LORO: Creo que como resultado de esto Chile va a ser más mundano, menos provincia. Pero, mundano o no, Chile en definitiva siempre está presente en todo lo que hago. Y añoro poder recorrerlo entero. Hay gente que ha estado exiliada, ha regresado, ha recorrido de Arica a Punta Arenas y dicen que es muy difícil exagerar a Chile. Hay regiones fantásticas.

LUCHO: ¿Qué efecto crees que ha tenido la dictadura sobre la cultura nacional?

LORO: Nuestra generación no conocía la derrota y menos en los términos en que se dio. Estimo que esa tradición democrática y de tolerancia hace que nazca este fuerte pensamiento de izquierda en Chile, producto de la acumulación de una gran potencialidad intelectual. Gabriela Mistral, Neruda, Violeta Parra, van marcando precedentes que son grandes faros, que van llamando a mucha gente a integrarse a estos procesos históricos y culturales. Nosotros somos componentes de una estructura que ya se había empezado a cimentar en el país, antagónica con la visión del latifundista, del mercachifle. Se había dado un fuerte concepto de patria, que de alternativo se había transformado en dominante.
La contrarrevolución actuó en razón directa al peligro que advertían para sus intereses y ellos saben que esta tradición está aún allí, latente. Yo concuerdo con que hay un elemento que distorsiona, ya que se ha modificado la división geográfica del país, se le ha cambiado nombre a muchas cosas, se subvierte todo indicio de nuestra tradición democrática, todo se ha dado vuelta y se ha tratado de eliminar el desarrollo lógico que llevó al ascenso de la izquierda. He escuchado comentarios negativos, de autodesprecio, y me han dolido. Toda esta actitud de pasividad, de aceptación cómplice de una situación horripilante, apunta en ese sentido.

LUCHO: Me parece que este sentimiento, similar al de un pueblo derrotado en una guerra, trasciende a la izquierda y se extiende a sectores mucho más amplios.

LORO: Yo creo que en alguna medida, en los años de la dictadura la izquierda ha exigido o esperado de sectores que tienen una tradición política muy diferente un tipo de comportamiento que es más bien nuestro. Esto de enfrentar a la autoridad, cuestionar contra viento y marea es una tradición de la izquierda, pero no del centro político. Pareciera que esperamos que ellos se comporten como nosotros en las peores circunstancias, y eso es pedirle peras al olmo. Sin embargo creo también que esos sectores están ahora recorriendo el camino difícil de enfrentar un Estado represivo, y están acumulando su propia experiencia.
Y pienso que todo este mercantilismo actual obedece a un plan más amplio. Creo que hay una ideología empresarial en torno al motivo de la ganancia, que se ha abierto paso en sectores que antes vibraban con otras ideas. Ha habido alguna adaptación cultural a las nuevas condiciones, especialmente entre las capas medias.
Por otra parte, existe en Chile un culto de lo extranjero. Así por ejemplo hay orquestas de música seria en América Latina que están constituidas casi exclusivamente por músicos europeos y norteamericanos, a pesar de haber conservatorios y músicos nacionales. Es también un concepto de prestigio. Por otra parte, los músicos que producen nuestros conservatorios son una copia rezagada de lo que sucede en Europa. Y el músico serio que trabaja con elementos autóctonos es despreciado, ya que se juzga a priori que la actividad musical en otras partes es, de alguna manera, superior. Y sólo cuando algunos músicos locales logran reconocimiento en Europa se les llega a considerar en su propio país.

LUCHO: Otra característica de la cultura nacional, ahora no negativa, es la clara influencia francesa.

LORO: Esto de la influencia francesa me parece muy interesante y me recuerda la expresión "ideas foráneas". A menudo los regímenes represivos hablan del marxismo como una "idea foránea", como si todo el resto de las ideas fueran inventadas en el país. En un país con una alta fracción de población inmigrante, la casi totalidad de las ideas dominantes son importadas y algunas de ellas se expresan a través de instituciones también importadas.

LUCHO: Exactamente. Dos instituciones típicas son en Chile la Iglesia católica y la masonería.

LORO: Estas son dos instituciones que conozco con un halo de misterio. Por una parte, mi familia tiene una tradición masónica, lo que se expresaba en una cultura arreligiosa, pero por otra, nunca hubo un intento por adoctrinarnos en las ideas masónicas. Mis padres tenían una gran sensibilidad respecto de los problemas humanos, culturales, políticos. Mi padre fue un político profesional, miembro del Partido Radical.

LUCHO: ¿Radical, masón y bombero?

LORO: Efectivamente. El compuso el himno del cuerpo de bomberos de Lautaro. Yo más de una vez fui al Club de la República, la sede central masónica en Santiago, y tengo un recuerdo de tipo romántico, valores asociados con la adquisición de un bagaje cultural. Las actividades de mis padres me interesaron en los orígenes de la masonería, pero nunca me adentré en el tema en forma profunda.
Respecto del cristianismo, nunca tuve una influencia directa, pero ya adulto me he interesado en el papel de la Iglesia en la vida política latinoamericana. Me ha atraído la teología de la liberación. Me parece que se vive un período de definición de los religiosos en torno a los problemas terrenales.
Hay fuertes puntos de contacto entre marxismo y cristianismo cuando la vida y la dignidad de los sectores menos privilegiados están en el tapete de la discusión.
En mi caso, mis padres claramente incentivaron una toma de posiciones políticas críticas y radicales. Más aún, creo que nos estimularon en ese sentido.
Es evidente que, cuando se habla de política y sociedad en Chile, se vuelve una y otra vez a las capas medias, que son el sector social del que tú y yo provenimos. He escuchado comentarios señalando que un retorno al paralamentarismo sería un desastre, ya que podría de nuevo desembocar en el fascismo. Sin embargo creo que de lo que se trata es de democratizar efectivamente las instituciones. Hay que considerar a la clase media de una manera positiva, y no como una suerte de desgracia nacional.

JORGE: Es posible que sólo un cambio generacional en las dirigencias políticas pueda superar los problemas de división entre la izquierda y el centro. Esto ya ha ocurrido en la izquierda, aunque mucha gente no se ha dado cuenta (risas)... Las grandes figuras de los 60 y los 70 juegan hoy un rol meramente simbólico, pero en la cúpula de la DC están hoy dirigiendo los mismos que apoyaron el golpe. Su responsabilidad por la muerte de la democracia en Chile es inmensa, y dudo mucho que se vayan a jugar por el retorno a una democracia verdadera.

LORO: Pero no hay que olvidar que se han producido muchas experiencias de unidad a nivel de base entre la izquierda, la Democracia Cristiana y otras fuerzas de oposición. En el movimiento estudiantil, femenino, sindical y entre los pobladores ha habido unidad a pesar, a veces, de los pronunciamientos de las dirigencias.
Quisiera mencionar que, en círculos políticos, ha existido una suerte de escuela bastante sectaria en las relaciones personales. Una selección de amistades en torno a posiciones políticas.

LUCHO: ¿Se da esto todavía en tu caso?

LORO: No. Yo he hecho un esfuerzo por romper eso y tengo amigos de diferentes posiciones políticas. Esto ayuda a ver la realidad y a reaprender la tolerancia, sacarse anteojeras, un acto de humanidad muy necesario.

LUCHO: Me parece que en los años 60 se daba un cierto ambiente pueblerino en el mundo literario, una suerte de "chaqueteo", de tratar de echar abajo a cualquiera que presentara una obra de algunas pretensiones. No sé si tú te enfrentaste a este problema en los círculos artísticos.

LORO: Bueno, todo el grupo clásico, los nombres más grandes de la nueva canción chilena, también vivían ora del éxito, ora de la envidia, con el fantasma del fracaso artístico sobre sus cabezas. Es muy importante tratar de encontrar medios de sistematizar el estudio serio, científico de la problemática intelectual, alentar y no castigar a quienes demuestran mayores pretensiones. Yo creo haber vivido muy poco de mi madurez en Chile. Salí de 22 años. Muchas veces iba a la universidad y volvía a mi casa a encumbrar volantines. Yo creo que prolongué mi infancia en varios aspectos. Tuve conciencia de lo que pasaba en Chile, me jugué hasta donde pude, pero tengo la sensación de que fue una etapa muy breve. Mi maduración vino después. No recuerdo haber participado del "chaqueteo".
Lo importante es que todas las artes han tenido continuidad, dentro o fuera de Chile. "Araucaria" y otras revistas como el desaparecido "Chile-América" han contribuido al desarrollo continuo y al enriquecimiento. En la poesía hay gente extremadamente talentosa, valores nuevos que han recorrido el mundo, que se elevan sobre el ambiente pueblerino que puede haber existido en el pasado. Esta emigración ha tenido, así, su lado positivo.

HORACIO: Una de las cosas que a mí me han quedado claras acerca de Chile es que nuestra burguesía tiene una serie de complejos de orden nacional que, desafortunadamente, encuentran a veces eco en otros sectores de la población. Sentimientos de inferioridad respecto de algunos países, de superioridad respecto de otros. Hay una suerte de racismo respecto de los demás latinoamericanos, racismo que no se da entre chilenos, a pesar de la diversidad de nuestros orígenes étnicos. Se nos ha vendido la idea de que seríamos de alguna forma superiores y nos hemos creído el colmo de la civilización.

LUCHO: ¿Qué es lo que echas más de menos?

HORACIO: Las relaciones humanas, que son muy ricas, la naturaleza, los paisajes, el modo de ser chileno en el terreno afectivo. Esto yo no lo he encontrado ni siquiera en Italia, ni siquiera aquí en Cerdeña, donde nos sentimos tan a gusto.

LUCHO: Bueno, hay lugares que tú los sientes muy tuyos y en el exterior no se encuentra reemplazo para ellos.

HORACIO: Concuerdo totalmente. Lo que más me hace falta es el mar. Soy antofagastino y desde niño supe nadar, pescar, mariscar, etc. Antofagasta tiene una relación mucho más estrecha con el mar que con el desierto.

LUCHO: ¿Es verdad, a tu juicio, que el chileno es "pateperro", vagabundo?

HORACIO: No, yo creo que es muy apegado a su tierra. Nunca se adapta por completo a otros lugares. El chileno es más bien sedentario y cuando tiene que moverse, se lamenta. El aeropuerto de Cuenca, en Ecuador, es administrado por una familia chilena que vive allí hace 25 años, y el restaurant tiene platos chilenos y ellos hablan de Chile sin cesar. Siempre queremos volver al "terruño".

LUCHO: ¿Somos "los ingleses de América"?

HORACIO: Ciertamente no. Son dos culturas en buena medida contrapuestas. Yo creo que el país más parecido a Chile en el mundo es Italia. En su sociedad, en la historia de su movimiento obrero, en la estructura política. La Democracia Cristiana italiana es extraordinariamente parecida a la chilena. Nosotros somos los italianos de América Latina. En Chile no hay ni puede haber un espíritu monarquista, mientras que en Inglaterra la clase obrera es la más monarquista. En Italia, en cambio la democracia está profundamente asentada en la cultura popular.
Una diferencia con Italia, que posiblemente nos viene de los mapuches, es esta obsesión nuestra de organizarse, de mirar al jefe, un jefe que es elegido, aceptado, no impuesto. El italiano es más igualitario.

LUCHO: ¿Qué visión tienes de las artes en Chile?

HORACIO: Lo que sobresale es la poesía y siguen surgiendo poetas de alto nivel. Ha habido otros creadores exiliados de alto nivel, como Raúl Ruiz, reconocido como uno de los más grandes innovadores en el cine-arte. Desde siempre hay chilenos ilustres en la música y en la pintura, como Claudio Arrau y Roberto Matta, que pertenecen a generaciones anteriores y están al más alto nivel. Me gustaría saber qué escuela han hecho en Chile.
El teatro institucional chileno era importante, muy profesional, había buen teatro. Ha habido una proyección latinoamericana con el exilio. Costa Rica, Venezuela, Argentina han visto la acción de Carmen Bunster, los Duvauchelle, Pato Contreras. ¿Viste "La historia oficial"? Una película argentina extraordinaria.

LUCHO: No te olvides que yo vivo en Inglaterra (risas). ¿Y como ves tú el tradicional "chaqueteo" chileno?

HORACIO: Nosotros tenemos un gran desarrollo en la "aserruchada de piso", y me da la impresión, por conversaciones tenidas con chilenos que viven en Chile, que estas cosas se han agravado con los años de la dictadura. En sectores profesionales había una gran solidaridad y respeto mutuo, pero la escasez de trabajo ha destruido esto. El egoísmo y el individualismo han sido impuestos. El "self-made man" es una imagen que se promueve, el individualista que pasa por sobre cualquier consideración para defender sus intereses. Hoy hay menos solidaridad como resultado de la situación. Incluso en el seno de la burguesía.
Se ha logrado el objetivo de dividir a la sociedad chilena. Esto nos presenta una gran tarea, la de recuperar la solidaridad para Chile.

LUCHO: Yo temo que la destrucción de la autoimagen nacional, de arquetipos valiosos para Chile, va a ser un daño de largo plazo.

HORACIO: ¿Pero cuál es el objetivo de este asalto contra el pasado, este cambiarle el nombre a todo?. Yo no creo en la teoría de que la CIA es la culpable de todo lo que pasa en Chile. Estos son problemas internos. Hay algunos ideólogos del fascismo chileno que, cuando hablan de su Chile ideal, se remontan al siglo dieciocho, quieren volver a la colonia, destruir todo lo relacionado con el proceso democrático, que tiene alguna relación con ideas francesas. Es volver a antes de la independencia. Recuperar a Chile es una tarea para todos, o al menos la inmensa mayoría de los chilenos.