FRAGMENTOS DE UN SUEÑO

INTERLUDIO. ANÉCDOTAS



MARCELO: La quimera de todo aquel que vive fuera de su país, voluntariamente o no, es tener acceso a un teléfono gratis. En esto yo creo que concuerdan moros y cristianos. Hemos pasado enormes cantidades de tiempo buscando la artimaña, el truco para poder hablar gratis. Que marque 31, que el alambrito, etc.
Te voy a contar una anécdota telefónica. En los años que viví en París, conocí a una niña francesa llamada Brigitte. Desgraciadamente, su apellido no era Bardot, si no, la anécdota no sería a propósito del teléfono ¿no te parece?. Resulta que Brigitte era muy generosa y amiga de la chusma latina y nadie se explicaba por qué tenía tantos amigos... la razón era su magnífico y sorprendente teléfono conectado al vacío. Las llamadas no se registraban y ella pagaba una cuota mínima.
Tenía un pequeño departamento en las afueras de París. Con un cierto misterio muy parecido al coqueteo, me llevó a su casa, donde pude hablar por primera vez a Chile. Después de un tiempo ya no nos acompañaba, sino que nos prestaba la llave. Grave error. No faltó el "superamigo" que sacó copia de la llave y este fenómeno se repitió y se multiplicó. Ella perdió el control del departamento y tuvo que irse a vivir con su mamá. Cuando el metro llegaba a la estación de Bourg-la-Reine, se desocupaba y todos los que se bajaban eran latinos con su llave en la mano (risas).
Lo cierto es que el departamento comenzó a prestar más de un uso. Había parejas que iban a hacer el amor y otros que iban a hablar por teléfono, o a hacer ambas cosas. En este caso, hacer el amor era generalmente mucho más breve que las llamadas. Por el teléfono se debe haber escuchado un estrepitoso traqueteo de somier (risas). Se formaban hasta colas.
El problema se complicó cuando un buen día la Brigitte sacó pololo, que desgraciadamente no fue uno de los que ya tenían llave. Rápidamente se hizo cargo de la situación, limitó el acceso al departamento y, con ello, el uso del teléfono. Mucha gente se sintió perjudicada y esto desembocó en un intento de asesinato. La pobre Brigitte tuvo que abandonar departamento, pololo, teléfono y una buena cantidad de "amigos" e ir a la municipalidad a exponer todo el lío. Así murió la gallina de los huevos de oro. ¡Y seguimos buscando el mítico teléfono gratuito!


LORO: Hace poco tiempo tuve la oportunidad de conocer y saludar al gran ídolo de mi adolescencia, el guitarrista, compositor y cantante argentino Eduardo Falú, y pude comprobar que, junto a ser un intérprete y músico con chispazos geniales, tiene la sana característica de no tomarse muy en serio. Yo le dije " Maestro, no sabe Ud. cuanto me emociona poder estrecharle la mano. Yo aprendí mucho de sus discos, me pasé años aprendiendo sus temas y siempre le he tenido una gran admiración". Falú me contestó "¿Y en esas bobadas perdías tu tiempo?" (risas).


LUCHO: Creo que sólo recientemente Falú llegó a pronunciarse públicamente sobre temas políticos.

LORO: Bueno, hubo bastante presión sobre él. Me contaron un diálogo, posiblemente apócrifo, entre él y Mercedes Sosa. Ella le estaba exigiendo una declaración en torno a un tema político y Falú se negó diciendo "Y... no, vos sabés que yo soy apolítico...". A lo que Mercedes le habría contestado "¿Apolítico? ¡Qué vas a ser apolítico vos! ¡Lo que sos es un hijo de puta, sos!" (risas).


LUCHO: ¿Te acuerdas de algún chiste memorable?

LORO: Uno que me hizo mucha gracia fue el referido a un programa de respuestas a preguntas de los oyentes en una radio soviética:

Querida radio: ¿Es verdad que en la Plaza Roja de Moscú regalan autos?

Respuesta: En principio, sí. Pero no es en la Plaza Roja de Moscú, sino que en la Plaza de San Isaac, en Leningrado. No son autos, sino bicicletas. Y no las regalan, sino que se las roban.

Querida radio: ¿Pueden los chinches hacer la revolución proletaria?

Respuesta: En principio, sí, ya que por sus venas corre sangre obrera y campesina.

Querida radio: ¿Es posible hacer la revolución socialista en Suiza?

Respuesta: En principio, sí. Pero sería una lástima.


JOSÉ: Uno de los personajes más aventureros del exilio es el actor y autor teatral Oscar Castro, cofundador del grupo Aleph y residente en París desde 1976.
A pesar de que él ha trabajado en teatro desde que llegó a París, al principio no le daba para vivir, de modo que, sin achicarse, y como muchos otros artistas que van a probar suerte a la Ciudad Luz, empezó a trabajar como pintor de brocha gorda. Así fue como un día, mientras él estaba con su gorro de papel de diario y todo manchado de pintura trabajando a la intemperie, llegaron dos señores de aspecto muy distinguido a comunicarle que había sido elegido miembro del Pen Club de Francia, ¡el grupo más exclusivo de escritores franceses! (risas).


JOSÉ: Oscar dirige un taller de teatro donde llegan personas de todas las edades y de todas las locuras. Ahí se da el caso de actores cuya primera experiencia teatral la tuvieron con Oscar en los campos de concentración en Chile. En ese taller parisino se dio el caso de un chileno que, a regañadientes, aceptó el rol de agente de la Central Nacional de Información; hubo otro que interpretó a un presidente, y desde entonces no se ha querido sacar la banda presidencial. Cualquier lugar pelado, Oscar lo convierte en un teatro con butacas, telones y luces, en Atacama o en París. Entre amigos y alumnos se consigue lo necesario y han colaborado con él chilenos emigrados de esas poblaciones temidas por la policía.
Pues bien, llegó el momento de publicitar una actuación de su grupo, y Oscar se encontró con el problema de tener que enviar varios cientos de invitaciones, sin tener dinero para el correo. La respuesta de uno de los chilenos fue "No se preocupe patrón, yo se lo consigo". Oscar, asombrado, le preguntó cómo iba a hacer para conseguirse correo gratuito. La respuesta fue "Ah no, patrón, si lo que pasa es que hay un grupo de chilenos que trabajan lavando estampillas y ellos me conocen y no van a tener ningún problema de regalarme unas quinientas... " (risas).


MAX: En una oportunidad, en medio de una actuación en Ecuador, en la ciudad de Loja, se subieron al escenario dos borrachitos abrazados con una botella de aguardiente en la mano. Se abrieron paso entre mis compañeros y los micrófonos. Llegaron a mi lado y me dijeron: "Maxito, hemos venido desde Cariamanga para abrazarte. ¿Te acuerdas de nosotros?". Inmediatamente reconocí a dos amigos de la infancia. Hacía más de veinte años que no los veía. Nos abrazamos y se fueron entre los aplausos del público (risas).


MAX: El 23 de septiembre de 1982 se inauguró la Conferencia por Chile en Atenas, con un concierto nuestro en el anfiteatro de la colina de Likavitos. Estaban presentes varias personalidades de renombre mundial, entre ellas, la compañera Tencha Bussi de Allende, con quien nos hemos encontrado muchas veces y tenemos un trato muy familiar.
Entre el público se encontraba un grupo de marinos mercantes chilenos que esperaban la reparación de su barco. Desde el comienzo empezaron a pedirnos La Batea, canción muy conocida en Chile, pero que no tenemos en nuestro repertorio. Se fueron poniendo cada vez más bulliciosos, hasta que al final bajaron dos de ellos bastante borrachos, se pusieron frente al escenario e hicieron una coreografía muy personal del Samba Landó. Los técnicos del teatro los iluminaron, el público los aplaudía con entusiasmo, mientras nosotros nos turnábamos para cantar, ya que estábamos muertos de la risa. Creo que no faltó quien creyó que esto era parte del espectáculo (risas).


MAX: Al día siguiente del concierto en Atenas, la compañera Tencha nos invitó a visitar la Acrópolis. Llegaron dos grandes autos negros que mandaba la Ministro de Cultura, la gran actriz Melina Mercouri. Cuando comenzamos a caminar sobre las milenarias ruinas, la compañera Tencha se afirmó de mi brazo para ayudarse.
Yo le pasé mi mano y así recorrimos la Acrópolis tomados de la mano. Yo todavía recuerdo con emoción aquel paseo.


LUCHO: ¿Han tenido recepciones hostiles del público, contramanifestaciones?

MAX: Una vez nos invitaron a Hungría a un festival musical. Pues bien, una vez allá resultó que era un festival de rock. No sé cual fue la intención de hacernos actuar allí. La cosa es que llegó el momento de nuestra actuación y al terminar cada canción el público gritaba "Allende, Allende...". Nosotros muy entusiasmados seguíamos cantando y seguía el "Allende, Allende...". Hasta que los organizadores nos sacaron del escenario. Preguntamos " ¿Y por qué nos sacan, si el público está
tan entusiasmado?". Y nos explicaron que no era "Allende" lo que gritaban, sino el nombre del grupo rock que tenía que actuar después que nosotros. Tenía un nombre que sonaba como "Allende" (risas).


MAX: En nuestros primeros años en Italia tuvimos un éxito tremendo. Estuvimos de moda, con canciones en los primeros lugares del ranking italiano. Esto generó un alto grado de interés femenino en los integrantes del grupo. En ese tiempo vivíamos en Genzano di Roma y hasta allí llegaban las fans a vernos. Un día, estabamos jugando fútbol en el estadio municipal cuando aparece una niña muy hermosa que venía a ver a Jorge, cargada de las intenciones más amorosas que te puedas imaginar. Jorge tuvo una larga conversación con la muchacha tratando de hacerle entender. Al fin, ella se consoló, pero le dijo "Bueno, me voy. Pero antes, por favor grita como en las canciones: ¡ajiiii, ajiiii!". Al parecer eso era lo que más la entusiasmaba... (risas).


LUCHO: ¿En sus viajes han tenido Uds. recepciones multitudinarias o tratamiento de VIP?

MARCELO: Una vez, llegando a Atenas, nos estaba esperando toda la prensa, con gran ceremonia. La televisión filmó nuestra bajada del avión, se nos saludó oficialmente al descender, etc. Esto fue muy grato, pero poco común e inesperado, ya que por lo general los organizadores de nuestras giras concentran la publicidad en torno a nuestros conciertos y no en torno a nuestro arribo. Toda la ceremonia, sin embargo, duró sólo unos pocos minutos y lo divertido fue que Horacio se bajó del avión por otra escalerilla y se perdió todo este espectáculo desusado.


LUCHO: ¿Hay alguna desventaja en el éxito?

MAX: Sin duda. En primer lugar te encuentras con la envidia, que es similar en todos los países, pero además hay quienes, a mi juicio en forma errada, te ven como una amenaza. Esto es particularmente cierto cuando un grupo irrumpe por los canales "no oficiales", es decir, sin pasar a través del ritual de pagarles a los disc-jockeys, a los periodistas, etc. Si tú le agregas a eso que nosotros además tenemos una posición política definida, hay que agregar como oponentes a muchos de los que sustentan ideas opuestas a las tuyas.
En los años de mayor éxito nuestro en Italia, hubo reacciones en contra nuestra. Hubo periodistas que de alguna manera creían que nosotros les debíamos algo, que escribieron en la prensa de derecha que nosotros nos gastábamos el dinero de la solidaridad con Chile en el casino de Venecia. Lo cierto es que el dinero que producía un concierto nuestro para la solidaridad no pasaba por nuestras manos, sino que por los canales oficiales que lo hacían llegar a Chile y ni siquiera sabíamos que hubiera un casino en Venecia.
También se público que vivíamos en un palacio (risas). El cantante Lucio Dalla sacó una canción en la que decía que el ya estaba aburrido "de toda esta música andina, que suena siempre igual". Estas, sin embargo, son cosas que nosotros siempre hemos tomado con mucha filosofía, ya que no se puede hacer nada por cambiarlas. A la larga, creemos que la verdad se impone y hace bastante tiempo que no recibimos ningún ataque de este tipo. Tenemos sí, día a día, expresiones de afecto y amistad de parte del público italiano. Esto siempre ha sido, para nosotros, un millón de veces más importante que las envidias y otras pequeñeces.


LUCHO: El hecho de ser tan conocidos en Italia, me imagino que también les trae algunos privilegios...

MAX: Por supuesto. Hace ya años me paró un policía del tránsito en Roma. Me pidió los documentos y leyó "Max Berrú Carrión... ¡Inti-Illimani!". Yo me sorprendí, ya que en mis documentos no dice "Inti-Illimani". El policía resultó ser un admirador del grupo y sabía todos nuestros nombres y detalles biográficos. Lo invité a mi casa y entablamos una amistad que ha perdurado. A través de él conocí a muchos policías que también eran seguidores del conjunto. De más está decirte que más de alguna multa de tránsito nos hemos sacado. (risas)


MAX: Cuando entramos o salimos de Italia por tierra, casi siempre nos reconocen los policías y los funcionarios de la aduana, que impajaritablemente nos piden discos o cassettes y muy rara vez la lista de instrumentos que exige el reglamento. Sin embargo, a los Quilapayún, una vez que vinieron a Italia los tuvieron dos horas, les hicieron hacer la lista de instrumentos y los revisaron hasta por debajo de la lengua. Cuando nos lo contaron, yo le dije bromeando al Huacho Parada "Tienes que decir que son amigos nuestros y que vienen a cantar con nosotros" (risas). La broma resultó verdad, porque en su viaje siguiente a Italia pasaron soplados por la aduana (risas).


LUCHO: A mí me sorprendió mucho ver que en una actuación reciente en el Forte Village, uno de los centros turísticos más exclusivos de Cerdeña, les pidieran cantar "El pueblo unido".

MARCELO: Bueno, no es la primera vez que ocurre. En la mitad de la actuación, entre este público formado esencialmente por gente rica o muy rica, comenzaron a pedir "El Pueblo", como se conoce aquí al "Pueblo Unido".

LUCHO: Y más me sorprendí cuando al final todo el público, de pie, empezó a corear "el pueblo". No entendía que estaba pasando...

MARCELO: Bueno, lo que pasó finalmente fue que el manager del Village, que nos había pedido con gran delicadeza que no cantáramos nada político, vino ahora a pedirnos muy entusiasmado, que cantáramos "El pueblo unido" (risas)

LUCHO: ¿Y cómo se explican Uds. este fenómeno en este bastión de la burguesía italiana y europea?

JORGE: No hay que olvidar que en Italia la izquierda ha sido muy fuerte por varias décadas. Mucha de la gente adinerada que viene a estos lugares, ejecutivos de empresas de 40 a 50 años de edad son miembros de nuestra generación, gente que vibró con el movimiento progresista, con los sucesos del año 68. Muchos de ellos se han enriquecido y, posiblemente, en la práctica adoptan posiciones conservadoras. Pero ellos vieron a la Virgen y eso no creo que se pueda olvidar nunca por completo...

LUCHO: Me imagino que el próximo año les van a pedir que vengan con banderas rojas...

MARCELO: Ah, pero eso les va a salir más caro... (risas)


LUCHO: ¿Alguna vez se te ha olvidado una canción en medio de una actuación?

MAX: No en una actuación, pero esto me recuerda algo similar. Resulta que cuando pusieron en libertad a Luis Corvalán, secretario general del PC de Chile, esto se hizo a través de un intercambio con el disidente soviético Vukovsky. Pues bien, alguien compuso una cueca celebrando el acontecimiento y nosotros la cantamos en una actuación esa misma noche. Varios meses después, estuvimos en una reunión informal con Corvalán y él nos dijo que le habían contado de la cueca y nos pidió que se la cantáramos. Bueno, como la habíamos cantado una sola vez, nadie se acordaba ni siquiera de como empezaba. Al cabo de algunos segundos de silencio, yo le dije "Mire compañero, fíjese que se nos olvidó su cueca, pero si quiere le cantamos la cumbia de Vukovsky" (risas).


LUCHO: En todos tus viajes, ¿te has encontrado alguna vez con un choque cultural, con algo que no pudiste hacer porque iba contra tus hábitos sociales?

MAX: En Vietnam, el año 73 decidimos incluir una canción vietnamita en el acto. Los músicos locales, gente extraordinaria, nos enseñaron una canción folklórica. La ensayamos y todo iba muy bien hasta que nos dijeron que la canción era sólo una parte del acto, que además al cantarla teníamos que tomarnos de la mano y salir maquillados a la usanza oriental.

LUCHO: ¿Como geishas?

MAX: Más o menos. La verdad es que aceptamos lo de tomarnos de la mano, pero fuimos incapaces de aceptar el maquillaje (risas).


MARCELO: Una vez, después de una actuación en Suecia, nos reunimos con un grupo de chilenos y suecos, y uno de los primeros empezó a quejarse "Claro, Uds. lo pasan bien, viajan, andan de fiesta en fiesta y yo, cuando llegue a mi casa me voy a encontrar con la bruja que me va a retar porque llego tarde, etc.". Nosotros le dijimos, por supuesto bromeando, "Bueno, si estás tan mal, si tu mujer es una bruja, sepárate, pues". Terminó la fiesta, nos fuimos al hotel... Jorge debe acordarse muy bien de esa noche (risas). La cosa es que, a la mañana siguiente, aparece el chileno jubiloso: "Me separé, como Uds. me dijeron... " (risas).


JORGE: A menudo hemos actuado en Colombia y Ecuador y varias veces hemos tenido que cruzar la frontera entre esos dos países. En una oportunidad, al pasar la frontera hacia Colombia, no había nadie en el puesto fronterizo, de modo que, acostumbrados a Europa, llegamos y pasamos. Antes del concierto siempre llegan las autoridades a chequear los pasaportes y se asombraron de que no estuvieran timbrados. Se suscitó un problema, pero el jefe local del departamento de inmigración era un admirador del conjunto y resolvió todo con gran eficiencia.
En otra oportunidad, pasando de Colombia a Ecuador, donde habíamos estado unos días antes, nos pararon en la frontera diciendo que "no podíamos salir de Ecuador". Esto resultó sumamente sorprendente, ya que no queríamos salir sino que entrar (risas) y teníamos todo nuestro equipaje en Ecuador.
La cosa es que el funcionario no nos quería dejar entrar. Esto de no dejar salir a los artistas es una práctica común para evitar que estos se vayan sin pagar impuestos. El problema es que el telegrama había llegado después que nosotros ya habíamos pasado a Colombia, el día anterior. Costó mucho que los funcionarios entendieran el problema, aún cuando al final también se arregló.
En otra oportunidad nos expulsaron de Colombia, por un problema administrativo. A pesar de haber pedido las visas de trabajo con gran anterioridad, nunca nos las dieron. Por teléfono nos dijeron que podíamos entrar sin visa, ya que íbamos invitados por organizaciones culturales locales. La gira se dio sin incidentes hasta que el día de un concierto, estando las entradas vendidas y todo, estalló el problema, y los organizadores llegaron a un acuerdo con la policía, sin saberlo nosotros, de que después del concierto se nos expulsaría del país. Nos dieron todo tipo de explicaciones, pero salimos deportados, es decir, la situación no se resolvió. No tenemos muy claro si este incidente va a afectar o no futuras actuaciones en Colombia. Para bien o para mal, los problemas de la burocracia siempre están presentes en nuestro trabajo.


MAX: Más de una vez nos hemos llevado la grata sorpresa de encontrarnos en el exterior con amigos que no habíamos visto por muchos años. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con quienes estuvieron en calidad de presos políticos por períodos prolongados.
Como tú sabes, Osiel Nuñez fue un destacado dirigente estudiantil en la UTE y llegó a ser presidente de la FEUT. Fue y es, además, un gran amigo nuestro. Cuando lo dejaron en libertad, después de haber estado preso por varios años, el llegó sorpresivamente a Italia un día que íbamos a jugar un partido de fútbol. La cosa es que después de los abrazos y saludos de rigor, invitamos a Osiel a jugar en nuestro equipo, que se llama "Todas las Furias" (risas), pero íbamos solamente nueve, de manera que empezamos el partido con dos jugadores menos. Al cabo de un rato, llegó Jorge con otro integrante y entraron a la cancha justo cuando Osiel metió un gol. Todos corrimos a felicitarlo, entre ellos Jorge, que ni siquiera sabía que Osiel estuviera en Italia. Imagínate su sorpresa de encontrárselo en la cancha. Por supuesto que los abrazos entre ellos fueron más prolongados que de costumbre y el público no entendía por que tanta alegría por un simple gol.


MARCELO: Ya que estamos en el tema futbolístico, estábamos en Ecuador cuando Chile jugaba las eliminatorias para el mundial del 86. La selección estaba mal y, por petición popular, hubo que llamar a Caszelly, el famoso futbolista chileno. Bueno, Caszelly jugó, hizo dos goles y Chile le ganó 6-2 a Ecuador. Nosotros, entusiasmados, le enviamos un telegrama de felicitación y una carta con un familiar que volvía a Chile. Para nosotros, la historia terminaba ahí, pero luego actuamos por primera vez en Mendoza y volvimos a ver a muchos familiares, yo a mi padre y hermano mayor después de 12 años. Era una ocasión cargada por la emoción. Cuando subimos al escenario en la primera actuación, nos entregaron un paquete. Era la camiseta de Caszelly firmada por toda la selección nacional de fútbol, y con una dedicatoria que decía "Para Inti-Illimani. Entre los que le pegan a la pelota, algunos piensan".


MARCELO: En otra oportunidad actuamos en Tacna, ciudad peruana en la frontera con Chile. Fueron muchos chilenos a vernos, a pesar de que hubo en Chile intentos de boicotear el concierto. Se anunció, por ejemplo, que había sido postergado o se dio una fecha errónea. Fue muy emocionante, ya que llegaron con banderas y gritos típicos de Chile. Muchos nos acompañaron por el resto del día. Al día siguiente partíamos en bus a Arequipa. Cuando estábamos en la estación, un señor me llamó a un rincón. Yo me acerqué, con cierta reticencia. Era chileno, y me dijo "Yo vine sólo a saludarlos. Creí que el concierto era hoy y aquí me enteré que había sido ayer. Los he buscado por todos los hoteles. Yo sólo quiero estrecharte la mano". Yo lo abracé e inmediatamente llamé a los demás para que lo saludaran, pero él se arrancó. No lo volvimos a ver.
Muchas personas creen que les hacemos un favor con saludarlos, conversar con ellos. La verdad es al revés. Nos hacen sentir que nuestro trabajo tiene alguna trascendencia y esto es intensamente importante para nosotros. Si no tuviéramos estas respuestas de nuestro público, el grupo perdería su razón de ser.


JORGE: Una vez en Suecia volamos desde Kiruna, al norte del círculo polar ártico, a Lulea, que queda un poco más al sur del mismo círculo. Nos bajamos del avión, sacamos todo el equipaje y un rato después nos dimos cuenta de que faltaba Max. Lo buscamos por todos lados hasta que dedujimos que se había quedado dormido y no había descendido del avión. Era la primera vez que pasaba. Al llegar al próximo aeropuerto se bajó y pidió volver a su destino original. Todo se arregló, ya que los suecos son muy flexibles.


JORGE: Una vez, en Nueva York, Max tuvo un problema de salud, no me acuerdo qué, la cosa es que le recomendaron una doctora que resultó ser muy atractiva y Max terminó quedándose en su casa. Los detalles íntimos no los conozco, pero uno de esos días Max sacó a pasear un enorme perro que tenía esta dama. El perro se llamaba "Horatio" y en plena calle el animal se largó a perseguir a un gato y arrastró a Max por un buen trecho. Max le gritaba "¡Horacio, Horacio!", pero el perro no le hacía caso, ya que sólo respondía a la versión inglesa de su nombre. La cosa es que "¡Horacio, Horacio!" se transformó en una frase celebre entre nosotros, especialmente debido a que tenemos dos Horacios en el grupo (risas).


JORGE: Como tú sabes, hemos recibido una gran cantidad de honores y condecoraciones. Entre ellas, la Loba de Roma y muchas otras. Ocurrió que en Albuquerque, New México, se nos dio una recepción en la que la cámara de comercio local nos iba a entregar las llaves de la ciudad. Nosotros andábamos en gira con Holly Near y, antes de la ceremonia, dimos una conferencia de prensa en la que, inevitablemente, se tocó el tema político. Parece que sólo allí el representante de la cámara de comercio se enteró de que la Holly era feminista y nosotros exiliados políticos, de modo que, sin hacer mayor aspaviento, ¡se fue y se llevó la llave! (risas estentóreas)...